En pie de lucha
Sin rendirse y frente a las adversidades, damnificados de zonas devastadas en Coyoacán, Tláhuac y Xochimilco comparten las experiencias que enfrentan día con día para recuperarse de las pérdidas que dejó el 19S
Rubén Zermeño y Erik Miranda[kaltura-widget uiconfid=”39952882″ entryid=”0_udpwscyh” responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”75%” /] En el Multifamiliar Tlalpan los damnificados se resisten a ser olvidados. La vida que tenían hace un año quedó atrás, pero en los muros de madera que dividen lo que fue su hogar –de la intemperie– comienzan a escribir una nueva historia.
“Construir resistencia para reconstruir unidad”, es su lema pintado en una tabla en el cruce de la Calzada de Tlalpan y la Calle Álvaro Gálvez. Y es que a un año de distancia han resistido a la incertidumbre, a la especulación, a la inseguridad, a los robos, a la burocracia, a los plazos largos, a las promesas incumplidas, a la indiferencia, al clima y al gobierno.
“Resistimos ante el gobierno de Miguel Ángel Mancera que se desentendió del asunto por completo (…) Hay muchos aspectos alrededor del sismo que no han sido tratados en el entorno, no sólo es la emergencia, no sólo es el edificio, es el desastre en sí”, comenta Héctor Toledo, quien habitaba el departamento 420, Edificio 3-C.
El damnificado sabía que la tragedia sería una carrera de resistencia y que para enfrentarla debía de unir a todos sus aliados: sus vecinos. Lo había aprendido en 1985 a los 7 años, cuando otro sismo derrumbó parte del Multifamiliar Juárez en el que vivía.
El 20 de septiembre, un día después del temblor, Toledo organizó junto a otros vecinos una asamblea para comenzar la resistencia del Multifamiliar Tlalpan, pero a un año de distancia queda mucho por hacer.
“La emergencia sigue vigente, mientras haya un damnificado en la calle, mientras haya una persona que no pueda entrar a su casa porque fue dañada por el sismo, la emergencia está presente y no va a terminar”, agrega Juan Pablo Guerrero, vecino del departamento 212, Edificio 3-C.
El día del sismo 9 personas perdieron la vida en el multifamiliar, desde esa fecha otros 17 vecinos han muerto en resistencia, a la espera de un lugar digno donde vivir.
En carpas improvisadas en dos campamentos, decenas de familias se resisten a estar sin un hogar. Los damnificados no tienen privacidad, lavan los trastes en dos tinacos improvisados, hacen filas para bañarse y hasta para entrar al baño. La cocina es compartida, los olores de uno se mezclan con los del otro, lo mismo pasa con los secretos, los humores y los malos temperamentos. Esperando que esto termine pronto resisten a vivir un día más en su nueva familia.
“Hoy fuimos nosotros, México, mañana pueden ser otros. Si no aprendemos de esto, no hemos aprendido nada. Nosotros (en el Multifamiliar Tlalpan) hemos dado un ejemplo de que sí se puede”, dice Ángel Fuentes, quien dejó su departamento en el edificio 3-A para vivir en las canchas del multifamiliar.
Tierra sin Ley
En la Delegación Tláhuac, entre las grietas y los escombros del 19S, se filtra un sentimiento de inseguridad que invade a sus habitantes.
En las calles de la demarcación la policía brilla por su ausencia mientras que los asaltos, los robos y la invasión de predios e inmuebles deshabitados se han convertido en el pan de cada día.
“Tláhuac es tierra de nadie. Cada quien se defiende como puede. Al principio llamábamos al 911 para que nos ayudaran, pero la respuesta de las autoridades fue: ‘no nos hablen, mátenlos’”, relata Arturo Cisneros, a quien le abrieron su casa y le robaron toda la tubería de cobre que compró para cambiar la instalación de gas de su hogar.
La violencia y los abusos en la delegación que encabeza Félix Arturo Medina Padilla no discriminan.
