[kaltura-widget uiconfid=”38045831″ entryid=”0_0jcgr0s2″ responsive=”true” hoveringControls=”true” width=”100%” height=”75%” /] La esperanza, la desesperación, la solidaridad, la simulación, la desobediencia y la resistencia se viven en Álvaro Obregón 286, donde 22 personas ya han sido rescatadas y al menos 28 se encuentran desaparecidas entre los escombros.
Las 72 horas que puede aguantar el cuerpo humano en situaciones extremas se están terminando.
José Jesús es conductor de Uber durante el día y brigadista por las noches en el centro de acopio de Valladolid, en la Colonia Roma, aunque casi no ha dormido conduce para ayudar, empaca y recolecta víveres.
“La verdad, la gente lo necesita, me decían no salgas, ni siquiera hay tarifa dinámica, la espera está grande, pero la gente lo necesita, la gente necesita llegar a sus casas, está desesperada y la verdad yo ni ando cobrando, si veo que alguien necesita una aventón, pues lo subo”, comentó el conductor de Uber.
Su trabajo arduo valió la pena, emocionado y queriendo contener el llanto, recuerda cómo vio que sacaron de entre los escombros a una mujer cerca de las 5:30 de la mañana del día de ayer.
La mujer rescatada se llama Angélica Flores, trabajaba en el cuarto piso del edificio colapsado y contó a sus familiares que se desplomó a 10 segundos de haber comenzado el temblor.
Claudia Acosta estaba recargada en una carroza fúnebre estacionada en Valladolid y Álvaro Obregón, tenía los ojos hinchados, fijos en las labores de rescate en el número 286, quería correr y ayudar a mover escombros y que los cientos de voluntarios pudieran hacer lo mismo, pero los militares no los dejaron.
A más de 50 metros de distancia tenía el corazón lleno de esperanza y un sabor agridulce en la boca, su tía es Angélica Flores, pero su prima Karina aún sigue entre los escombros.
“Mi tía salió intacta, nos hizo un plano de donde vio ella cuantas personas había más o menos, ella trabajaba allí, ella conoce”, contó Claudia.
A los pocos minutos de que cayó el edificio, la Secretaría de Defensa Nacional se hizo cargo del inmueble y de las labores de rescate, ellos deciden quién entra, quién no, qué se informa y a qué ritmo se trabaja.
“Se vio escaso el trabajo, sabemos que es complicado, pero nosotros como familiares lo veíamos muy escaso, solamente cinco personas arriba y hay muchas personas en ese edificio, simplemente donde estaba mi prima eran como 40 personas y había seis pisos. No dejan entrar a muchos brigadistas expertos que vienen, que quieren aportar, de entrada les dicen ‘no’, ni siquiera dejan exponer el trabajo ni valorar si se puede o no se puede”, agregó Claudia.
Según las listas, además de Karina Gabriela Albarrán, prima de Claudia, hay al menos 28 personas que siguen atrapadas, cuatro se han comunicado con sus familiares vía celular.
Después del rescate de Angélica, militares y policías comenzaron a desalojar el área, avisaban que las máquinas iban a entrar a remover escombros y terminar de demoler el edificio.
“No a la maquinaria, sí a la esperanza” y “Conciencia autoridades, no quiten la esperanza”, fue el grito de lucha para frenar la marcha del enemigo en forma de máquina.
Cedieron y se retractaron, la búsqueda seguiría.
Hijos del sismo estrenan herramienta
Álvaro Obregón se convirtió en una pequeña ciudad, había restaurantes improvisados, viviendas de lona, hospitales a nivel de banqueta y escuelas a ras de calle.
Los bomberos más viejos enseñaban a familiares y voluntarios técnicas de supervivencia y de rescate, les decían cómo deberían de entrar al edifico y cómo rescatar a las víctimas, atentos todos, la nueva generación aprendía de los mejores, los hijos del sismo de 1985.
La nueva oleada, fundada justo 32 años después, esperaba con ansias formada para poder entrar y hacer lo que hicieron sus antecesores, estrenaban herramienta, se tomaban fotos pero querían ayudar.
Hubo quienes aprovecharon la desgracia para pararse el cuello y tomarse la foto.
En una camioneta modelo Suburban color negra descendió el exfutbolista Carlos Hermosillo, del vehículo nunca bajaron víveres ni material de apoyo.
Ante la vista de decenas de voluntarios que estaban formados para querer ayudar desfiló el exdirector general de la Comisión Nacional del Deporte, en época de Felipe Calderón.
Le dieron una caja a medio llenar con víveres para dejarla en una mesa metros adelante, le tomaron varias fotos, después con otra caja volvió a repetir la acción y después más fotos.
Teresa Ramírez es una servidora pública, bombero de Tlalnepantla, el día de ayer, esperaba salvar a su prima Carolina Muñiz que quedó atrapada en el segundo piso.
“Ahorita lo que está pasando en México es una impotencia terrible porque realmente quisieras partirte en mil pedazos más y hacer algo”, dijo la vulcano.
Teresa estuvo trabajando todo el martes pasado en los rescates, llegó a Álvaro Obregón pero se le negó el acceso.
En lo que quedó del sexto piso llegó el equipo de rescate israelí con un detector de frecuencias y baterías de litio para intentar rastrear los celulares de los desaparecidos.
El silencio fue total y las órdenes sencillas.
“Por favor, apaguen todos su celulares, a las personas de la prensa, apaguen sus cámaras, las luces, todo, solamente serán unos minutos, es para encontrar a las personas que están atrapadas, por favor, sean solidarios”, pedían desde todo los flancos de Álvaro Obregón.
El silencio terminó y la lluvia arreció, las labores de rescate se interrumpieron durante parte de la tarde noche de ayer.
Con pies de plomo y corazón de acero, los familiares y amigos de los desaparecidos no se movieron, los escombros y el terror no los frenaron, una lluvia no era nada, al cabo, detrás suyo seguían teniendo a decenas de mexicanos ansiosos por ayudar.