Desde su reestructuración en diciembre de 2018, el Consejo Nacional para la Ciencia y Tecnología (Conacyt) ha sido blanco de innumerables críticas debido a las políticas implementadas por su nueva directora, Maria Elena Álvarez-Buylla, para el recorte de programas prioritarios dentro del organismo.
Sin embargo, oculta de la luz pública, la agenda del llamado “Nuevo Conacyt” continúa alimentando la incertidumbre de los investigadores del país, quienes no ven con claridad el rumbo que el Consejo piensa mantener de ahora en adelante.
En sus primeros cuatro meses de actividad en el régimen de la Cuarta Transformación, la incorporación de políticas de austeridad se conjugaron con un recorte general del seis por ciento para el Programa Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación así como una disminución de 12 por ciento al Conacyt; los cuales, sumados a la polémica de malos nombramientos en cargos relevantes, dieron cuenta de un mal inicio para Álvarez-Buylla en el Consejo, el cual sigue sin enderezar.
Y es que una de las críticas más frecuentes entre los investigadores y miembros de la comunidad científica del país gira en torno a la aplicación de políticas súbitas, implementadas desde el desconocimiento del funcionamiento de los programas recortados o sin un plan claro para sustituir las funciones que estos mantenían en el organismo.
Uno de estos proyectos que sufrió una estocada y cuya ausencia generó un vació de información fue la desaparición de la Agencia Conacyt, encargada de la difusión científica y tecnológica hechas en México hacia el resto del mundo.
En su consideración, los recursos para la operación de la Agencia fueron depositados en un fideicomiso de Banorte con un presupuesto designado durante el sexenio anterior, mismo que contaba con el dinero suficientes para mantener con vida a este centro de difusión hasta diciembre del 2019; esto sin afectar el presupuesto actual del Consejo.
La reportera especializada en divulgación científica detalla que el recorte que sufrió el proyecto –una cancelación que dejó sin empleo a 52 personas entre reporteros, editores, diseñadores y personal de sistemas que conformaban la Agencia– se dio de un momento a otro, sin mantener un diálogo con los involucrados o sin conocer realmente las funciones que desarrollaban en ese sitio para la institución.
“La cancelación se realizó, como todo lo que sucede en el actual Conacyt: de manera desorganizada entre las áreas involucradas. Mientras Concha Ruiz Ruiz-Funes, nueva encargada de comunicación social, nos citaba a juntas para definir lineamientos de trabajo, la doctora Álvarez-Bullya anunciaba a los periodistas que la Agencia ya no iba a continuar porque costaba más de 3 millones de pesos al mes, cifra totalmente equivocada”, detalla.
Sánchez comentó que el término del contrato que daba vida a la Agencia se dio gracias a la mediación del doctor Rafael Bojalil, exdirector de Planeación del Consejo –quien se separó de su cargo debido a las diferencias con la doctora ÁlvarezBuylla–, pudo negociar con el oficial mayor del órgano científico, Noé Ortiz, un acuerdo de terminación de contrato que fuera conveniente para ambas partes.
No obstante, con cinco años en operación, la Agencia Conacyt generaba más de 8 millones de correos electrónicos cada mes y mantenía una agenda informativa semanal para 350 mil suscriptores, también un volumen de circulación de más de 20 mil visitas diarias a sus portales y una producción de más de mil 200 entrevistas para YouTube; eso sumado al mantenimiento de una estación de radio en línea en un esfuerzo de difusión de información de ciencia y tecnología mexicana las 24 horas del día.
Ahora, en los últimos cuatro meses, el Conacyt tan solo ha generado 30 boletines de prensa en donde se difunden principalmente las participaciones de la directora del organismo en conferencias y mesas de trabajo en el país.
Iniciativas sin respuesta
En otro de los programas prioritarios que causaron gran controversia tras el anuncio de su fin, Cátedras Conacyt, se logró superar el episodio en donde la directora del Consejo llamó “colgados” a los mil 500 catedráticos que componen el proyecto, anunciando que se iba a emprender una revisión profunda del programa; sin abrir nuevas plazas pero que manteniendo las ya existentes, en una propuestas para hacer “evolucionar” la iniciativa de investigación.
Sin embargo, a pesar de que hubo un acercamiento inicial por parte de la comunidad científica a través de un escrito, la directora María Elena sigue sin facilitar el diálogo con los catedráticos del Consejo.
“Pasó un mes y no tuvimos respuesta de cuál iba a ser la estrategia de cambio, así que nos organizamos y mandamos un oficio en donde solicitamos una reunión con autoridades del Consejo para comenzar este diálogo”, comenta Iván Heredia, catedrático del Conacyt, comisionado al departamento de física del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav).
El oficio referido por Heredia, tiene la firma de 150 integrantes del programa que sigue sin respuesta hasta la fecha.
“Me preocupa la situación de Cátedras. El hecho de que no haya una respuesta formal a nuestras peticiones, a nuestra carta, al diálogo directo o a las propuestas para resolver las problemáticas de los catedráticos”, añade el investigador
“En esta investigación participaron directamente dos Cátedrás Conacyt. Y esto es un logro que no ha sido resaltado por el Consejo a pesar de que prácticamente son sus empleados.
“Lo que hemos visto en los últimos meses es que el Conacyt tiene una idea muy limitada sobre el rumbo de la ciencia y tecnología en México. Incluso han surgido conceptos como ‘ciencia neoliberal’ que a muchos nos tienen desconcertados”, mencionó.
En este sentido, el catedrático remarcó que la directora del Consejo incurre en contradicciones graves cuando por una parte, critica a la que en su consideración es “ciencia neoliberal/occidental”, calificándola como inservible –llegando a desestimar incluso la llegada del hombre a la luna– y celebrando con orgullo en otro aspecto el anuncio de la participación de mexicanos en la fotografía de un hoyo negro.
“Hay una contradicción allí. Ciencia es ciencia y no hay tal cosa como ciencia neoliberal”. remató.