[kaltura-widget uiconfid=”38728022″ entryid=”0_wsy2yzul” responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”75%” /] Las personas indígenas que pertenecen a la diversidad sexual sufren discriminación que proviene desde dos frentes.
Estas mujeres, hombres o individuos no binarios son agredidos por sus preferencias sexuales e identidad de género en la sociedad mexicana en general, pero incluso dentro de la comunidad LGBTTTIQA son tratados de forma diferente debido a su procedencia étnica, color de piel o vestimenta.
Karla Rey resalta en cualquier lugar al que asiste. Esta joven oaxaqueña se hace camino entre la gente que toma fotos o descansa por la zona de Bellas Artes.
Desde lejos se puede distinguir por su traje de tehuana con bordados verdes y flores en tonos cálidos. En su ropa se aprecian casi todos los colores del arcoíris que simboliza la diversidad sexual, una comunidad que celebra mañana el Día Internacional del Orgullo LGBTTTI+ con marchas en todo el país.
Esta oaxaqueña porta rebozo y trenza su cabello con listones azules porque es muxe, un tercer género reconocido por el pueblo zapoteco desde tiempos prehispánicos.
En un artículo, Juan Antonio Flores Martos, profesor de antropología social en la Universidad de Castilla-La Mancha, menciona que el término nativo empleado en el Istmo de Tehuantepec para aquellos que adoptan una identidad social y genérica diferente a la masculina y femenina es el de muxe, escrito también indistintamente con la grafía muxhe o mushe.
“Ser muxe es un cargo social muy importante porque ves por tu familia, ves por la unión de tus padres, por su salud y la de tus hermanos y también das a la sociedad”, describe la mujer muxe.
Karla siempre fue respetada por las labores que realizaba en su natal Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, sin embargo, conoció la discriminación por su identidad de género desde que decidió migrar a la Ciudad de México.
“Rigoberta Menchú” o “mesera” son palabras que son usadas en su contra de forma peyorativa por parte de integrantes de la comunidad LGBTTTIQA y la sociedad en general.
“Personas de la comunidad dicen ya vienen las muxes, estas son las del pueblo. También nos dicen que sólo nos vestimos así para llamar la atención”, afirma Karla.
Esta muxe tiene muchas experiencias de discriminación, entre ellas describe que invitó a un amigo a la premier de Casa Roshell, un documental en el que participó y este le pidió que cambiara su forma de vestirse.
“Me dice ‘oye yo veo a las demás chicas, eran chicas trans y travestis, y creo que ya deberías cambiar tu forma de vestir porque ya en algún momento te pueden decir Rigoberta Menchú’. Yo no le dije nada, pero lamentablemente me dolió en mi corazón porque Rigoberta Menchú ha hecho muchas cosas por los pueblos indígenas… Ya ese tipo de comentarios los dejo a un lado porque no te dejan crecer como persona”, describe.
Karla concluye que las muxes siempre han sufrido discriminación, pero que eso no hace que se sienta mal.
“Siempre hemos sufrido discriminación, pero siempre hemos sido muy aguerridas. Siempre hemos demostrado a la sociedad istmeña, a la oaxaqueña y a la comunidad internacional que somos trabajadoras, tenemos oficios, somos bordadoras, cocineras y ayudamos a nuestros padres…”, concluye.
Rechazada en su propia casa
Daniela Vázquez es una mujer que habla sobre su identidad de género sin problemas y no teme aceptar su pasado.
Nació en Acatlán en el municipio de Chilapa de Álvarez, Guerrero, una comunidad nahua con 4 mil habitantes aproximadamente.
Al contrario de Karla, Daniela fue discriminada en su lugar de origen y aceptada en la Ciudad de México.
“En Acatlán hasta ahora no se sabe de una persona que se asuma abiertamente homosexual o lesbiana. En náhuatl no existe una palabra para designar a una persona gay o a una lesbiana, mucho menos a una persona trans”, explica la joven en entrevista.
Daniela narra que salió a los 15 años de su comunidad. Siempre ha tenido el apoyo de sus padres, pero dejó Guerrero como un tipo de exilio porque les causaba mucha incomodidad a su familia.
La mujer menciona que la imagen social de las familias y el prestigio es algo que se cuida mucho en la tierra que nació y tener un hijo que se asume abiertamente como gay, lesbiana o trans es algo impensable.
“Es por eso que salgo de Acatlán y también porque tenía muchas riñas con mi papá. No le gustaba mucho mi expresión de género porque yo siempre fui muy femenina, incluso antes de mi transición. Me gustaban puras cosas de niñas, jugaba con mis primas, me salía de mi casa con la excusa de ir a jugar con mi primo cuando en realidad iba a jugar con mis primas a las muñecas”, narra.
