Chapulines tóxicos
La lucha por la Presidencia de la República ha provocado que las lealtades partidistas queden de lado y que los aspirantes al cargo político más importante del país busquen adherir a sus filas a cualquier figura que les ayude a ganar votos a pesar de que éstos al final podrían causar más daño que beneficio
Carlos SalazarEn la búsqueda de la Presidencia de la República el fin justifica los medios. Por lo menos ese es el paradigma que parece imperar en los cuartos de guerra de los tres precandidatos presidenciales.
En el intento por apuntalar sus aspiraciones y en algunos casos dar un doble golpe de efecto para debilitar a sus adversarios, tanto José Antonio Meade como Ricardo Anaya y, sobre todo, López Obrador han abierto las puertas para los renegados de otras formaciones políticas dispuestos a pagar el costo de su apoyo.
Algunos de los chapulines de la política se colocan de inmediato en la primera línea, otros dan el espaldarazo público mientras piden a cambio un espacio en las listas de las candidaturas y otros operan en la sombra.
Un fenómeno común es que con estos cambios de camiseta enrarecen aún más el ambiente tóxico de la política mexicana, de por sí ya polarizado rumbo a las que serán las elecciones más determinantes en la historia reciente.
Por si fuera poco, el arribo de los que antes eran rivales e incluso enemigos encarnizados de su nueva ‘casa’ ha ocasionado malestar e inestabilidad al interior de los partidos y en algunos casos la ruptura, mientras los militantes históricos observan cómo son rebasados por las recientes incorporaciones.
Los protagonistas de la carrera presidencial han venido sumando adeptos que hasta hace no mucho tiempo habrían sido impensables, y que si bien podrían sumar capital político para su causa, en algunos casos también amenazan con convertirse en apoyos contraproducentes.
Haciendo gala de un total pragmatismo, también engrosan sus respectivos proyectos con personajes de cuestionable honorabilidad en búsqueda del mayor rédito político-electoral, aún cuando podrían convertirse en un lastre que al final de la operación aritmética termine por restar y no por sumar.
En el priismo, entregado oficialmente a José Antonio Meade, existió cierta resistencia para respaldar a un candidato externo, sobre todo entre las bases militantes, y la llegada con todos los reflectores de polémicos personajes como Javier Lozano han abierto nuevamente una herida que todavía no cicatrizaba y le imprime un tono más beligerante a su campaña.
En su tercer intento por llegar a Los Pinos, Andrés Manuel López Obrador ha tomado decisiones y concretado acuerdos que han desconcertado a más de un militante de Morena, como su alianza formal con el ultraderechista PES o su pacto velado con Elba Esther Gordillo.
La invitación del tabasqueño a todos los inconformes de otros partidos ha propiciado la llegada, por ejemplo, de Gabriela Cuevas, quien alguna vez fuera una de las principales críticas de personajes sombríos como René Bejarano, quien nunca dejó de operar para AMLO o del artífice de los Amigos de Fox, Lino Korrodi, aunque la lista es muy larga.
El empecinamiento de Ricardo Anaya por convertirse en el candidato del Frente ha ocasionado un cisma al interior del PAN, enfrentamientos e incluso la salida de algunos liderazgos de peso, por lo que se terminó rodeando de la tribu de ‘Los Chuchos’, quizá los principales responsables de la debacle perredista y del controvertido Dante Delgado, líder de Movimiento Ciudadano.
Ahora, de cara a la definición de las candidaturas en los diferentes frentes y la posibilidad de que los recién llegados ocupen no sólo un lugar en la campaña sino en las boletas o en las listas, un solo cargo podría agudizar la división interna.
Las adquisiciones que agitaron al PRI
La lucha por llegar a ocupar la silla presidencial ya está en marcha y las lealtades partidistas quedaron de lado. Ahora cada militante y político independiente se mueve libremente de un partido a otro en busca de cumplir sus intereses personales. Los colores, las ideologías que alguna vez enarbolaron y hasta las ataques que lanzaron contra quienes incluso llegaron a ser sus adversarios quedaron en el olvido.
El primer movimiento que marcó el rumbo que tomaría el proceso electoral 2018 fue la decisión histórica que tomó el Partido Revolucionario Institucional de designar a José Antonio Meade como su precandidato presidencial, pues el tecnócrata nunca militó en el partido que ahora abandera y además fungió como secretario de Hacienda durante el sexenio del panista Felipe Calderón.
La estrategia de Meade de ir de partido en partido satisfaciendo sus intereses personales se ha visto replicada por otros personajes del mundo de la política, quienes además se han adherido a su equipo de campaña.
