El mejor taxista de la CDMX

Rubén Jacobo, conductor de taxi de la capital, se asume como un servidor público que tiene la actitud de ayudar a los demás. Con aditamentos en su unidad como un espejo, un cargador de celular y el ofrecimiento de agua o refrescos gratuitos, espera que cada pasajero viva una experiencia única en su vehículo

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A Rubén Jacobo León lo conocen como “el mejor taxista de la CDMX”. Tiene 46 años de edad y poco más de dos años frente al volante, circulando por las calles en las que el cliente lo guíe.

En esta época navideña carga en la cajuela regalos que entrega, en sus recorridos por la capital del país, a la gente que los necesita

“Los envuelvo con mi hija y los regalo en diciembre. Doy dos al día a las personas de la calle que están en los semáforos: a los niños que venden dulces, a los limpiaparabrisas, a los tragafuego, a los viene viene. A veces también traigo ropa para esta época de frío”, menciona en entrevista con Reporte Índigo.

Pero hacerse pasar como Rey Mago es apenas una de las ventajas que lo distinguen de los otros conductores. Desde hace un año y medio, el Tsuru que maneja está acondicionado para tener en su interior un tocador y una especie de refrigerador

“Me pedían mucho el cable USB para cargar el teléfono pero el mío es muy cortito. Un día se me ocurrió comprar uno más largo y dije ‘se los voy a colocar en la parte de atrás del asiento’. Vi la forma de cómo hacerlo. Así fue como empecé”, recuerda.

Luego añadió una caja de dulces y otra de pañuelos desechables. Después uno de sus amigos le recomendó poner a disposición de los clientes botellas de agua y refrescos.

“Yo le dije que no podía vender nada porque soy transporte público. Pero los manejé como gratuitos o lo que quisiera dejar la gente”, platica. Un cliente le aconsejó que pusiera una alcancía para recolectar las propinas y le hizo caso.

En uno de los asientos hay letreros que diseñó con su hija con frases motivacionales. No son de ningún autor reconocido, él mismo las escribió, al igual que la frase que acompaña a sus tarjetas de presentación.

Su esposa le sugirió poner un espejo que ella misma compró para su unidad y él se encargó de colocarlo en el respaldo, cuidando que no estorbara a los pasajeros.

“Tiene dos conceptos el espejo. El que se vayan arreglando y el otro es que realmente tengan un espacio o un tiempo para ver qué refleja su cara”, explica.

El 26 de octubre de este año compartió a través de su cuenta de Facebook las fotos de su vehículo, las cuales no tardaron en hacerse virales.

“Fue una semana muy ajetreada. No me esperaba que fuera tan llamativa la publicación. Empezaba a leer lo que escribía la gente y sentía muy bonito”, sonríe.

Gracias a los aditamentos de su taxi, Jacobo atesora dos historias que lo han marcado.

“Un día venía una familia, el niño agarró los dulces. Yo le dije ‘claro, para eso son, son gratis, son para ti’. Y cuando se bajaron él me tocó el hombro y me dio propina. Fue de los primeros sentimientos encontrados bien canijos, me pegó, sí me puse a llorar del sentimiento que creó esa conexión”, cuenta al tiempo que sus ojos se cristalizan.

Jacobo narra que un lunes, cerca de las 5:30 de la mañana, una pasajera empezó a llorar y él decidió animarla.

“Le dije ‘tienes dos opciones: o empiezas tu día con entusiasmo o te tiras al piso. No permitas que nadie te afecte, tú decides tener un excelente o pésimo día’. La chica me regaló una sonrisa y me respondió ‘tiene razón, don, no tengo ni por qué estar llorando. Se fue bien agradecida, bien contenta”, relata.

Estos servicios no los tiene Uber ni ningún otro auto que se pida a través de una aplicación, pero Jacobo no los considera como competencia.

“A mí no me afectan. Todos salimos a chambear, todos salimos a generar nuestra abundancia. Yo ya me aclienté, siempre tengo viajes, incluso en la madrugada cuando alguien tiene una urgencia”, asegura.

El coche no hace al conductor

Jacobo asegura que se ve a largo plazo trabajando como chofer. A pesar de que el coche no es propio, sino de un amigo, considera que económicamente le conviene.

“Este empleo es muy humilde. Si estás pensando nada más en sacar la cuenta o tener para comer, no funciona. Tienes que echarle ganas para que veas que sí deja ser taxista ¿En qué trabajo te pagan por darte la vuelta? ”, cuestiona.

Pero no se conforma, no quiere ser como cualquiera. Incluso si su vehículo no tuviera todos los servicios extra que ofrece, destacaría. Sus horarios de trabajo, su actitud servicial y su vestimenta formal lo saben.

“Antes era como los taxistas comunes y corrientes. Pero un día leí un libro que dice que no hay que ser como todas las gaviotas; hay que volar más alto, a la altura de un águila”
Rubén JacoboTaxista

Además recomienda los títulos Padre rico, padre pobre y Los cuatro acuerdos, que siempre lo acompañan en el tránsito. También viajan a bordo del auto rosa con blanco “los santitos” y un rosario.

En el taxi pasa al menos medio día sentado y no descansa ningún día de la semana.

“A veces me paro a las 5:00 de la mañana y termino en la madrugada y al otro día igual. Los domingos también salgo muy temprano, ya como a las 10:00 me voy a desayunar con mi familia y en la tarde, como a las 6:00 o 7:00 de la noche, vuelvo a trabajar”, detalla su rutina.

La jornada incluye música de Elefante, Reily y Mijares. Afirma que le gustan las canciones de amor pero defiende que él de romántico con las mujeres no tiene nada.

“A las clientas no les falto al respeto. Si se suben y me hacen la plática yo les respondo pero no soy de los que las incomodan. Procuro dar un buen servicio para que confíen en la profesión de uno, en que hay seguridad y no todos somos iguales”, argumenta.

Pese al calor y la lluvia, el precio de la gasolina, la competencia o la actitud de la gente, se asume como un servidor público.

“Se pueden subir los clientes y vienen en mal plan, de mala onda, me puedo topar con los carros que dan mentadas pero yo no me engancho”, insiste.

Jacobo narra que cuando fue a renovar su tarjetón sus compañeros sólo se quejaban. Y entonces se le ocurrió que también podría desempeñarse como entrenador de desarrollo humano y motivar a la gente

“Los compañeros de todo se quejaban: que porque la gasolina, que por el gobierno, que porque te tardan en el trámite, que a los policías les tienes que dar mordidas, que se te descompuso el carro, que tienes que dar cuentas, que el pasaje sube los pies o deja sucio. A mí me gustaría ayudarlos”, dice.

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