El enemigo de Chicago
Los dos mensajeros mexicanos remolcaban un acoplado cargado de dinero: 3 millones de dólares que eran producto de la venta de drogas en las calles de Chicago.
Juan González y David Zúñiga atravesaban Indiana en su camión en octubre de 2011 para transportar el dinero a México.
Cuando se detuvieron a cambiar un neumático, tres miembros de los Gangster Disciples, la mayor pandilla callejera de Chicago, los asaltó a punta de pistola.
La pandilla había comprado las drogas, y ahora querían recuperar el dinero.
Nacha Cattan
Los dos mensajeros mexicanos remolcaban un acoplado cargado de dinero: 3 millones de dólares que eran producto de la venta de drogas en las calles de Chicago.
Juan González y David Zúñiga atravesaban Indiana en su camión en octubre de 2011 para transportar el dinero a México.
Cuando se detuvieron a cambiar un neumático, tres miembros de los Gangster Disciples, la mayor pandilla callejera de Chicago, los asaltó a punta de pistola.
La pandilla había comprado las drogas, y ahora querían recuperar el dinero.
Esposaron a Zúñiga luego de pegarle con la pistola en la cara. Mientras los pandilleros enganchaban el tráiler lleno de dinero a su propio camión Kenworth, González huyó a través de un campo de maíz y llamó a la policía.
Después de perseguir a los delincuentes hacia el norte a lo largo de 24 kilómetros por la Ruta Interestatal 65, los agentes interceptaron el camión, detuvieron a los miembros de la pandilla y recuperaron el botín, informó Bloomberg Markets en su número de octubre.
González, que trabajaba para el capo mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán, hizo una sorprendente petición ese día de otoño: quería que les dieran a los jefes del cartel pruebas de que la policía había decomisado los 3 millones de dólares.
“Sabía que, sin un recibo, lo matarían a él o a la familia que tenía en México”, dice Jack Riley, responsable de la Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés).
Tal es el miedo que inspira “El Chapo” a ambos lados de la frontera. El cártel de Sinaloa, que dirige Guzmán y opera desde complejos fuertemente custodiados de la Sierra Madre del norte de México, provee el 80 por ciento de la heroína, la cocaína, la mariguana y la metanfetamina –con un valor en la calle de 3 mil millones de dólares- que inundan la región de Chicago cada año, sostiene la DEA.
Los que buscan trabajo en la “empresa” de Guzmán, de 150 mil empleados, deben informar dónde vive su familia.
Los Gangster Disciples que trataron de robar el dinero de Guzmán en 2011 hasta ahora han evitado la represalia del cartel de Sinaloa, dice la fiscal de Jasper County Kathryn O’Neall. Un juez de Indiana sentenció al trío a tres años de cárcel por lavado de dinero el 28 de mayo. González y Zúñiga, que cooperaron con las autoridades, no fueron procesados.
El ‘Puerto nacional’ de Guzmán
Las drogas siguen entrando. En una conversación de 2006, monitoreada por la policía mexicana, Joaquín “El Chapo” Guzmán decía que quería hacer de Chicago -la tercera ciudad más importante de los Estados Unidos por tamaño- su “puerto nacional”.
Lo hizo, dice Art Bilek, detective retirado que es vicepresidente ejecutivo de la Comisión de Delitos de Chicago, agrupación de seguridad pública que en febrero designó a Guzmán como el enemigo público número 1 de la ciudad.
“Antes en Chicago teníamos distribuidores independientes”, explica Bilek. “Guzmán los fue incorporando a su red uno por uno. Centralizó todo: el transporte, el almacenamiento y la distribución de las drogas y la recolección y el transporte del dinero a México”.
Chicago antes tenía cárteles de la droga, pero no jefes de cárteles, dice Bilek.
“Ahora Guzmán tiene capos aquí para asegurarse de que todo marche sobre ruedas”, añade.
La relación entre la droga y el delito, incluso de tipo violento, en Chicago es imposible de pasar por alto. El 86 por ciento de los hombres adultos detenidos en Chicago el año pasado habían consumido drogas, según los análisis clínicos. Chicago, que tiene una población de 2.7 millones de habitantes, tuvo 506 asesinatos en 2012, la cifra per capita más alta de las cuatro ciudades más pobladas de los Estados Unidos.