Quien abrió el camino para los chapulines fue Javier Lozano. El ahora independiente empezó su carrera política en el Revolucionario Institucional donde se desempeñó como director de Autorización y Control de Crédito Externo, coordinador de Asesores del Subsecretario de Normatividad y Control Presupuestal y director general de Normatividad y Desarrollo Administrativo; todos estos cargos durante del sexenio del expresidente Carlos Salinas de Gortari.
Posteriormente, a lo largo del mandato de Ernesto Zedillo, Lozano se desenvolvió como contralor general de Pemex, subsecretario de Comunicaciones y Oficial Mayor de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, subsecretario de Comunicación Social de la Secretaría de Gobierno y como presidente de la Comisión Federal de Telecomunicaciones.
Además fungió como vocero del PRI y como vocero de la campaña presidencial de Francisco Labastida en el año 2000.
Cinco años más tarde Javier Lozano renunció al partido que lo vio crecer para adherirse a Acción Nacional como militante y apoyar a Felipe Calderón, quien en ese momento ya se perfilaba para convertirse en el candidato a la presidencia por parte de los blanquiazules.
Después de 12 años de militancia y de haber ocupado diversos puestos al interior del PAN, de los cuales destaca su titularidad como secretario del Trabajo y Previsión Social y su puesto como senador por parte del gobierno de Puebla, el pasado 9 de enero decidió renunciar a su militancia como panista para regresar -ahora en calidad de independiente- al PRI y tomar el cargo de vicecoordinador de Mensaje y vocero oficial de la precampaña de José Antonio Meade.
Desde entonces Lozano se ha dedicado a promocionar al precandidato priista, a lanzar ataques por todos los medios posibles a Andrés Manuel López Obrador y a Ricardo Anaya, personaje al que culpa de su renuncia, de fragmentar al partido y de acabar con la democracia interna del PAN al igual que de la desbancada de militantes blanquiazules la cual comenzó con la salida de Margarita Zavala.
Detrás de Javier Lozano se incorporó al equipo de campaña del precandidato priista Julio Di Bella.
El exdirector de Canal Once, quien también renunció a su militancia, es reconocido por su cercanía con el expresidente Vicente Fox y por haber trabajado arduamente promoviendo el gobierno de Felipe Calderón así como la campaña presidencial y a la gubernatura del Estado de México de Josefina Vázquez Mota.
Durante su presentación como integrante de la campaña de José Antonio Meade, la cual se hizo a través de un video, se informó que Di Bella ayudará a construir una red ciudadana más incluyente, la cual servirá para tener un espacio de diálogo entre la ciudadanía y el candidato de la coalición “Todos por México”.
“Seguimos sumando y creciendo. Bienvenido, Julio Di Bella. ¡Todos por México!”, publicó José Antonio Meade en su cuenta de Twitter.
Meade también agradeció la adhesión de Di Bella en el audiovisual.
“Estoy muy agradecido, nos conocemos desde hace mucho tiempo, hoy de poder participar por esta vía generando este espacio de diálogo cercano”, señaló.
Morena, con los brazos abiertos
El partido político creado por Andrés Manuel López Obrador no ha perdido el tiempo en adoptar a todos aquellos políticos que no se encuentran conformes con los colores que abanderan o con las coaliciones a las que sus partidos se han adherido.
A través de invitaciones publicadas, generalmente en sus redes sociales, el exjefe de Gobierno de la Ciudad de México ha invitado tanto a militantes priistas, panistas y perredistas a sumarse a su movimiento político, llamado al que miles de políticos han respondido.
El partido que más elementos ha perdido con las invitaciones de López Obrador es el PRD.
Nada más en el Estado de México cerca de 50 mil afiliados al partido del sol azteca renunciaron a su militancia para seguir al actual precandidato presidencial de Morena.
La desbancada se dio después de que el PRD anunciara su coalición con el PAN y con MC para conformar la coalición que ahora se conoce como “Por México al Frente”, pues muchos de los perredistas aseveraron que no estaban dispuestos a contribuir a que el PAN regrese a la presidencia tras los resultados que dieron durante el sexenio de Felipe Calderón.
Entre los personajes más destacados y que defendieron la postura de los miles de renunciantes se encuentra Dolores Padierna, una de las militantes más antiguas del PRD y fundadoras del partido.
“Congruentes con los principios de izquierda, integrantes de comités municipales, presidentes de comités municipales, regidores, consejeros estatales de varios municipios del Edomex decidieron renunciar al PRD y sumarse a las filas, al trabajo de Morena para apoyar a Obrador”, aseveró Padierna a través de su cuenta de Twitter.
Al igual que su esposa, René Bejarano, mejor conocido como “El señor de las ligas”, también se unió a AMLO.
Otro caso es el de los 12 senadores del PRD que tras la salida de Miguel Barbosa para apoyar a López Obrador se le unieron dejando a la bancada del sol azteca con sólo ocho integrantes.
