La competencia desleal que ejerce China sobre la economía nacional ha puesto en jaque al sector siderúrgico y a la cadena metal-mecánica del país.
Además ha generado ha impedido la generación de nuevos empleos.
Y es que por por cada punto porcentual que aumentan las compras al país asiático, hay una reducción de 0.125 por ciento en el PIB mexicano.
Esto se traduce, explica José de la Cruz Gallegos, director del Centro de Investigaciones en Economía y Negocios del Tec de Monterrey, Campus Estado de México, en una pérdida de 17 mil millones de pesos.
Un tipo de cambio subvaluado, restricciones de acceso a su mercado, subsidios, facilidades fiscales y bajos salarios, impiden que las empresas mexicanas puedan competir contra las chinas en condiciones equitativas.
En entrevista con Reporte Indigo, el académico advierte que el crecimiento en las importaciones chinas está poniendo en jaque al empleo formal registrado en el IMSS.
En el estudio que realizó “Desarrollo de la cadena de valor metalmecánica Latinoamericana” para la Asociación Latinoamericana del Acero, señala que por cada punto porcentual que crecen dichas compras dejan de generarse tres mil empleos en el país.
Si se considera que en 2011 las compras a China se elevaron en 6.6 mil millones de dólares, se dejaron de crear en el país 43.6 mil empleos formales.
La razón, expone, es que por cada uno por ciento que aumentan las importaciones, se genera una caída de 246 patrones registrados en el IMSS. Una merma de tres mil 581 patrones sólo en 2011.
Si bien el desafío chino compromete y vulnera las exportaciones de México a los Estados Unidos y Canadá, su competencia desleal afecta a sectores industriales estratégicos como el hierro y el acero.
En opinión del investigador, es fundamental diseñar y establecer una política económica orientada al fortalecimiento de esos sectores para preservar la industria y aumentar la competitividad.
De esta manera, se podrán generar empleos bien remunerados que incrementen los niveles de bienestar en la población, agrega.
Durante las últimas tres décadas el crecimiento del PIB nacional sólo ha alcanzado una tasa promedio del 2.5 por ciento, lo que ha constituido una limitante para el desarrollo del país en materia de productividad, refiere.
“El telón de fondo del problema de la desindustrialización, es la falta de un programa de desarrollo productivo eficaz porque limita el crecimiento de la economía y el desarrollo del país”.
Reconoce que China se transformó en el mayor exportador mundial y el principal proveedor de productos tecnológicos a nivel global.
Pasó de ser maquilador a innovador y logró integrar sus cadenas productivas, desde la producción siderúrgica básica hasta la elaboración de productos manufacturados.
Aunque México ha tenido un desempeño muy positivo en el manejo de las variables macroeconómicas, “no ha sido suficiente para detonar el crecimiento económico en los niveles que lo requiere el país”, advierte.
Además, el país ha firmado acuerdos comerciales con las principales economías del orbe “con resultados bastante cuestionables”, ya que Estados Unidos concentra el 85 por ciento de las exportaciones.
En cambio, las importaciones mexicanas originarias de China representan 52.3 millones de dólares, el 14.9 por ciento del total.
Pero lo más lamentable, explica el académico, es que el incremento de las exportaciones de ese país a México, “tiene lugar sin que exista ningún acuerdo comercial entre ambas naciones”.
A su juicio, este fenómeno comercial ocurre debido a la alta competitividad de los precios de los productos e insumos asiáticos, potenciado por “la subvaluación artificial de la moneda”.
Y México, a su vez, presenta un déficit comercial con casi todas las naciones del mundo. Sólo el superávit alcanzado con Estados Unidos permite disminuir los consecuentes desequilibrios.
“Se requiere modificar la política económica y que la industrialización sea considerada como elemento central de la misma, los acuerdos comerciales son insuficientes si el país no cuenta con una industria sólida”, sentencia José de la Cruz.
Recomienda la creación de un Consejo Consultivo que promueva el desarrollo industrial mediante la promoción de una política participativa en su diseño y consensada en su instrumentación, con una alianza estratégica entre gobierno e iniciativa privada.