Por otra parte, Daniela es vicepresidenta de Almas Cautivas, una asociación civil sin fines de lucro que trabaja a favor de la población LGBTTTI+ que se encuentra en prisión.
Esta joven guerrerense asume que es privilegiada porque nunca ha sufrido violencia física por su identidad de género ni étnica, no obstante, afirma que muchas mujeres en su misma condición sí son agredidas.
“Entre la diversidad también hay mucha discriminación y toda la sociedad somos muy discriminadores. En los centros penitenciarios, las personas trans indígenas reciben un trato de rechazo. Dicen cosas como ‘con este tono de piel jamás va brillar en sociedad, no puedes ser bonita siendo de ese color o ella es india’”, comparte la también activista.
Daniela asegura que se tiene que analizar y erradicar este fenómeno en el que que las personas inferiorizan a otras personas por su tono de piel o porque son de clase baja.
Esta mujer añade que es absurdo que una persona trans se burle de alguien por ser indígena porque las dos se encuentran en una situación de vulnerabilidad.
“El orgullo no sólo tiene que ser por ser una mujer trans, sino que también tiene que ser por pertenecer a una comunidad indígena, por tener un origen étnico, eso también nos tiene que hacer sentir orgullosas, el saber que pertenecemos a culturas ancestrales que tienen una cosmovisión y una forma de ver la vida y que han sabido prevalecer todo este tiempo a pesar del mestizaje”, finaliza Daniela.
Exclusión entre iguales
Elvia González del Pliego, coordinadora del programa de Asuntos de Género de la Universidad Iberoamericana, considera que si la comunidad LGBTTTIQA discrimina a las personas indígenas que forman parte de la diversidad sexual es por pertenecer a grupos étnicos y por su situación de pobreza
“La discriminación es porque se cruza con otras discriminaciones y hay discriminaciones que se dan en ciertos grupos poblacionales, por ejemplo, en donde la situación socioeconómica de las personas es baja o en donde hay niveles menores de educación”, afirma la coordinadora.
La académica dice que la discriminación de personas de la diversidad sexual dentro de sus propias comunidades indígenas sí está comprobada por varios estudios, pero que no se puede generalizar en los 68 pueblos indígenas de México.
“He visto que en Amealco (Querétaro) con los grupos otomíes es mucha la discriminación porque ahí está muy fuerte la heteronormatividad. Solamente se dan relaciones entre hombre y mujer y para fines de reproducción. Todo lo que queda fuera de ello es algo que de una manera generalizada se considera fuera de la norma y es extraño”, describe González del Pliego.
Elvia González narra que en alguna ocasión observó en esta comunidad cinco chicos que intentaban golpear a otro porque consideraban que era gay. También afirma que en conversaciones con jóvenes detectó que las personas de la diversidad sexual no creen posible poder expresar con plenitud su orientación en las comunidades indígenas y por eso tienen que migrar.
En el mismo sentido, Jorge Mercado Mondragón, profesor adscrito al Departamento de Sociología de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), comentó que las personas que forman parte de la diversidad sexual y son indígenas son objeto de racismo cotidiano sólo por serlo.
“En un indígena homosexual hay una doble o triple vulnerabilidad para la persona y esto violenta sus derechos humanos”, declaró el académico en la mesa de diálogo Diversidad sexual en zonas indígenas que se realizó este mes en el marco de la quinta edición de la feria Librofest 2018.
El académico dijo que cuando las comunidades indígenas están sujetas a sistemas normativos inflexibles y rígidos, la diversidad sexual no puede emerger y se generan estigmas en ese sentido, y agrega que lo grave no es sólo el hecho de que los estigmas no han terminado, sino que el tema está invisibilizado.
“Para este país los indígenas homosexuales no existen ni para el sector público, ni para el Estado y lo peor es que tampoco para la Academia, pues a la fecha son contadas las investigaciones realizadas al respecto y éstas han sido desde la perspectiva antropológica al abordar el tema del padecimiento del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH)”, comenta Mercado Mondragón.
En consecuencia, explica, se carece de estadísticas respecto al número de personas de sexualidad diversa en México.
“Quizás las personas de la diversidad sexual más visibles son los muxes en Juchitán, Oaxaca, por el trabajo que han hecho en torno a los derechos humanos y la diversidad sexual en el Istmo de Tehuantepec”.
De la población indígena en México se sabe que está conformada por 68 grupos indígenas y asciende a 12.5 millones de personas aproximadamente y representan alrededor del 10 por ciento de la población total, siendo los nahua la población indígena que predomina.
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