Entre ellos destacan Lorena Cuéllar, Luz María Beristáin, Humberto Fernández, Fidel Demédicis y Raúl Morón.
Una de las adquisiciones de Morena más recientes y polémica es la de Gabriela Cuevas, exdelegada de Miguel Hidalgo y quien con tal de obtener una diputación federal olvidó todos los ataques que en años pasados lanzó en contra de Andrés Manuel López Obrador y se pasó a su partido, en el cual le garantizaron el puesto que en el PAN se negaron a darle.
El nombre de Elba Esther Gordillo otra vez suena al interior de la campaña de AMLO, y aunque “La Maestra” no esté involucrada de forma directa muchos de sus allegados y familiares ya cuentan con papeles asignados al interior de Morena.
A Fernando Sánchez, yerno de Gordillo se le ha encargado la tarea de realizar foros de debate intelectual alrededor de la República. René Fujiwara, su nieto, es el responsable de acercar a la juventud al proyecto de López Obrador.
Entre tantos movimientos, Morena se ha convertido en un partido quimérico, al cual si se le añade la alianza que hizo con el Partido Encuentro Social, una institución que contrasta en todos los sentidos con la ideología de izquierda, difícilmente se puede catalogar como un partido congruente.
Tampoco se debe pasar por alto que una buena parte de los que ahora integran Morena se han visto involucrados en casos de corrupción, no cuentan con la experiencia política para cumplir con los cargos que se les asignan o simplemente son figuras populares a las que han apelado con el único propósito de sumar votos para la próxima elección del 1 de julio.
El Frente de Anaya
La coalición ‘Por México al Frente’ y la concepción del ‘Frente Ciudadano por México’ siempre fueron parte de un proyecto personal de Ricardo Anaya para intentar llegar a Los Pinos, una amalgama de partidos con ideologías contranatura que juntos pretenden ser competitivos electoralmente.
Anaya ha tenido que buscar en los otros partidos que conforman esta alianza (PRD y Movimiento Ciudadano) el respaldo y el acompañamiento que veces no ha encontrado en el PAN, un partido que afronta una profunda división y que podría vivir una crisis interna tras los comicios presidenciales.
Los compañeros de ruta de Anaya para buscar la candidatura presidencial han sido principalmente la expresidenta perredista Alejandra Barrales y el dirigente de MC, Dante Delgado, aunque no son los únicos que han propiciado el ascenso del queretano.
Sabedores de que sólo una alianza con el PAN podría salvarlos de la catástrofe electoral, la tribu perredista Nueva Izquierda, mejor conocida como ‘Los Chuchos’ y encabezada por Jesús Ortega y Jesús Zambrano ha impulsado las aspiraciones de Anaya dentro del PRD, partido sobre el que mantienen un frágil control.
Otro de los grupos perredistas que operaron fuertemente a favor de la alianza electoral fueron los integrantes de la iniciativa Galileos, cuyos rostros más visibles son Fernando Belauzarán y sobre todo Guadalupe Acosta Naranjo.
La postura de estos dos grupos, quienes se posicionaron por la alianza con el PAN y que directa o indirectamente apoyaban a Ricardo Anaya como el abanderado dejó secuelas al interior del PRD, lo que fue visible en el rompimiento público de algunos sectores como Izquierda Democrática Nacional, cuyos dirigentes René Bejarano y Dolores Padierna salieron rumbo a Morena.
Al éxodo perredista rumbo a Morena se han sumado otros dirigentes, funcionarios públicos y una gran cantidad de cuadros no sólo en la Ciudad de México, principal bastión de López Obrador, sino en muchas partes de la república.
Pero si la alianza dividió -aún más- al PRD, entre los panistas también hubo daños colaterales. No sólo se trata de los rompimientos más visibles como la de la exprimera dama Margarita Zavala, a quien se le cerraron las puertas de la candidatura, sino la salida de legisladores, como Gabriela Cuevas o Javier Lozano.
A eso habría que sumar a los personajes que se mantienen en las filas blanquiazules pero que se han posicionado abiertamente en contra de los métodos de Anaya y del pragmatismo de los impulsores panistas del Frente.
Entre los descontentos se encuentran los llamados senadores ‘rebeldes’ del PAN como Ernesto Cordero, Jorge Lavalle, Salvador Vega y Roberto Gil que no han renunciado al PAN pero están más fuera que dentro.
En los estados, las ‘nuevas amistades’ de Ricardo Anaya tienen descontento a más de uno, pues en el reparto de posiciones no pocos panistas se sienten ninguneados por tener que hacerse a un lado para dar entrada a un contendiente de otro partido.
Se espera que con los anuncios oficiales de las candidaturas, el éxodo de panistas o perredistas inconformes a otros partidos se pueda incrementar.