El equipo del Presidente Andrés Manuel López Obrador ha planteado la necesidad de incrementar la edad de jubilación ante el aumento de las personas de la tercera edad en México.
Esa opción puede ser viable en lo económico, pero no contempla las condiciones laborales de precariedad que existen para los adultos mayores.
Además de esta opción, López Obrador se comprometió en campaña a duplicar el monto de la pensión a los adultos mayores que sería alrededor de 2 mil 300 pesos cada bimestre.
Actualmente los cotizantes del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) pueden retirarse a los 65 años.
El Secretario de Hacienda y Crédito Público, Carlos Urzúa, y Gerardo Esquivel, propuesto como subgobernador del Banco de México, hablaron sobre un aumento de tres años más de labores. Es decir, un trabajador podría recibir los beneficios de una jubilación hasta los 68 años.
“La transición demográfica y el crecimiento de la población de 60 años y más en sí mismo no es un desafío pero sí representa un reto para la política pública y las instituciones encargadas de atender los efectos derivados del envejecimiento de la población con la intención de permitir el desarrollo humano integral de todos las personas adultas mayores”, señala el Programa Anual de Trabajo 2018 del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores, (Inapam).
“Con los adultos mayores hay que pensar en nuevos modelos de producción para hacerlos activos económicamente, se tienen que volver una fuerza de trabajo, hay que repensar de qué manera se convertirán en trabajadores”, dijo el etnógrafo Alejandro González Villarruel, de la Universidad Nacional Autónoma de México, en entrevista con Reporte Índigo.
La permanencia de las personas de 60 años y más en el mercado laboral es una alternativa. Sin embargo, la oferta de trabajo a la que pueden acceder está en condiciones precarias.
Trabajar por muy poca paga
Jesús León está por cumplir 60 años, de los cuales cuatro los ha dedicado a limpiar las estaciones del Metro en la Ciudad de México. Mientras él trabaja para cotizar para una pensión, José Morales, de 78, ha pasado dos años como empacador en una tienda Soriana porque el empleo de toda su vida no le permitió adquirir esta prestación económica.
Jesús se integra a los más 6 mil empleados que se encargan del aseo de las 195 estaciones del Metro mediante una empresa contratista.
“Nos pagan muy poco. Nos dan mil 200 a la quincena y mi horario de trabajo es de 7:00 de la mañana a 3:00 de la tarde. Nos dan un día de descanso entre semana y sábado y domingo tenemos que trabajar”, señala Jesús, quien no cuenta con otras prestaciones.
Pese a las adversidades, Jesús León reconoce que le gusta el trabajo que realiza en la estación Guelatao de la Línea A.
“Me gusta lo que hago, se ve bonito que esté limpio esto pero luego hay mucha gente a la que le molesta que uno le pida permiso para darle una ‘limpiadita’. A veces se me baja la moral por eso. Para nosotros que ya estamos grandes el trabajo es muy cansado, luego nos regañan por motivo de que está sucio”, lamenta.
Además de aspirar a una pensión, Jesús León tiene la necesidad de mantener a su esposa de 56 años y a su hija de 36 quien no puede trabajar porque tiene una discapacidad.
Ya está acostumbrado, asegura. Se incorporó al mercado laboral a los siete años como vendedor de ropa y luego trabajó en varias empresas antes de laborar en el Metro.
José es uno de los 28 mil integrantes del programa de empacadores voluntarios que surgió en 2004 por iniciativa del Inapam y la vinculación con tiendas de autoservicio. Este establece que los comercios no deben estar a más de 30 minutos de distancia de la vivienda del adulto mayor.
“Vine aquí porque me queda a 15 minutos y corrí con suerte. Mi turno es de 9:00 a 1:00, lo elegí porque me gusta más. Me dan media hora de descanso. Trabajo casi toda la semana, nada más nos dan un día para descansar”, comenta.
José Morales agradece que no está enfermo y aún pueda trabajar. De seguir como empacador hasta que cumpla 80 años será uno de cada cuatro hombres que continúan trabajando hasta esa edad en México, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
“Aquí no tenemos sueldo, dependemos de lo que nos da la gente. Sacamos 100 pesos, a veces 80 cuando de plano no nos va bien y cuando nos va bien como 150 y ya con eso se va uno más contento”, confiesa.
La medición de la pobreza elaborada por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) en 2016 arroja que 14.4 por ciento de la población de 65 años o más carece de acceso a la seguridad social, como la esposa de José.
“Aquí está tranquilo y me llevo unos centavitos para comer, como tengo a mi esposa enferma de diabetes, seguido va al médico, con eso nos la pasamos, ya sin molestar a los hijos. Tuve siete, pero se casan y se van”, revela.
Además de la inclusión social de los adultos mayores, el Inapam busca su vinculación productiva para que se reincorporen al mercado laboral.
“Yo trabajé toda mi vida en la construcción, más de 50 años, pero ya me sentí cansado. No faltaron las personas que me dijeron ‘así te vas a acabar más rápido al estar aquí de flojo’ y yo creo que tienen razón, les hice caso”, presume José Morales.
Los requisitos para formar parte del gremio de limpieza en el Metro o de los empacadores de una tienda de autoservicio son mínimos, al grado de solo presentar documentos de identificación, pero para Jesús y José les es suficiente.
“Por la edad ya nadie nos quiere dar trabajo. Aquí nos reciben sin que nos pongan pretextos pero pagan poco”, dice Jesús.
“Empacando me siento muy a gusto porque ¿qué otra cosa podría yo hacer? No se puede hacer nada”, concluye José.