Campus sin ley

Asaltos, robo de vehículos, narcomenudeo, acoso sexual y otros, ocurren en las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ante la mirada de los universitarios que acuden ahí a estudiar todos los días.

Testimonios de alumnos y catedráticos dan cuenta de que los delitos son cosa común. Cualquiera tiene un conocido a quien le han robado algo y cualquiera sabe dónde conseguir droga dentro de las instalaciones.

Imelda García Imelda García Publicado el
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puestos ambulantes que se encuentran en la Facultad de Filosofía y Letras son controlados por los estudiantes que mantienen tomado el auditorio Justo Sierra
Los robos ocurren también en facultades que se encuentran en la zona más visitada de CU. Las historias son múltiples
"Nos hemos dado a la tarea de localizar a estos sujetos que están cometiendo actos delictivos dentro de las instalaciones de CU. Hemos detectado a través de las cámaras de los camiones del Pumabús que se suben a estas unidades a robar celulares a los pasajeros y, no conformes con esto, golpearon a un alumno el 27 de abril frente al paso de Odontología"
“Me quitaron mi celular, se llevaron mi mochila donde traía mi iPad, pero fue horrible. El ladrón se me acercó para asaltarme, me dijo que hiciéramos como que éramos novios, me abrazo, y cuando me tenía abrazada, sacó una navaja y la puso sobre mi estómago. Ahí me quitó la mochila y tomó mi celular"
Cártel dentro de CU
"En el campus, la UNAM ha desplegado campañas permanentes de concientización entre la comunidad para advertir de los riesgos que entraña para la salud el consumo de esas sustancias, y también en torno a las consecuencias legales que implica el tráfico de las mismas"
NancyAlumna de la Facultad de Medicina
https://www.youtube.com/watch?v=t-GfPkFqTUE

Asaltos, robo de vehículos, narcomenudeo, acoso sexual y otros, ocurren en las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ante la mirada de los universitarios que acuden ahí a estudiar todos los días.

Testimonios de alumnos y catedráticos dan cuenta de que los delitos son cosa común. Cualquiera tiene un conocido a quien le han robado algo y cualquiera sabe dónde conseguir droga dentro de las instalaciones.

Incluso, en carteles pegados en postes o paradas del Pumabús, el sistema de transporte interno en Ciudad Universitaria, se alerta sobre personas que han sido detectadas como asaltantes.

En un recorrido que realizó Reporte Indigo por CU, se pudo constatar que en la zona conocida como “Las Islas”, detrás de la Facultad de Derecho, se venden estupefacientes a las personas que se encuentran en el pasto.

El acceso es fácil: quienes quieren consumir ya saben a quién dirigirse. El contacto son los propios narcomenudistas.

En otras zonas de CU, como el Espacio Escultórico o los jardines cercanos a la zona de Institutos, también se ha detectado la presencia de narcomenudistas.

Además del tráfico de estupefacientes, otros delitos también azotan a la comunidad universitaria.

Varios testimonios narran los asaltos, incluso dentro de las escuelas y con armas.

El robo de autos, bicicletas y hasta celulares es común, según han relatado personas afectadas.

Sin embargo, aunque es conocida la realidad que se vive dentro de las instalaciones de CU, las autoridades poco pueden hacer. Y aunque este tipo de problemas han permanecido durante varias administraciones, bajo la rectoría de José Narro Robles el descontrol se ha agravado.

La autonomía universitaria es, en este tema, un impedimento para que puedan ingresar autoridades policiacas y se termine con la venta de drogas y se aprehenda a los responsables de otros delitos.

Grupos de profesores de distintas facultades han creado grupos en las redes sociales donde se intercambian opiniones sobre diversos temas. Uno de ellos es la seguridad.

Los catedráticos cuestionan a las autoridades universitarias sobre la conveniencia de que se deje entrar a la policía a realizar labores de vigilancia.

Hay división en cuanto al tema pues, para algunos, esto significaría abrir las puertas a la autoridad al recinto más representativo de la autonomía universitaria en el país.

