El hombre del costal: comprar y vender usado para vivir
"Están nuevas, pues son libros, cuadros y te las regalan, personas ricas aquí pasan, vienen y me las dejan; sufrí un accidente en la espina dorsal y nadie me daba trabajo, así que comencé a comprar y vender herramienta usada. Yo ya no podría entrar a trabajar a ningún lado por la edad".
Indigo StaffJoel se levanta muy temprano todos los días, toma algo de desayunar y se enfunda sus tenis que siempre están listos para caminar grandes distancias.
Su herramienta de trabajo es un costal de asas de mecate vacío en las primeras horas de la mañana, pero con el recorrer de sus pasos se irá llenando y el señor que lo porta podría llevar algo de comer a su familia.
Desde las nueve de la mañana su garganta comienza a emitir la misma leyenda, “zapatos, ropa usada que vendan”; así, hasta el mediodía recorriendo no sólo unidades habitacionales aledañas a la emblemática colonia Lindavista, sino también las entrañas de esa colonia donde alcanza a comprar artículos de primera calidad que “la gente rica ya no quiere”.
El trabajo de recolección de objetos y ropa que algunas personas consideran inutilizables sirve no sólo para ayudar a personas como Joel, quien al terminar su recorrido acude al barrio de Tepito a ofrecer su mercancía, sitio al que también llegan compradores que cubren sus necesidades de vestimenta y otros artículos a bajo costo.
En el barrio bravo, dijo, llegan personas de diferentes puntos del país a comprar artículos económicos para llevar y revender en sus estados; hay quienes llegan de Chiapas, Guerrero, Toluca y Puebla a comprar desde prendas de vestir hasta lavadoras y estufas, ello, sumado a quienes de dedican a la venta de antigüedades en La Lagunilla.
Como toda actividad laboral, la compra y venta de artículos de segunda mano tiene sus riesgos, no sólo aquellos relacionados con la inseguridad al transportar la mercancía o durante la compra y venta, sino que hay días en los que el costal queda vacío, lo que se traduce en que ese día no habrá un ingreso económico.
Joel viene de una familia de vendedores, su padre, quien tiene 30 años en el negocio, fue quien le enseñó los secretos de las calles. Hoy tanto su papá como su hermano se dedican a esta actividad.
Joel empezó desde los 15 años de edad y ya cuenta con una experiencia de 26 años recorriendo las calles para comprar cosas usadas.
“Las cosas que compro se las puedo vender a alguien que lo ocupe y le dé un buen uso, y lo tenga otro buen tiempo hasta que ya no lo pueda usar”, señaló al comentar que su trabajo es importante debido a que las personas de escasos recursos pueden acceder a artículos de calidad a costos bajos.
Según Joel, existen aproximadamente dos mil personas en la Ciudad de México que se dedican a la recolección de dichos objetos; sin embargo, la cadena de quienes comercializan artículos de medio uso se amplía, como ejemplo está el mercado del paradero del Metro La Raza.
Entre lonas de colores tendidas en el suelo, con ropa, ositos de peluche, zapatos de segunda mano bien boleados, en el mercado de La Raza “El Lic”, quien prefirió mantener su identidad en el anonimato, debido a que cuenta con una plaza gubernamental remunerada, ofrece relojes finos y aparatos electrónicos en buen estado.
A diferencia de los otros comerciantes, “El Lic”, quien también vende libros viejos, ya que considera que la cultura es parte importante de la vida, comentó que todo empezó cuando llevó al mercado algunos artículos que ya no utilizaba y ahí se quedó porque encontró no sólo la manera de tener un ingreso extra, sino amigos.
Explicó que la venta de artículos usados son una forma de vida que genera una fuente de ingresos honrada: “Aquí te vas a encontrar gente profesionista, gente que se jubiló y se pensionó y que sus recursos son mínimos, vienen aquí a completar lo que las autoridades no les dan”.
Los productos que se ofrecen en La Raza son de primera línea, la única característica es que es seminueva o de medio uso.
Ello, sumado a otros productos que han estado en exhibidores de grandes tiendas departamentales, pero que al estar maltratados, pero en buen estado, bajan de manera significativa sus precios.
Explicó que en este mercado hay de todo, desde artículos de segunda mano hasta ropa, calzado, relojes y obras de arte, además de que los comerciantes ahí ubicados tienen una buena organización y se protegen entre ellos.
“El Lic”, cuenta con una carrera artística en el sector público, ha recibido premios por su desempeño y también ha trabajado con personajes reconocidos de ese medio; sin embargo, dijo, “aquí estoy, de la manera más padre, vendiendo mis cosas”
Puntualizó que los artículos de medio uso no son necesariamente de mala calidad, aunado a que su venta no afecta a la economía nacional, por el contrario, le da la oportunidad de adquisición a quienes no pueden comprarlos.
En la Raza, 95 por ciento de los comerciantes se dedican a la venta de este tipo de artículos, refirió.
Cuenta que llegó al mercado hace ya 18 años, tiempo en el que ha observado a comerciantes que se colocan desde temprano sus tendidos, muchos de ellos vienen de lejos, de lugares como Pachuca y el Estado de México, dispuestos a trabajar y ganarse el sustento de una manera honesta.
Tal es el caso de Silviano, de 65 años de edad, quien comenzó sus actividades en el mercado de pulgas de Puente Negro, trabajando con cosas obtenidas de la basura, que consideró tienen más tiempo de vida y que nada más necesitan “una limpiadita”.
Comentó que muchos de quienes venden en La Raza se surten en mercados como El Salado, o les regalan las cosas, además de que la recogen de casa en casa.
“Están nuevas, pues son libros, cuadros y te las regalan, personas ricas aquí pasan, vienen y me las dejan; sufrí un accidente en la espina dorsal y nadie me daba trabajo, así que comencé a comprar y vender herramienta usada. Yo ya no podría entrar a trabajar a ningún lado por la edad”.
Con orgullo, comentó que de La Raza, en donde lleva 12 años trabajando, saca para el pago de su renta, para la manutención de su hija y esposa, así como para el pago de servicios.
Aunque también reconoció que al estar en la calle se exponen a la aspiración de contaminantes, así como a los rayos del sol y las condiciones cambiantes del clima, ello, sumado a un buen número de personas que les faltan al respeto.
NOTIMEX