Los miembros de las pandillas pagan por su territorio con sangre.
Harold “Noonie” Ward, jefe de los Gangster Disciples antes de ir a la cárcel en 1994, relaciona la persistencia de la violencia callejera con el control de la oferta que ejerce Guzmán.
Ward dice que las pandillas de Chicago antes podían elegir entre varios vendedores latinoamericanos. Con el cuasi-monopolio de Guzmán, no pueden negociar los precios. En la última década, los precios mayoristas de la heroína se duplicaron en Chicago hasta llegar a los actuales 80 mil por kilo, dice Nick Roti, jefe de la lucha contra las pandillas en la policía de la ciudad.
‘El Chapo’ toma el control del Medio Oeste
Hasta donde saben las autoridades, Joaquín “El Chapo” Guzmán, que abandonó la escuela primaria y mide 1.68 metros –de ahí su apodo-, nunca ha pisado Chicago.
Sin embargo, en los últimos siete años, Guzmán, que ahora está cerca de los 60 años, tomó el control del abastecimiento y distribución al por mayor de drogas en Chicago y gran parte del Medio Oeste.
Este flujo constante de sustancias peligrosas enfrenta batallas campales y a menudo guerras a muerte entre las fracturadas pandillas de Chicago, en su mayor parte conformadas por afroamericanos y latinos.
“La mayoría de los delitos violentos de Chicago son resultado de los esfuerzos de las pandillas para mantener el control de los territorios donde se vende droga”, dice Riley. “Guzmán provee la mayor parte de los narcóticos que alimentan esa violencia”.
Facciones en guerra
Joaquín Guzmán tomó el control de Chicago en parte aprovechando la desorganización de las pandillas. Desde los años 70 hasta los 2000, las mega-pandillas organizadas se repartieron los territorios de venta de drogas desde las torres de los complejos habitacionales públicos, dice Jody Weis, ex agente de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI por sus siglas en inglés) y jefe del Departamento de Policía de Chicago de 2008 a 2011.
La ciudad demolió los complejos de viviendas en momentos en que los fiscales federales aplicaban nuevas leyes contra el crimen organizado para condenar y encarcelar a los líderes de las pandillas.
Sin timón, los más de 70 mil miembros de pandillas de Chicago se dividieron en una cantidad creciente de facciones en guerra.
Cuando la policía buscó la razón de que los asesinatos iban camino a superar los 500 el año pasado, identificaron unas 625 bandas menores, entre las que había cien de las que nunca habían oído hablar.
“El principal factor que favorece la violencia en Chicago –y que es difícil de resolver- es el desmembramiento de las pandillas grandes en estas bandas más chicas”, sostiene el Jefe de Policía Garry McCarthy.
Guzmán llenó el vacío en Chicago primero haciendo pie firme en México: la ciudad fronteriza de trasbordo de Juárez. El narcotraficante nació 300 millas al sur, en la aldea de montaña de La Tuna de Badiraguato, según el libro “The Last Narco: Inside the Hunt for El Chapo” de Malcolm Beith.
Guzmán puso la mira en Juárez, una ciudad de 1.5 millón de habitantes, cuando el jefe del cartel Amado Carrillo Fuentes murió durante una cirugía plástica en 1997.
Un negocio que se mantiene
El Departamento de Justicia procesó, en ausencia, a Joaquín Guzmán en Chicago en agosto de 2009, acusándolo de conspirar para transportar drogas a través de una frontera internacional.
Hasta ahora, el narcotraficante ha truncado todos los esfuerzos de las autoridades mexicanas y estadounidenses para terminar con su negocio.
Dos años después de que los agentes frustraron el robo de Indiana, la policía seguía interceptando drogas o dinero que entraba o salía de Chicago cada quince días. Esto no es nada comparado con lo que se les escapa.
El camino de la droga de Sinaloa hasta Chicago pasa por el barrio predominantemente mexicano conocido como Little Village, ubicado en el lado sudoeste de la ciudad, señalan las autoridades.
Sin embargo, cuatro años después que los fiscales federales procesaron a los gemelos Margarito y Pedro Flores por ser distribuidores clave de Guzmán en Little Village, la policía no sabe quién los sucedió.