Miradas tristes, llanto, velas, un altar, flores y hasta mariachi fue la despedida que vecinos que habitaron en el número 455 de la avenida Pacífico brindaron al edificio de seis pisos y fachada café que allí se ubicó durante 42 años y que resultó afectado por el sismo del pasado 19 de septiembre.
En el lugar, Doly Esmeralda Reyes llora mientras deposita una flor al pie del edificio que fue su hogar durante ocho años, junto con sus papás y su hermana.
“Era mi casa, viví cosas maravillosas en este lugar en el que también conocí la solidaridad de las personas que nos ayudaron, pero también la dificultad que representa salir adelante después de una catástrofe natural en este país”.
Doly explicó que por ahora, ella y su familia rentan un departamento por nueve mil pesos, aunque afirma que mes a mes reciben la caridad de amigos y familiares, quienes colaboran para que ellos puedan seguir pagando.
“Lo único que tenemos seguro es que lo van a demoler, por eso quisimos hacer esta ceremonia de despedida aunque todavía no sabemos qué es lo que va a pasar con la reconstrucción del edificio”, explica la joven a la que sus vecinos califican como “la que más ama el edificio”.
Mientras el mariachi toca Las golondrinas, Esther Medina, recuerda el momento exacto en el que llegó al edificio: noviembre de 2010. Junto con sus hijos y su esposo habitó el inmueble.
Esther agradece a una de sus vecinas haber cuidado a su hija Aura de 13 años de edad, quien padece asma, en los días posteriores a la emergencia cuando su situación era incierta y no tenían ni siquiera un techo para protegerse, la abraza y le repite “gracias por ayudarnos a prender nuestra esperanza”.
Explica que después del sismo pasaron días enteros al pie del edificio a la espera de que las cuadrillas de rescate les permitieran ingresar por sus cosas.
Ella, quien era propietaria del departamento, señala que renta una vivienda, asegura que se trata de un lugar alejado a las comodidades que tenían en su hogar, aunque al menos se encuentra en la misma zona.
“Las rentas en el rumbo son muy altas y no podemos irnos, tenemos nuestra vida aquí y tenemos que estar cerca porque se nos convoca a juntas para conocer la situación del edificio.
Afirma que la única ayuda que han recibido es el pago de tres mil pesos durante tres meses para el paso de renta; sin embargo, le parece insuficiente y explica que hasta ahora no existe ningún plan para la reconstrucción del edificio en el que habitaban 26 familias.
Respecto a los requisitos que solicita en gobierno capitalino para acceder a recursos económicos puntualizó, “nadie estaba preparado para el temblor, ni nosotros ni el gobierno, no nos pueden exigir predial, escrituras, pago de servicios, todo en orden para poder acceder a los apoyos, no somos ciudadanos ejemplares”.
El frio no impidió que los inquilinos del edificio y vecinos acudieran a la despedida, la reunión sirvió también para reencontrarse, para abrazarse y preguntar ¿en dónde estás viviendo?.
Los vecinos se organizaron y además de mariachi llevaron a la reunión pan, café y atole, que recibieron con gusto los asistentes para aminorar los estragos de las bajas temperaturas.
También estuvieron invitados los elementos de Protección Civil y Policías que mantienen guardia en la Avenida Pacífico casi esquina con División del Norte, que se encuentra cerrada a la circulación por el riesgo de colapso del edificio que se sostiene con innumerables polines de madera.
La fotografía de un hombre en un marco azul recuerda la memoria de un arquitecto quien falleció el 5 de enero, a decir de los vecinos murió de tristeza luego de que su familia se tuvo que separar: su esposa con unos familiares y él en una bodega para cuidar lo que pudo rescatar del edificio.
Mientras el mariachi recuerda que “la ciudad es chinampa en un lago escondido”, los vecinos observan el edificio que fue su hogar hasta el pasado 19 de septiembre antes de que sea demolido.