Entre fuego y risas
Efraín Hernández es un bombero que también trabaja como payaso para darle una mejor vida a su familia. Saltó a la fama cuando apagó un incendio con su rostro maquillado como amerita su segundo oficio. Después de dos explosiones que lo enviaron al hospital, el matafuegos espera regresar a controlar desastres antes de Nochebuena
Rubén Zermeño[kaltura-widget uiconfid=”39952882″ entryid=”1_q6s4jx2a” responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”75%” /]
Para los habitantes de Tultepec, Melchor Ocampo y Cuautitlán en el Estado de México, Efraín Hernández “Bomberín” es un héroe, un aliado para los momentos más trágicos y el mejor donador de risas. Ya sea en su faceta de bombero o como payaso, el hombre ha salvado vidas y rescatado ánimos.
Efraín fue apodado desde niño por su familia como el “periódico andante”. Bastaba el sonido de una sirena para que se montara en su bicicleta y acudiera a las colonias aledañas para ver qué es lo que estaba pasando. Siempre estaba bien informado y nunca le tuvo miedo al peligro.
A décadas de distancia, su personalidad sigue siendo la misma, sólo que ahora él es el protagonista de las historias que antes replicaba.
Cuando cumplió 18 años, Efraín siguió los pasos de su primo y se enlistó en los bomberos de Ecatepec, desde entonces sabía que se enfrentaba a un trabajo poco convencional.
“Nos dijeron que era una labor muy diferente a las demás porque tenía hora de entrada pero no de salida, que ahí se trabajaban también los días festivos, muchas cosas diferentes a los empleos normales”, relata Efraín.
Además del peligro, el desgaste físico y las jornadas maratónicas, ser bombero es uno de los trabajos peor pagados, por lo que Efraín además es payaso, todo para darle una mejor vida a su esposa y a sus dos hijos.
El 5 de octubre del 2017, “Bomberín” saltó a la fama. Su rostro maquillado mientras apagaba un incendio en Melchor Ocampo apareció en decenas de periódicos de circulación nacional.
Ese día Efraín descansaba, por lo que dejó de lado las botas y lo pesado del traje de bombero y se maquilló para ir a vender globos y repartir sonrisas en el carnaval de Tenopalco.
“Apenas estaban adornando los carros alegóricos cuando de repente vi una columna de humo, pero no muy abrasiva, después aumentó la magnitud. La calle estaba bloqueada y no había transporte para ir al incendio. Escuché por la radio que solicitaban apoyo, llamé a la base y les dije que me prepararan un equipo”, narró el payasito.
Por fortuna, dos jóvenes a bordo de motonetas pasaron y lo llevaron a su base a equiparse y después lo acercaron al lugar del incendio.
“‘Échele ganas, jefe, con mucho cuidado’, me decían. Se quedaban sorprendidos porque iba con equipo y en la motoneta. ‘Échale ganas, payasito’, me gritaban otros”, recuerda Efraín.
Después de apagar el incendio, el vulcano posó para decenas de fotos y dio muchas entrevistas.
Ese día “Bomberín” y el bombero Efraín se unificaron.
Desde los 7 años, Efraín comenzó a trabajar para ayudar a su familia, se salía a vender chicles en los camiones y se quedaba un rato viendo las funciones de los payasos en el centro Cuautitlán.
Conforme fue creciendo hizo amistad con los payasos, principalmente con Chistorín, su maestro y quien le puso nombre, lo entrenó, le enseñó a maquillarse y le regaló su primer vestuario.
Después conoció a Burbujitas, su compadre y quien lo llevó con otro grupo de payasos en donde aprendió globoflexia. En ese entonces trabajaba con los bomberos de Coacalco y aprovechaba los tiempos muertos para perfeccionar su arte.
“Ser payasito no lo tomo como trabajo, sino como pasatiempo, salgo a divertirme y a sacar el mal humor. Ahí me pongo en ambiente. Me gusta mucho porque voy a diferentes lugares, he ido a hospitales a llevar juguetes el Día de los Reyes, el Día del Niño. Es una satisfacción ver que los niños sin importar si es un regalo caro o barato, se quedan con una alegría muy grande”, cuenta el vulcano.
“Entré para quitar a uno de los compañeros que fallecieron. Se llamaba Nazario, él iba de pitonero (quien porta la punta de la manguera) y yo de operador en la ambulancia. Apenas tenía 6 meses trabajando y me dijo ‘dame chance, payasito, yo lo apago’. Le dije que no era cualquier incendio que estaba complicado, quedamos en retroceder para conectar otra línea de agua”.
Efraín recordó que cuando dio media vuelta escuchó el estallido. ¡Pum! y después sintió un golpe duro por la espalda, se le adormeció medio cuerpo y vio su hombro dislocado.
El vulcano avanzó cuatro pasos, otro compañero lo tomó del cuello y lo tumbó al suelo. Un segundo estallido los lanzó a seis metros de distancia, ambos quedaron inconscientes.
Efraín despertó en el ISSEMyM de Ecatepec lesionado y con la noticia de que varios de sus compañeros habían muerto por la segunda explosión.
“Ahí fue donde me pegó porque uno de ellos era el compañero al que yo iba a sacar y no quiso. Me dijo ‘déjame’. Me quedé triste y sacado de onda. Yo quería ir a acompañarlos al homenaje, pero no me dejaron salir del hospital. Estaba desesperado”, dice Efraín mientras se maquilla para salir a trabajar en su tiempo de incapacidad.
A más de cinco meses de distancia, Efraín anhela con regresar y aunque gane más de payaso que de bombero, nunca dejará de serlo. Dice que lo tiene en la sangre y que su misión en la vida es ser vulcano.
“De todos los años que llevo en este trabajo de bombero ese servicio me pegó mucho porque se llevó a muchos compañeros, no sólo de mi base, sino de otros lugares. Me gustaría regresar nuevamente a mi trabajo. Es un trabajo que traigo inyectado en la sangre, si no estoy en la chamba me siento desesperado. Me siento fuera de la jugada, ya van 5 meses, ya va un buen rato. No me queda de otra, para ir ayudándome me voy a chambear de payasito, así voy resolviendo gracias a Dios”, finaliza Efraín el payaso “Bomberín”, quien el 21 de diciembre espera regresar a su base de bomberos en Melchor Ocampo.