Decadencia Americana

Estados Unidos atraviesa una crisis que poco a poco desmorona al país. La emergencia sanitaria por la adicción a los opiáceos, la falta de regulación de armas y el racismo exacerbado desde la llegada de Donald Trump al poder pusieron fin a lo que alguna vez se conoció como el sueño americano
Carlos Salazar Carlos Salazar Publicado el
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Más allá de los exabruptos del presidente Donald Trump, de sus polémicas reformas y propuestas, del giro de su política exterior o de las controversias que rodean a la Casa Blanca, los Estados Unidos se encuentran inmersos en una espiral de decadencia social de secuelas imprevisibles.

En medio de una emergencia sanitaria derivada de la adicción a los opiáceos, de un racismo que se ha exacerbado exponencialmente, con la violencia por arma de fuego en niveles críticos, con una sociedad fragmentada y, por si fuera poco, con una industria del entretenimiento salpicada por constantes escándalos, la crisis es innegable.

Las señales han estado presentes durante años y el proceso de descomposición se ha venido gestando lenta pero constantemente; aún así la fractura social nunca ha sido tan evidente como hoy.

La declaratoria de emergencia nacional por la epidemia en el consumo de estupefacientes no ha sido más que la consecuencia natural de un proceso de devastación que podría superar los estragos causados por la heroína durante las décadas de 1960 y 1970 o el crack en la década de los 80.

Sin embargo, a diferencia de anteriores epidemias por el consumo de drogas en la historia reciente, donde el mayor impacto se encontraba claramente delimitado a asentamientos urbanos de clase baja, principalmente de la comunidad afroamericana, la emergencia por los opiáceos afecta prácticamente todos los estratos y su escala es mucho mayor.

Tan sólo en 2016, se calcula que más de 60 mil estadounidenses murieron a causa de una sobredosis (una cifra superior a los decesos por accidentes de tráfico o los relacionados con armas de fuego), y entre ellos, la mayoría habría estado relacionado con el abuso en el consumo de opiáceos, ya sea pastillas de prescripción médica, heroína u otros sustitutos.

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Estadounidenses murieron en 2016 a causa de una sobredosis de opiáceos

Otra de las grandes amenazas para la vida de los estadounidenses es sin duda la falta de  una regulación más estricta para el acceso y posesión de armas de fuego de alto poder, lo cual quedó de manifiesto tras la masacre en Las Vegas en octubre pasado (el más letal en la historia de ese país perpetrado por un solo tirador) o el tiroteo en Texas a principios de mes.

Pero además de la multiplicación de los tiroteos masivos que se han cobrado cientos de vidas, esto es sólo la superficie de un problema de mucho mayor alcance en donde intervienen factores sociales, culturales y por supuesto políticos.

En los últimos años el número de incidentes relacionados con armas de fuego y las víctimas fatales por el mismo fenómeno ha venido incrementándose sistemáticamente. Tan sólo en 2016 la asociación Gun Violence Archive calculó que hubo más de 15 mil muertos por incidentes relacionados con armas de fuego, sin contar los suicidios.

15,000
Muertes en EU por incidentes relacionados con armas de fuego, sin contar los suicidios, calculó la asociación Gun Violence Archive

Si bien los ataques por arma de fuego tienen diferentes motivaciones, el componente racial continúa siendo un factor decisivo para muchas de las formas de violencia, y aunque el racismo y la xenofobia son conductas que siempre han estado presentes en la sociedad norteamericana, en los últimos tiempos se han vuelto más evidentes.

Ni siquiera la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca en 2008 pudo incidir para aliviar la tensión racial -una herida que ha permanecido abierta por décadas- y la irrupción de Donald Trump ha hecho que resurjan falsos sentimientos patrióticos basados en un profundo rechazo a las minorías.

La irrupción de Donald Trump ha hecho que resurjan falsos sentimientos patrióticos basados en un profundo rechazo a las minorías

No sólo los afroamericanos siguen viviendo episodios violentos y discriminatorios a lo largo del país -quizá la herida social más añeja en la sociedad estadounidense- sino que en los últimos años el rechazo se ha extendido a la comunidad migrante, principalmente hacia los latinos y los musulmanes, quienes hoy viven una persecución en todo sentido.

El proceso de descomposición social se ha agudizado, y las raíces de la decadencia son profundas. Hoy Estados Unidos está lejos de ser esa nación que prometía la realización a través del sueño americano.