Narcomenudeo a la vista de todos

Cuando uno pregunta en los pasillos de CU, como conseguir algo, cualquier estudiante responde: “Ve a ‘Las Islas’ y pregúntale a los que venden dulces, pídeles algo y te lo consiguen’”.

Las Islas es una gran área verde a donde acuden los alumnos y algunos académicos a descansar.

Se encuentra ubicada apenas a unos metros de la torre de Rectoría, desde donde despacha José Narro, y a espaldas de las facultades de Filosofía y Letras, Derecho, Medicina e Ingeniería.

En un recorrido que realizó Reporte Índigo, se pudo constatar que la venta y el consumo de droga se realizan a plena luz del día y a la vista de todos.

Hasta Las Islas llegan los narcomenudistas a ofrecer droga a quien se las solicite.

En un rápido movimiento, el dealer se acerca a quienes le piden mercancía, la entrega envuelta en papel, recibe el pago a cambio y se va a otro punto.

Con un contenedor al brazo, recorre, en poco tiempo y a paso veloz, casi la totalidad de Las Islas.

El consumo y la venta se contienen solamente cuando circulan en el lugar las unidades de Auxilio UNAM, los vigilantes encargados de la seguridad del campus.

Lo mismo ocurre con el consumo de alcohol.

Al no haber ningún filtro de seguridad para entrar a CU, cualquier persona puede ingresar con bebidas alcohólicas al campus. 

Reporte Índigo fue testigo de que varias personas consumían bebidas embriagantes en esta parte de Ciudad Universitaria.

El diario Reforma publicó la semana pasada un reporte sobre la venta de drogas en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. 

En respuesta, la UNAM emitió un comunicado para informar que, en 2014, se detectó a 46 personas vinculadas con la posesión, consumo y venta de estupefacientes y que se iniciaron seis averiguaciones previas por este delito, mismas que están en curso.

“En el campus, la UNAM ha desplegado campañas permanentes de concientización entre la comunidad para advertir de los riesgos que entraña para la salud el consumo de esas sustancias, y también en torno a las consecuencias legales que implica el tráfico de las mismas”, expuso la UNAM en su boletín, emitido el 13 de mayo pasado.

A raíz de la inseguridad y el narcomenudeo en varios puntos de CU, grupos de maestros han conformado grupos cerrados en redes sociales donde intercambian opiniones respecto a los hechos que ocurren y la respuesta de las autoridades.

Un catedrático con más de 15 años en la UNAM, que prefirió mantener el anonimato, sostuvo que entre los profesores es común cuestionarse quién está detrás de la protección a los narcomenudistas, que operan con total impunidad.

“Nosotros nos planteamos que debe haber algún funcionario de mucho nivel detrás de todo esto, porque es imposible que no veamos que Ciudad Universitaria está siendo inundada de droga, que están lastimando a los muchachos, y que todo esto se haga frente a todo mundo sin que nadie haga nada.

“Algo o alguien debe estar protegiendo a estas personas porque si no, ya se hubieran tomado medidas mucho más fuertes. Y es muy triste y muy indignante pensar en eso”, expresó el catedrático.

Reporte Índigo buscó una entrevista con algún funcionario universitario para hablar sobre la inseguridad y el narcomenudeo en CU, pero no obtuvo respuesta.

Robo, principal delito

Hace poco más de dos meses, a plena luz del día y dentro de su oficina, Juan Manuel Romero Sánchez, jefe del departamento de Presupuesto de la Facultad de Filosofía y Letras, fue asaltado y golpeado.

Esta facultad se encuentra a unos metros de la Biblioteca General y muy cerca del edificio de Rectoría.

Era viernes 6 de marzo del 2015, a las 16:00 horas. Hasta su oficina llegaron sujetos encapuchados y armados. Lo obligaron a abrir la caja fuerte y se llevaron más de 300 mil pesos en efectivo, además de otros objetos de valor.

Lo golpearon en la cabeza con un arma. El golpe le provocó una conmoción y convulsiones y tuvo que ser llevado de urgencia al hospital.

El hecho se dio a conocer ese mismo día en redes sociales. Gloria Villegas Moreno, directora de la Facultad, publicó un comunicado en la página de Facebook del plantel, anunciando que se iniciarían las investigaciones por el hecho.

