De la unidad a la salvación del partido
La lucha por recuperar la fuerza que alguna vez tuvo el tricolor dependerá de su capacidad para renovarse y corregir los errores del pasado, acciones que han sido incapaces de realizar ante la lucha de poder interna que libran los militantes
Rubén ZermeñoLa historia reciente del PRI es la de un antihéroe. El tricolor pasó de ser el instituto político más importante del país a convertirse en un partido terrenal que lucha por su supervivencia.
El relato de sus últimas dirigencias es similar, cambios constantes y actos “heroicos” con métodos no convencionales para tratar de sobrevivir y seguir recogiendo migajas de poder.
El 20 de agosto del 2015 en el marco de la XXXIV Sesión Extraordinaria y Asamblea de Consejeros Políticos Nacionales del PRI, se eligió por unanimidad a Manlio Fabio Beltrones para dirigir el Comité Ejecutivo Nacional del tricolor hasta el 2019.
Eran tiempos de bonanza en los que después de dos sexenios el Revolucionario había regresado a la silla presidencial, tenía mayoría en el Congreso y los embates producidos por algunos gobernadores de extracción priista acusados de corrupción aún no pegaban, por lo que en unidad Beltrones hablaba de evolución y de seguir adelante.
Un año después, el 5 de junio del 2016, el PRI sufrió una de sus peores derrotas, en las elecciones intermedias perdió 7 de las 12 gubernaturas en juego, entre ellas cuatro en las que había gobernado de forma consecutiva durante los últimos 86 años: Durango, Quintana Roo, Veracruz y Tamaulipas.
Como lo dictan los estatutos internos, a falta de un dirigente nacional, asume la titularidad del partido el secretario general, por eso el 20 de junio del 2016, Carolina Monroy del Mazo, prima del entonces presidente Enrique Peña Nieto, llegó a la dirigencia del tricolor.
El 12 de julio de ese mismo año y por unanimidad, ya que fue el único candidato registrado como aspirante ante la Comisión Nacional de Procesos Internos del partido, Enrique Ochoa Reza se convirtió en el tercer presidente del PRI en menos de un año.
Ante dudas de la oposición y en elecciones que se fueron hasta los tribunales, el exdirector de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) logró que el partido ganara las gubernaturas en el Estado de México y en Coahuila en 2017.
También durante su gestión expulsó del partido a Javier Duarte, a Tomás Yarrington y suspendió los derechos de Roberto Borge.
Un año después, el 12 de agosto, en la XXII Asamblea Nacional del PRI, Ochoa Reza encabezó la apertura de las puertas y quitó los candados del partido para que sociedad, militantes y simpatizantes participaran como candidatos en las elecciones de 2018, lo cual fue alejando al tricolor de sus bases y comenzó a ocasionar fracturas al interior.
En plena contienda electoral y con un candidato presidencial como José Antonio Meade que no levantaba en las preferencias a causa de su separación con la militancia, Ochoa Reza renunció al encargo.
“Ha sido el más alto honor en toda mi trayectoria profesional haber servido a mi partido. Como Presidente Nacional del PRI tuve la oportunidad de convivir con nuestra militancia, escuchar sus voces, conocer sus propuestas y compartir sus anhelos”, dijo.
El lugar de Ochoa no fue ocupado por la entonces secretaria nacional, Claudia Ruiz Massieu, quien se encontraba de permiso, por lo que inmediatamente tomó las riendas del partido René Juárez Cisneros, el hombre de confianza del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y uno de los militantes de cepa del PRI. Su objetivo era recuperar la mayor cantidad de votos y mantener con vida al partido.
La historia de Juárez Cisneros fue similar a la de Manlio Fabio Beltrones, tras la peor derrota electoral de su historia, decidió dejar la dirigencia dos semanas después de las elecciones, el 16 de julio del 2018, fecha en la que Claudia Ruiz Massieu tomó la titularidad de un partido golpeado y dividido.
Seguidores en riesgo
El tricolor no sólo mantiene entre disputas a los grupos de poder internos, sino que –de una forma más alarmante– están perdiendo buena parte de su credibilidad entre la base militante de la organización.
Los constantes escándalos de corrupción, la ausencia de unidad entre comités regionales y el peso de los resultados obtenidos en los pasados comicios presidenciales terminaron de desgastar al grueso de los simpatizantes de un partido carente de victorias.
Este fenómeno provocó que los dirigentes estatales del PRI emprendieran un proceso de reafiliación y atracción de la militancia a lo largo del territorio nacional. Una jugada que obtuvo mayor visibilidad en dos de los estados en donde este año se jugarán elecciones ordinarias: Durango y Baja California.
En Durango, el presidente estatal, Luis Enrique Benítez Ojeda anunció el inicio el pasado 19 de febrero de la jornada de refrendo y participación para la elección de los próximos candidatos del partido a los 39 ayuntamientos en juego.
Sobre el proceso de ratificación de la militancia, Benítez Ojeda perfiló que los trabajos se mantengan activos hasta finales del 2019, con el objetivo de estimular el sentido de pertenencia y la convicción de los integrantes de los mil 400 comités seccionales del estado.
Por su parte en Baja California, se llevó a cabo durante el pasado fin de semana un proceso de votación interna para la elección de los candidatos que tendrán a bien representar al tricolor en la contienda para la gubernatura del estado.
No obstante, el ejercicio del PRI en la demarcación se vio reducido por la poca participación que se generó durante la jornada de votación y, en un hecho singular, la participación de decenas de empleados de la empresa Izzi, los cuales llegaron “en bola” a emitir su voto.
Ante esto, David Ruvalcaba Flores, dirigente estatal del PRI y líder del Sindicato Industrial de Trabajadores y Artistas de la Televisión y Radio (Sitatyr) en Tijuana, negó que existiera intromisión de la empresa de telecomunicaciones en los asuntos del partido.
Otros de los estados en donde el PRI arrancó jornadas para el refrendo de sus militantes de forma reciente son Oaxaca y Nuevo León, sin que en ninguno de éstos se mantengan números destacados de participación.
De no hacerse los ajustes necesarios y enfocar los esfuerzos en la contención de la desbandada de integrantes del organismo como la ocurrida durante los dos primeros meses del año en los cuales sufrió una fuga de militantes en todo el país como en el caso del senador Noé Castañón, el regidor Francisco García y César Augusto Santiago, los líderes del PRI tendrán que comenzar a planear cómo mantener sus registros tras las elecciones del próximo 2 de junio.
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