Para demostrar los abusos que comete el gobierno en contra de migrantes centroamericanos, el padre Alejandro Solalinde convirtió el tradicional Viacrucis de Semana Santa que realizan cada año los indocumentados en el sur del país, en una caravana hacia la Ciudad de México que podría llegar hasta la frontera con Estados Unidos.
En los últimos días, la caravana hizo honor a su nombre y se convirtió en un verdadero suplicio para sus participantes por el asedio de autoridades para impedir su avance.
Desde su arranque, en la frontera con Guatemala, han transcurrido 23 días. La última semana, sin embargo, ha sido la más difícil para los migrantes, que hoy se encuentran en el estado de Oaxaca.
Aunque en un principio se pretendía llevar la caravana hasta la capital mexicana, ahora Solalinde ha expresado que probablemente avancen hasta la frontera norte del país.
Sin embargo, el Instituto Nacional de Migración (INM) ha repetido en múltiples ocasiones que aquellos migrantes que no tengan en regla su documentación, serán detenidos y deportados a sus países de origen.
Los migrantes de la caravana son acompañados por integrantes de Amnistía Internacional, la Brigada Internacional por la Paz y la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Amnistía Internacional ha expresado su preocupación por la integridad de los participantes en la caravana.
Ahora, debido al asedio de la Policía Federal para tratar de impedir el paso a la caravana, los ojos del mundo han volteado a ver el paso de los migrantes por México.
Larga travesía
El Viacrucis del Migrante comenzó en Ciudad Hidalgo, Chiapas. Ahí, solo siete personas arrancaron la peregrinación cargando una cruz de madera y portando su petición en una gran manta: “No más sangre”.
A pie y en vehículos, los migrantes avanzaron los casi 500 kilómetros que separan a Ciudad Hidalgo con Ixtepec, Oaxaca, el lugar donde se encuentra el albergue Hermanos en el Camino, dirigido por Solalinde.
Poco a poco se fueron uniendo más personas a la peregrinación y, bajo temperaturas de hasta 40 grados, anduvieron la ruta que recorren los indocumentados centroamericanos que buscan quedarse en México o llegar hasta EU.
El grupo de migrantes, que ya superaba los 200, fue recibido por Solalinde en su refugio y ahí se decidió que los acompañaría hasta la Ciudad de México, en un intento por mostrar la forma en que los migrantes son vejados por grupos del crimen organizado o las autoridades.
Para el recorrido, Solalinde y su equipo gestionaron la renta de tres autobuses.
Para el sacerdote, la caravana sería “la prueba de fuego” de cómo actúa el Gobierno frente a los indocumentados.
Por su parte, el comisionado del INM, Ardelio Vargas, anunció que se detendría a quienes no tuvieran permiso para estar en el país.
La intención del Instituto, señaló, era “garantizar la seguridad de las personas extranjeras que transitan por el territorio nacional” y que respetarán el libre tránsito de las personas sin importar su nacionalidad, “siempre y cuando tengan el permiso de estancia legal”.
El sacerdote y su equipo solicitaron un amparo para que los migrantes que se encuentran en la caravana puedan circular libremente. El asunto no ha sido resuelto.
Cerco policiaco
A partir del 9 de abril, no solo el albergue de Solalinde, sino la comunidad de Ixtepec, fue rodeada por más de 200 elementos de la Policía Federal que revisaban cada uno de los vehículos que entraban o salían de la ciudad.
Buscaban aprehender y deportar a los migrantes de Honduras, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Cuba que caminarían con Solalinde.
Además de los operativos y rondines, la Policía Federal instaló tres retenes con elementos armados y equipo antimotines, en las comunidades de Ixtepec, La Ventosa y Matías Romero. Su objetivo era impedirles el paso hacia la Ciudad de México.
Amnistía Internacional descalificó la actuación de las autoridades.
Ese 9 de abril, Solalinde dio a conocer que la empresa que rentaría los autobuses no les prestaría el servicio porque la autoridad los había amenazado de ser acusados del delito de trata de personas si transportaban a los migrantes.
Así, Solalinde y sus migrantes decidieron permanecer en el albergue.
Finalmente, el miércoles pasado, la caravana partió a pie rumbo a Juchitán, Oaxaca. En apoyo de los migrantes acudieron maestros de la sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), quienes esperaban un enfrentamiento con los policías.
Los agentes ofrecieron algo de resistencia, pero al final los maestros lograron abrir el retén.
Por la calle abierta pasó Solalinde y, detrás de él, decenas de migrantes con sus mochilas y sus sueños a cuestas.
Hoy, la caravana de migrantes continuará su marcha hacia la Basílica de Guadalupe.
No darán a conocer la ruta de la caravana, con la esperanza de burlar la presencia de las autoridades.