El ataque cobró mayor relevancia después de que en noviembre pasado, estudiantes de Filosofía denunciaron que desde la oficina de Romero Sánchez se grababan reuniones de alumnos donde se discutía el tema de Ayotzinapa.

Aunque la magnitud del robo contra Romero Sánchez no es un hecho que se presente todos los días en CU, las denuncias indican que es el delito que más se comete.

En el 2011, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal instaló en las afueras de CU la Agencia del Ministerio Público Especializada en Atención a la Comunidad Universitaria, encargada de dar atención a la población de la UNAM que acude a ese campus.

En el año 2012, la Agencia reportó la comisión de 419 delitos. En el 2013, ese número descendió, llegando a las 378 denuncias.

El mismo nivel se reportó en 2014, año en el que se iniciaron 377 averiguaciones previas, de las que 124 corresponden a delitos de alto impacto y 253 de bajo impacto.

Es decir, en CU se comete casi un delito a diario. Sin contar todos los que no se denuncian, el más común es el robo.

El año pasado, en CU se cometió el robo de 97 vehículos; se reportó el asalto a 39 transeúntes; se denunció el robo de 66 “objetos diversos”, como mochilas y computadoras; de 36 bicicletas; y de 14 teléfonos celulares.

Algunos de esos robos fueron cometidos con violencia y aun así no son denunciados, por miedo o desconfianza a las autoridades.

Tal es el caso de Nancy, una alumna de la Facultad de Medicina que hace unos meses caminaba desde su escuela hasta el metro Ciudad Universitaria. Fue asaltada frente a la Facultad de Odontología, con lujo de violencia.

“Me quitaron mi celular, se llevaron mi mochila donde traía mi iPad, pero fue horrible. El ladrón se me acercó para asaltarme, me dijo que hiciéramos como que éramos novios, me abrazo, y cuando me tenía abrazada, sacó una navaja y la puso sobre mi estómago. Ahí me quitó la mochila y tomó mi celular.

“Yo estaba petrificada. No podía hacer nada, lo tenía muy cerca. Ya cuando nadie pasaba, el tipo me jaló y me besó, me dijo unas groserías y se fue corriendo. Yo me quedé muy asustada, llorando en la banqueta”, narró Nancy, en entrevista.

Eran cerca de las 19:00 horas y ya había oscurecido. No pasó ninguna unidad de Auxilio UNAM y no se animó a pedir ayuda, por miedo a que el asaltante tuviera algún cómplice cerca de ahí. Decidió no denunciar.

“Eran solo unas cosas, y la verdad no quise que me viniera a buscar otra vez, me dio miedo y además, ¿para qué? La verdad ni creo que lo agarren”, expresó.

Sobre aviso

Las propias autoridades alertan a los estudiantes sobre la presencia de supuestos asaltantes a través de carteles pegados en postes y en las estaciones del Pumabús.

Justo frente al edificio de Rectoría, en la parada del transporte interno, un aviso impreso en una hoja de papel con el escudo de la UNAM y de la Dirección General de Servicios Generales, alertan sobre la presencia de dos sujetos que suben al Pumabús a quitar los celulares a los usuarios.

“En coordinación con las autoridades de la Policía del Distrito Federal, nos hemos dado a la tarea de localizar a estos sujetos que están cometiendo actos delictivos dentro de las instalaciones de CU. Hemos detectado a través de las cámaras de los camiones del Pumabús que se suben a estas unidades a robar celulares a los pasajeros y, no conformes con esto, golpearon a un alumno el 27 de abril frente al paso de Odontología.

“Es muy importante que denuncies si robaron tu celular o golpearon a tu compañero, mañana podría tocarte a ti”, advierte el cartel.

Salen en grupos

En la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales también tienen miedo de la inseguridad.

Según alumnos de esa escuela, ya ha habido varios asaltos a personas que caminan hacia el metro CU, en los que usan hasta perros para intimidar a los estudiantes.

De ahí que por las noches, los estudiantes han optado por formar grupos para caminar hacia el metro. Incluso, las propias autoridades han recomendado a los alumnos no ir solos una vez que ha oscurecido.