Susana Balbuena, habitante en la Colonia del Mar, una delas más grandes y dañadas de la demarcación, adquirió una macana policiaca, un silbato y un bote de gas pimienta, los cuales se han convertido en sus fieles compañeros cuando deja su hogar y recorre las agrietadas calles en donde vive.
“Yo no me voy a dejar, aquí vivo y aquí me quedaré. Así que si alguien decide asaltarme por lo menos tendré con qué defenderme”, advierte en tono desafiante.
Pero Susana no es la única mujer que ha decidido tomar este tipo de medidas para resistir la crisis de violencia que azota a los vecinos de Iztapalapa.
Mónica Reyes Romero está determinada a que las autoridades le brinden el apoyo que merece como damnificada aunque le tome años lograr su objetivo. Por eso se ha dedicado a organizar a los residentes de la Villa Centroamericana para juntos exigir a las autoridades, tanto locales como federales, soluciones reales a los problemas que enfrentan.
“Sin importar si es un día soleado o lluvioso yo salgo con mi paraguas en mano, me siento más segura, es el arma de mi elección en caso de que alguien me quiera agredir, aunque debo admitir que también cargo con mi gas pimienta”, revela mientras muestra la punta metálica de su sombrilla y hace un par de movimientos como si fuera una espada.
Verónica Toscuento, quien se ha convertido en una de las líderes vecinales, explica que ya se están tomando medidas para garantizar la seguridad de los tlahuaquenses mediante la instauración de grupos de vigilancia.
“La idea es que todos contemos con un silbato el cual se hará sonar cuando alguien esté en peligro para que las personas que lo escuchemos y estemos en los alrededores podamos salir a apoyarnos unos a los otros hasta que la situación mejore”, asegura mientras ignora el fétido olor a cloaca a causa de las tuberías que siguen quebradas y no han sido cambiadas.
San Gregorio en resistencia
Entre escombros y casas que apenas empiezan a ser demolidas por los daños que sufrieron en el sismo del 19 de septiembre del año pasado, el pueblo de San Gregorio Atlacomulco, en la Delegación Xochimilco, resiste.
Patricia Galicia no se rinde pese a vivir en una casa que resultó afectada por el temblor y necesita ser demolida, rodeada de calles llenas de cascajo, construcciones a medio derribar y abandonada por las autoridades, aunque su comunidad fue una de las más devastadas hace un año en la Ciudad de México.
“A un año del sismo la reconstrucción del pueblo va súper lenta, además de que es lamentable ver que a diario siguen tirando casas, mientras que nosotros como vecinos seguimos aquí luchando para salir adelante y otros más se han ido quedando en el intento”, relata con voz entrecortada.
En este tiempo ella y su familia han tenido que vencer diversas adversidades en el aspecto psicológico, emocional y económico derivadas del terremoto, por ejemplo, su papá estuvo a punto de sufrir un coma diabético.
“Muchas gentes han muerto a raíz del temblor y no porque quedaran sepultadas, sino porque han desarrollado diabetes, embolias, hipertensión, estrés y demás enfermedades que se han ido agravado con el paso del tiempo”, explica.
Para aminorar los gastos, Patricia ha tenido que dejar de resurtir su tienda de ropa con mayor regularidad y abrir por jornadas de tiempo más largas, con la intención de recibir más clientes, pero sólo gana el 10 por ciento de lo que antes del sismo obtenía.
A sus 46 años, Heriberto Sabino, otro vecino del pueblo, ha tenido que empezar de nuevo. Luego de quedarse sin casa y sin trabajo, el vendedor de productos de limpieza empezó otra vez a partir de préstamos y créditos.
“Tras el sismo, la mayoría de productos y artículos que yo vendo quedaron sepultados, por lo que tuve que trabajar de varias cosas (albañil, plomero y herrero) y pedir diversos préstamos para comprar nuevamente lo que perdí”, dice.
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