Están ahí, pero muchas veces su control es imperceptible ante los ciudadanos.
Son la fuerza que define las candidaturas y los puestos de elección popular, así que pueden impulsar una carrera política o sepultarla.
Son las estructuras del poder del PRI y del PAN.
A éstas debemos que los candidatos no respondan a los intereses de los ciudadanos.
Los políticos obedecen a los intereses de estos grupos.
Intereses que en muchos casos van más allá de la política pública y entran en el mundo de los negocios particulares.
Un grupo dominante es el formado por el gobernador del estado, su padre, un senador y un constructor de obra pública.
Ellos pueden influir en la designación de candidaturas, cargos públicos y en la asignación de obra pública.
Pero hay más estructuras de poder que operan en el PRI.
Como las que encabezan el ex gobernador Natividad González Parás y la del ex candidato a la alcaldía de Monterrey Abel Guerra, con gran influencia a través de la CTM.
A su vez, el PAN está dividido en dos grandes grupos: La cúpula tradicional y la neocúpula.
En la tradicional la mayor influencia es de Alejandra Fernández y de Fernando Elizondo, ex candidato a la gubernatura.
Para estas elecciones el equipo de Elizondo buscó principalmente la candidatura del PAN a la alcaldía de San Pedro a través de su cuñado Luis David Ortiz, pero no la consiguió.
Sin embargo, Jorge Arrambide, candidato que postuló el PRI, es un cercano colaborador del senador panista. Y está la neocúpula que controlan 3 personajes que se hacen llamar “La Santísima Trinidad” y son los que llevan mano en la selección de candidatos y repartición de las cuotas de poder.
La neocúpula albiazul desplazó a los panistas que tradicionalmente representaban los intereses de los empresarios regiomontanos.
Ellos son ahora los amos y señores de los destinos de este partido político.
El grupo de los empresarios, que alguna vez fue el Grupo de los 10, también integra esta radiografía del poder en Nuevo León, aunque cada vez puede influir menos.