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En medio del blindaje policiaco desplegado por autoridades del Distrito Federal y del Estado de México, Álvaro Sánchez Mirus, abogado presuntamente retirado del Ejército Mexicano, fue decapitado en su casa del Ajusco.
El crimen del abogado, junto con el secuestro y asesinato de la estudiante de la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México, Anayeli Bautista Tecpa, son la forma más violenta de exhibir al procurador de Justicia del Distrito Federal, Rodolfo Ríos Garza, quien hace un mes soltó la desafortunada declaración de que el Ajusco no era un foco rojo de inseguridad en la ciudad.
Maribel Sánchez López, hija del abogado, acudió al Ajusco en busca de su padre luego de que éste no le contestara las llamadas telefónicas.
Al llegar al domicilio ubicado en la carretera Picacho-Ajusco 16+700, en el Pueblo de Santo Tomás Ajusco, lo encontró muerto.
El crimen del abogado fue sanguinario. Lo decapitaron y, por si fuera poco, sus agresores le cortaron también el brazo izquierdo.
Autoridades policiacas cercanas al caso dieron a conocer que el abogado había presentado tres denuncias por la inseguridad que aqueja esa zona montañosa del Distrito Federal, dos por robo y una por narcomenudeo. Se presume fue un escarmiento.
Zona histórica… de plagios
Pese a los hechos de las últimas semanas y meses, las autoridades de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) mantienen su postura de que la inseguridad en el Ajusco es sólo un tema de percepción, así lo dijo hace dos días el subprocurador de Averiguaciones Previas Desconcentradas, Óscar Montes de Oca.
El Ajusco está que arde. Isabel Miranda de Wallace, presidenta de la organización Alto al Secuestro, explica que en el Ajusco ocurren secuestros y homicidios de manera permanente.
Es una zona histórica de plagios, subrayó la activista, quien dio a conocer que la situación de abandono policiaco, falta de vigilancia y la nula señal de telefonía, es propicia para que grupos dedicados al robo, extorsión y secuestro operen con impunidad en la parte alta de la capital.
Miranda de Wallace destaca que el Ajusco forma parte de un corredor del secuestro, pues se localiza en un punto clave del Distrito Federal que conecta con el Estado de México y con Morelos; éste último ha padecido históricamente el delito de plagio.
Esta posición geográfica estratégica permite que los secuestradores huyan con las víctimas a otros municipios aledaños cuando son localizados por la autoridades.
“Taparse los ojos y los oídos no resuelve el problema”, sentenció la activista, quien a través de Alto al Secuestro ha documentado diversos casos donde las víctimas son mantenidas en cautiverio en esta zona montañosa.
Los Camacho y el pueblo que los encubre
La zona del Ajusco está dominada por un grupo de secuestradores altamente organizado conocido como “Los Camacho”.
La banda comenzó con los hermanos Peralta Camacho, a quienes las autoridades ubican como parte del clan Camacho dedicado al secuestro, y que se caracterizan por la extrema violencia con la que trata a sus víctimas y amenaza a los familiares de éstas para presionar el cobro de rescates.
El clan Camacho, que a decir de la presidenta de Alto al Secuestro, ya no está compuesto por familiares, sino por todo un pueblo que los protege y los encubre ante las autoridades, utiliza la complejidad del bosque del Ajusco para esconder a sus víctimas, y también para mantener ellos mismos sus escondites.
En los pueblos de San Nicolás y Santo Tomás “Los Camacho” son temidos por la población, debido a las balaceras que han protagonizado en la zona con otros pobladores o con algunas autoridades.
Pese a que ya fueron detenidos algunos de sus integrantes, los secuestradores vinculados con el grupo de “Los Camacho” siguen operando ahí y mantienen bajo amenaza a gran parte de los habitantes de esos apartados lugares. Quien denuncia, se muere.
Por eso, cuando el abogado Álvaro Sánchez Mirus apareció decapitado y sin un brazo, fue inevitable la pregunta: ¿a quién denunció por robo y narcomenudeo? Esa es la línea de investigación que hoy sigue la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal.
Apenas hace un mes, en torno al secuestro de un grupo de atletas en el Ajusco, el procurador declaró que no había antecedentes similares en esa zona.
“Cuando tenemos focos rojos en algún punto de la ciudad nosotros hacemos las investigaciones que sean necesarias cuando conocemos de los temas. En esa zona no teníamos ningún tema similar a éste, no hay modus operandi como suceden las cosas, no teníamos registrados ninguno aquí en la Ciudad de México”, dijo Rodolfo Ríos.
“Rudy”, como le llaman al procurador capitalino los abogados cercanos al grupo del jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, luce desencanchado.
El secuestro de los atletas y de otros empresarios que terminaron asesinados en manos de sus plagiarios, el reciente crimen de la estudiante de la UNAM, y ahora el abogado decapitado, son motivos suficientes para evaluar el desempeño del procurador y de su equipo.
Porque al grupo compacto que rodea al jefe de Gobierno ya les quedó claro el mensaje de que no basta ser amigo de Mancera para mantenerse en el cargo.
En el tercer año de gobierno urge dar resultado… sino que le pregunten a Jesús Rodríguez Almeida, exjefe de Seguridad Pública del DF, quien fue expulsado del gabinete hace algunos días.