Se retira La Cigarra
Luego de casi cuatro años de publicación, este año se despide una de las revistas literarias más reconocidas de la ciudad de Guadalajara, que se caracterizó por su independencia frente a otras propuestas, que sólo daban cabida a los miembros de la comunidad universitaria.
El primer número de La Cigarra, impreso en noviembre de 2012, se título “¡Qué vivan los monstruos!”, para rememorar a esas fantasías infantiles que se escondían bajo la cama.
Luego de casi cuatro años de publicación, este año se despide una de las revistas literarias más reconocidas de la ciudad de Guadalajara, que se caracterizó por su independencia frente a otras propuestas, que sólo daban cabida a los miembros de la comunidad universitaria.
El primer número de La Cigarra, impreso en noviembre de 2012, se título “¡Qué vivan los monstruos!”, para rememorar a esas fantasías infantiles que se escondían bajo la cama.
“En el número cero de La Cigarra, el propio monstruo de este proyecto editorial, intentamos quitarle lo percudido a los mundos imaginarios, con el único temor de que algún día estos monstruos se vayan en serio y nos dejen a merced de una normalidad abrumadora”, escribieron los editores en la presentación.
Casi como un presagio, La Cigarra informó este mes que ese monstruo editorial con el que habían nacido se hibernaría bajo la cama de los proyectos literarios de Guadalajara debido a la necesidad de sus realizadores por llevar a cabo otros proyectos.
“El proyecto cierra porque después de que terminamos la carrera, o ahora que algunos están por acabar, empezamos a considerar nuevos proyectos que hacen que nos alejemos de la ciudad. Y aquí está la máquina con la que imprimimos, es por eso que se nos complica continuar”, expresó Rubén Gil, uno de los editores, en entrevista con Maspormas Guadalajara.
Esta revista literaria nació luego de un proyecto escolar de estudiantes de la carrera de Letras Hispánicas de la Universidad de Guadalajara.
Aunque no la única, La Cigarra se caracterizó por su independencia frente a otras revistas del mismo corte pero bajo la tutela de la UdeG, como Luvina o Himen, que además de ser financiadas con presupuesto universitario solamente admiten textos de estudiantes de la casa de estudios.
Su búsqueda por conocer qué hay detrás del mundo editorial y la fascinación por publicar textos que no eran admitidos en otros espacios literarios de la ciudad los motivó a mantener a flote este proyecto.
Aunque el financiamiento siempre dependió de las becas en las que los editores buscaban sostener un proyecto, que a los lectores interesados les costaba alrededor de 30 pesos.
Ya que como se lo propusieron desde el arranque de la revista, La Cigarra siempre fue editada como un arte-objeto, que no sólo fuera una revista para leer sino para coleccionar, por su apuesta a la gráfica y un diseño tipográfico especial.
Financiamiento, el problema
En enero de 2014 los editores de La Cigarra relataron en La Gaceta que para sacar el segundo y tercer número les cuadruplicaron el costo de impresión, por lo que tuvieron que buscar otra imprenta debido a que su presupuesto no podía modificarse.
“Si fue bastante gasto, para ser estudiantes. Pero creímos en el proyecto y apostamos en meterle de nuestras bolsas”, expresaron a La Gaceta, ante los cuestionamientos referentes a porqué no buscar ayuda de instituciones, o apoyos, para financiar el proyecto.
Porque el financiamiento es un punto clave para este tipo de proyecto, aunado a que el 44 por ciento de las personas en México declaró no leer por falta de tiempo, según datos de mayo de este año publicados por el Módulo de Lectura (Molec), elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
“Apostar por una revista literaria es un reto que no cualquiera está dispuesto a tomar. Los obstáculos para lograr el éxito son muchos y por lo regular los mismos: hace falta más apoyo, más financiamiento y una mejor estrategia de distribución”, escribió en 2013 Victoria de Carlos en Diario Cultura, un portal en Nuevo León.
“Las problemáticas para los editores de revistas siguen siendo las mismas desde hace décadas: financiamiento”, destacó por su parte Carlos López de Alba, asesor editorial, en La Gaceta de la UdeG.
Para el experto, todos los proyectos culturales de corte editorial deben considerar el financiamiento y la profesionalización como factores básicos para su desarrollo, además de un perfil editorial y estructura comercial sólida.
En Guadalajara han existido ya otros proyectos cuyo factor de disolución ha sido el financiamiento. La falta de espacios a los cuales dirigirse para obtener recursos y los pocos incentivos de parte de las instituciones locales de cultura, limitando el financiamiento a las becas anuales.
El silencio de Buensalvaje
Casos como el de la recientemente aparecida Buensalvaje muestran las dificultades para sostener un proyecto editorial. Aunque con un renombre a nivel internacional, por su edición local en otros países como Costa Rica, España y Colombia, la versión mexicana sólo imprimió dos números.
Editada desde la ciudad de Guadalajara, Buensalvaje se anunció para la segunda mitad del pasado 2015, imprimiendo su primer número para que circulara los meses de octubre y noviembre.
Y aunque para sus editores ya existían al menos la posibilidad de publicar seis números, sólo se lograron dos.
No obstante que hasta hoy sus editores no han fijado un posicionamiento respecto al futuro de la revista bimestral, ni los motivos oficiales respecto a su desaparición, a pesar de que logró encontrar diversos puntos de venta en el país en un corto tiempo.
Por otro lado existen proyectos como la revista de ensayo literario Divague, que optaron por mostrarse en una plataforma digital para no escatimar en los costos de impresión y distribución.
Surgida del ya reconocido taller de ensayo que José Israel Carranza ofrece en la librería José Luis Martínez, del Fondo de Cultura Económica en Guadalajara, esta revista vino a dar un impulso a un género poco desarrollado en el país.
También han surgido otros proyectos que exploran narrativas periodísticas a partir de las pequeñas historias cotidianas, como es la Revista Territorio.
Optó por la publicación de texto no tan periodísticos pero que se distribuyen a través de la red, ya que el financiamiento también ha sido un punto débil ante la poca inversión del sector privado en estos proyectos.
De esta forma es que las revistas literarias en la ciudad tal como aparecen, desaparecen. Tal es el caso de las revistas La Cigarra y Buensalvaje, mientras que publicaciones como Luvina han cimentado ya una trayectoria de más de 20 años, pero limitándose a sólo publicar textos de estudiantes de la UdeG.