Los robos ocurren también en facultades que se encuentran en la zona más visitada de CU. Las historias son múltiples.

Al novio de Karina, estudiante de Derecho, le robaron hace unos meses una motocicleta que habían estacionado a un lado de su Facultad, en un pasillo que conduce hacia esos edificios.

Otro punto que se considera como foco rojo es el punto entre el Instituto de Investigaciones Biomédicas y la avenida Insurgentes, donde hay mucha vegetación; y el camino exterior hacia el metro Copilco, donde también se han registrado varios asaltos, sobre todo en la noche.

Ambulantaje y salones tomados

La presencia de puestos ambulantes se da, sobre todo, en las Facultades de Filosofía y Letras y de Ciencias Políticas y Sociales, las dos donde se tiene registro de que hay más movimientos estudiantiles.

En Filosofía y Letras, los más de 15 puestos ambulantes que se encuentran en el lugar son controlados, en su mayor parte, por los estudiantes que mantienen tomado el auditorio Justo Sierra, rebautizado como “Che Guevara”, luego de la huelga de 1999.

En los puestos se venden desde libros usados hasta cajitas con sushi y ropa con estampados de hojas de mariguana. Es un mercado diverso.

El patio central la Facultad de Ciencias Políticas se ha convertido en un tianguis.

Al menos 25 puestos ambulantes se ubican en ese lugar, en donde se puede comprar desde un chicle hasta una pulsera o una película de arte “clonada”.

No se trata solo de puestos pequeños dirigidos por estudiantes. En algunos casos, el tamaño de los negocios es considerable.

Aunque hay puestos de ropa, películas y discos piratas, y comida, los más grandes son los puestos de dulces, mismos que pertenecen –según los propios vendedores de la Facultad- a personas que en algún momento fueron líderes estudiantiles, aunque ahora ya tienen empleados que los atienden por ellos.

Algunos puestos que necesitan de electricidad, para conectar un horno de microondas o una freidora, se conectan de forma clandestina a las tomas que existen en las paredes de los edificios de aulas.

En algunos casos han roto los contactos para tener acceso directo a los cables y conectarse desde ahí, lo que implica hasta el peligro de ocasionar un corto circuito.

Al problema del comercio interno se le une el de los espacios “tomados”.

Por ejemplo, el auditorio es territorio de los Okupa-Che, un grupo al que las autoridades universitarias consideran minoritario, pero radical, por lo que limita el uso del recinto a otros movimientos estudiantiles.

A este movimiento se le ha relacionado con el ataque a un grupo de agentes ministeriales que habían acudido el año pasado a investigar una denuncia.

Además de este grupo, las autoridades han documentado la presencia de otras organizaciones, como el Colectivo Carlos Marx, el Colectivo Manantial y Praxis, quienes tienen tomadas otras aulas dentro de los edificios de la Facultad.

La escuela de Ciencias Políticas y sociales evidencia  un deterioro de sus instalaciones.

Algunos salones del edificio B, en la planta baja, desde donde despachaba Alejandro Echavarria “El Mosh” y otros líderes del Consejo General de Huelga siguen tomados.

El salón B-008, donde hace 16 años se discutía sobre el destino del conflicto estudiantil de la UNAM, todavía se encuentra sitiado por los estudiantes del colectivo Conciencia y Libertad, al que pertenecía “El Mosh”.

Lo mismo ocurre con otros espacios, arrebatados por colectivos como el Frente de Lucha Estudiantil Julio Antonio Mella (Fle-Jam), el movimiento Rebeldía y el Camilo Cienfuegos.

Aunado a la toma de salones y al descuido evidente en la limpieza de los edificios de la Facultad, en varios muros de la Facultad de observan pintas relacionadas con la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa.

“Los queremos de vuelta”, reclaman en los muros de Ciencias Políticas.

Corren a Ministeriales

En noviembre del 2014, un grupo de agentes del Ministerio Público acudió a las inmediaciones de la Facultad de Filosofía y Letras para investigar una denuncia por asaltos en la estación del Pumabús que se encuentra en la zona.