La gran emergencia sanitaria

La mayor amenaza para la salud y la vida de los norteamericanos en la actualidad es la crisis por adicción a los opiáceos, desde aquellos prescritos por receta médica hasta la heroína u otros compuestos sintéticos.

Tan sólo en 2016 se calcula que de las más de 60 mil muertes relacionadas con el consumo de drogas en Estados Unidos, unas 35 mil se derivaron por el abuso de sustancias derivadas del opio y se espera que en 2017 se vuelvan a batir todos los récords a pesar de la declaratoria de emergencia nacional.

35,000
Norteamericanos murieron en 2016 por el abuso de sustancias derivadas del opio

Pero hay otros daños colaterales que no son tan visibles y que se pueden agravar, como el incremento en la tasa de orfandad o la exposición de menores al consumo de drogas, el origen de problemáticas sociales futuras.

La raíz del problema, que se ha venido agravando en la última década, estuvo en la adicción generada por los opiáceos legales, los cuales fueron recetados de forma indiscriminada por muchos médicos, sumado a una agresiva campaña publicitaria por parte de las compañías farmacéuticas.

La adicción generada por los opiáceos legales se dio a raíz de que fueron recetados indiscriminadamente por muchos médicos. Cuando el gobierno de EU quiso restringir su acceso los ya adictos recurrieron a la heroína y otras drogas sintéticas

Posteriormente, cuando este problema comenzó a salirse de control, el gobierno estadounidense quiso restringir el acceso a los medicamentos prescritos, pero el daño ya estaba hecho, y rápidamente los ya adictos recurrieron al consumo de heroína y otras drogas sintéticas como una alternativa. Desde entonces, el consumo no ha parado de crecer.

A raíz de la gran demanda de la heroína y sus derivados, los grupos criminales –de China y principalmente los mexicanos- se adaptaron a esta nueva circunstancia e inundaron las calles de Estados Unidos de producto.

Si para los Estados Unidos la adicción a los opiáceos se ha convertido en una emergencia sanitaria, para México, su vecino del sur, se ha traducido en un factor más para ahondar la violencia y la crisis de inseguridad que se vive.

Ante la creciente demanda de drogas ilegales, los cárteles del narcotráfico han elevado la producción de amapola, lo cual ha derivado en enfrentamientos cada vez más violentos entre diversos grupos criminales que luchan por el control del territorio y las rutas de transporte, dejando un rastro de violencia en las zonas rurales, principalmente en la región de Tierra Caliente en los estados de Guerrero y Michoacán.

Ante la creciente demanda de drogas ilegales, los cárteles del narcotráfico han elevado la producción de amapola, lo cual ha derivado en enfrentamientos en diversos estados del país

La reacción por parte del gobierno estadounidense ha sido tardía y por el momento se ha enfocado en los síntomas y no en la enfermedad, pero mientras siga habiendo demanda, la oferta estará ahí de un modo u otro, con secuelas en ambos lados de la frontera.

Enemigos externos

Precisamente una parte central del ideario de Donald Trump, desde que anunció su intención de llegar a la Casa Blanca, se ha basado en la identificación de los enemigos del pueblo estadounidense, y en su primer discurso como aspirante fue contundente en contra de los mexicanos, generalizando a los migrantes de este país como narcotraficantes y delincuentes.

Desde su primer discurso como candidato, Trump fue contundente contra los mexicanos. A los migrantes los catalogó de narcotraficantes y delincuentes, mientras que a la comunidad musulmana, la señaló como la causante de los males que aquejan a la sociedad de EU

Aunque es cierto que no ha podido implementar una política migratoria tan severa como la que pretende debido a la resistencia legislativa y a la rebeldía de algunas ciudades o estados, la situación de los migrantes en muchas partes del territorio se ha convertido en un martirio.

No sólo se tienen que enfrentar a la persecución oficial por parte de las autoridades migratorias y de seguridad, sino al acoso constante por parte de otros sectores que se identifican con el discurso de Donald Trump.

Desde la campaña presidencial los ataques verbales y en ocasiones físicos hacia la comunidad migrante se han multiplicado; la intolerancia y la xenofobia están en su máximo apogeo y cada vez hay menos espacios seguros para aquellos que fueron a Estados Unidos en busca de mejorar su calidad de vida.