Los estudiantes increparon a los agentes y comenzó una gresca que terminó con personas heridas de bala y el auto de los policías ministeriales vandalizado por gente con el rostro cubierto.

La autonomía, ¿mal entendida?

Al amparo de la autonomía universitaria, los delincuentes y ambulantes han tomado ventaja en Ciudad Universitaria, ante unas autoridades atadas de manos para pedir la intervención de la justicia.

Sin embargo, la decisión de no pedir la intervención de cuerpos de policía para resguardar el patrimonio de la Universidad, es meramente política.

Gerardo Loyo, quien fuera coordinador de Normatividad en la Oficina del Abogado General de la UNAM durante la rectoría de Juan Ramón de la Fuente, sostuvo que el término de “autonomía” se ha tergiversado, pues la autonomía que la Constitución brinda a la Universidad se refiere para la autogestión, pero no para estar en un estado de excepción.

“Se ha confundido –creo yo, lo estimo así desde mi visión de abogado- el término de la autonomía. La autonomía que da la Constitución a la Universidad la dota para que se dé sus propias normas, pero no para que se convierta en una excepción al estado de Derecho y que la ponga como parte de una ínsula dentro del concierto estatal.

“Sin embargo, es tradicional que la presencia de la autoridad, históricamente dentro de los campi universitarios, ha sido mal vista por la propia comunidad universitaria”, expuso en entrevista.

Esto ocurre, consideró el abogado, por los excesos que las fuerzas del orden han cometido contra la comunidad estudiantil en eventos como el de 1968 o por el ingreso de las Fuerzas Federales en el 2000.

El ingreso de agentes del orden a las instalaciones de la UNAM no ha tenido buenos antecedentes.

En noviembre del 2014, un grupo de agentes del Ministerio Público acudió a las inmediaciones de la Facultad de Filosofía y Letras para investigar una denuncia por asaltos en la estación del Pumabús .

Los estudiantes increparon a los agentes y comenzó una gresca que terminó con personas heridas de bala y el auto de los policías ministeriales vandalizado por gente con el rostro cubierto.

Los agentes ministeriales salieron huyendo del lugar. No regresaron.

En otros casos, cuando las autoridades han tenido que ingresar para investigar la comisión de un delito, debe hacerse en total sigilo y hasta se montan operativos especiales para resguardar la integridad de los investigadores.

Por esos antecedentes, Loyo consideró que el hecho de no llamar a la actuación de las autoridades policiales tiene sentido, porque traería consecuencias muy peligrosas en la comunidad universitaria.

“Se vería muy mal, políticamente, que patrullaran los circuitos universitarios, policías auxiliares del Distrito Federal o la Policía Federal. Ardería Troya”, sentenció Loyo.

El exfuncionario de la UNAM narró que la idea de que las autoridades no pueden entrar al campus, dan a los infractores de la ley una imagen de que aquí no hay más ley que la universitaria, tanto en cuestiones graves como en situaciones absurdas.

“Recuerdo haber visto a algún conductor que venía sabiendo que le aplicaba el Hoy no Circula e ingresaba a Ciudad Universitaria si era perseguido o veía una patrulla, y se metía a los circuitos universitarios porque sabe que la patrulla no ingresa al campus universitario”, relató.

La seguridad de la UNAM está a cargo de personal de vigilancia que se encuentra apostado en las facultades o realiza rondines en autos compactos.

Sin armas y a veces en soledad, los vigilantes de la máxima casa de estudios son los encargados de vigilar la zona y hacer detenciones de posibles infractores para sacarlos de CU y ponerlos a disposición del MP. 

Sin embargo, de acuerdo con autoridades de la UNAM que prefirieron mantener el anonimato, su cuerpo de vigilancia tiene un gran problema: su personal es sindicalizado, por lo que tiene vicios propios.

Entre ellos, se cuentan que cumplen un horario estricto; tienen la posibilidad de no actuar si consideran que no deben hacerlo –bajo la protección del sindicato-; piden autorización a su gremio si son enviados a una comisión especial; o se niegan a hacer actividades que no están en su contrato.

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