Los ataques verbales y, en ocasiones físicos hacia la comunidad migrante, se han multiplicado. La intolerancia y la xenofobia están en su máximo apogeo

El mayor golpe oficial para la comunidad migrante ha sido la cancelación del programa DACA, que daba garantías a los migrantes que llegaron a Estados Unidos en su niñez y que ahora están en el limbo.

Una situación similar están viviendo los integrantes de la comunidad musulmana, otro sector a quien se ha colocado la etiqueta de ser los causantes de los males que aquejan a la sociedad estadounidense, una generalización que no corresponde a la realidad.

Desde los días posteriores a los atentados del 11 de septiembre de 2001, no había existido tal persecución en contra de los migrantes musulmanes y el veto migratorio desde la Casa Blanca a países de mayoría musulmana no ha hecho más que reforzarlo.

En un país que ha llegado a ser lo que es debido a la inmigración y a la diversidad, hoy impera la fragmentación, la división social, el rechazo y la intolerancia.

Los migrantes en EU enfrentan la persecución de las autoridades migratorias y de seguridad, además del acoso constante de quienes se identifican con Donald Trump

Odio y violencia

La grave descomposición social que se vive en Estados Unidos se ha hecho más visible por los tiroteos masivos que se han suscitado en los últimos años y por la creciente tensión racial, dos circunstancias que son síntomas de factores incrustados profundamente y cuyas heridas no han podido ser cerradas.

En junio de 2015, durante el mandato de Barack Obama la tragedia en Charlestone, Carolina del Sur, en donde 9 afroamericanos perdieron la vida en una iglesia a manos de un tirador blanco fue un duro golpe de realidad al estar involucrados tanto la motivación racial como el debate del control de armas de fuego.

Para muchos, este fue uno de los momentos clave en la presidencia de Obama, exponiendo su fracaso para intentar disminuir la brecha racial y la imposibilidad de sacar adelante una legislación más estricta en el control de armas. Hoy ambos fenómenos permanecen arraigados.

El ataque en Charleston, sumado a diversos casos documentados de brutalidad policiaca en contra de afroamericanos, fue la chispa que encendió una nueva ola de indignación que fragmentó aún más a la sociedad estadounidense con el componente racial en el centro del debate.

En 2016, tras una protesta en Dallas, Texas, en contra de los abusos policiacos, un afroamericano, exveterano del Ejército, asesinó a cinco policías y dejó a 7 más heridos, su justificación fue que estaba enfadado con los blancos.

En EU el odio no se limita a la cuestión racial. Hecho que quedó evidenciado el 1 de octubre pasado cuando Stephen Paddock disparó desde su habitación de hotel en Las Vegas hacia una multitud que asistía a un festival de música country

Pero el odio adopta muchas formas y en los Estados Unidos no se limita a la cuestión racial, como quedó evidenciado el 1 de octubre pasado, cuando Stephen Paddock, un jubilado de 64 años disparó desde su habitación de hotel en Las Vegas hacia una multitud que asistía a un festival de música country.

Paddock asesinó a 58 personas e hirió a más de 500 en lo que es la mayor masacre perpetrada por un solo tirador en la historia de los Estados Unidos.

Poco más de un mes después, la pesadilla del tirador solitario se repitió, esta vez en una pequeña iglesia de la localidad de Sutherland Springs, Texas, cuando Devin Kelley, un exmilitar con antecedentes de violencia doméstica abrió fuego en contra de los feligreses matando a 26 de ellos.

Lamentablemente, estas tragedias no son casos aislados.

Tan sólo en lo que va de 2017, la organización Gun Violence Archive ha documentado al menos 321 tiroteos masivos y más de 55 mil incidentes relacionados con armas de fuego donde más de 13 mil personas han perdido la vida en Estados Unidos. Con esta tendencia, el año terminará superando todas las estadísticas previas.

En lo que va de 2017, la organización Gun Violence Archive ha documentado al menos 321 tiroteos masivos; con esta tendencia, el año superará todas las estadísticas previas
55,000
Incidentes relacionados con armas de fuego se han documentado en 2017
13,000
Personas han muerto en EU este año en incidentes con armas de fuego

A pesar de las tragedias masivas y de tener el ‘liderazgo’ de mayor índice de personas asesinadas de fuego entre los países desarrollados, el debate sobre el control de armas continúa estancado.

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