Estados Unidos divididos de América
A un año de haber llegado a la Casa Blanca la administración de Trump ha estado marcada por su racismo, su insistencia por construir el muro fronterizo, la eliminación del DACA y por la reciente reforma fiscal, hechos que han fomentado la polarización social en Estados Unidos y que afectan directamente a México
Carlos Salazar[kaltura-widget uiconfid=”38045831″ entryid=”0_a18td1lo” responsive=”true” hoveringControls=”true” width=”100%” height=”75%” /] La polarización creciente en los Estados Unidos ha sido uno de los mayores legados de Donald Trump después de su primer año al frente de la Casa Blanca, una división y un encono que se exacerban mientras transcurre el periodo del republicano.
Aunque se trata de problemas que nunca han podido ser erradicados del todo, la irrupción de Trump en la política norteamericana ha servido como un catalizador que ha aumentado a niveles preocupantes la tensión social y el racismo en la nación norteamericana.
Más allá de los logros que pueda presumir en estos primeros 12 meses de su administración, o de la justificación de sus derrotas, el saldo más visible es la fragmentación de un país que pronto podría quedar partido por la mitad, o en muchas partes.
La agenda de Trump, pero sobre todo su comportamiento, evade cualquier evaluación de su gobierno basada en los parámetros normales, y si por un lado su primer año de gobierno es aplaudido por sus seguidores, el rechazo es casi unánime entre todos los demás.
Las cifras hablan de una recuperación económica, de crecimiento, de reducción en los niveles de desempleo, hay optimismo por la mayor reforma fiscal en décadas; pero por otro lado persiste un alto nivel de impopularidad del gobierno y la sensación de que los Estados Unidos cada vez se parece menos a la nación de su autoimpuesto ideal.
Aunque gran parte del discurso y las acciones de Trump parecen ir encaminadas al fortalecimiento interno y se perciben logros en materia económica, hay otra realidad que habla de un proceso de degradación social con signos dolorosos como la epidemia de adicción a los opiáceos, el racismo y la violencia por arma de fuego que laceran profundamente a los estadounidenses.
Si bien la violencia o la progresión de la emergencia sanitaria por los opiáceos se han venido gestado durante años y tienen su origen previo a la llegada de Trump, la crisis ha llegado a niveles insospechados y en el caso específico de las armas de fuego, la administración ha decidido voltear hacia otro lado.
La presidencia del otrora magnate inmobiliario ha sido una montaña rusa de inestabilidad, de contradicciones, de exabruptos, todo ello originado en la psique de una personaje con claros síntomas de desequilibrio, lo que al final termina permeando el colectivo social.
Se trata de un mandatario capaz de incendiar la política con un simple tuit, de golpear, de retar, de insultar a personas, a instituciones, a gobiernos sin ningún tipo de recato, simplemente siguiendo sus impulsos más básicos en busca del aplauso fácil entre sus fieles.
Apenas ayer, a unas horas de su primer aniversario en la Casa Blanca decidió atacar a uno de sus enemigos predilectos: México, y a través de su cuenta de Twitter volvió a insistir en que su vecino del sur pagará el muro fronterizo de una forma u otra, además de afirmar que México es el país más peligroso del mundo.
Si el principal dirigente del país se ha embarcado en una guerra torpemente disfrazada en contra de los migrantes -musulmanes o latinoamericanos por igual- a través de decretos, provocaciones y declaraciones incendiarias, no es de extrañar que entre sus seguidores más radicales -que se cuentan por millones- también se reaviven los peores instintos de un falso nacionalismo.
Cambiar la forma de hacer política
Desde su llegada al despacho oval, el mandatario se ha encargado de dinamitar las formas tradicionales de hacer política y la imposición de su cruzada por ‘Hacer a América grande otra vez’ lo ha llevado a enfrentamientos inéditos para quien ostenta la presidencia del país más poderoso del mundo.
El fenómeno ha trascendido también las fronteras de Estados Unidos, y el abandono de acuerdos globales, su desdén hacia las instituciones internacionales o el giro de su política exterior, ha traído una división que va más allá de una política de aislacionismo, y que deja a los Estados Unidos de un lado y a ‘todos los demás’ del otro.
La postura de Trump ante los diversos conflictos en los que se ha visto inmiscuido el país que gobierna y su presión hacia otras naciones y órganos internacionales también han polarizado la geopolítica, y hoy el paradigma según Trump es ‘o se está con él o se está en contra de él’.
Su ¿capacidad? de hacer saltar por los aires la diplomacia, la utilización de su cuenta de Twitter como medio de difusión ‘oficial’ y como potencial generador de conflictos, también han sido factores de división y sobre todo la evidencia de un debilitamiento en la credibilidad y el liderazgo de Estados Unidos como nación.
El empecinamiento de Trump por radicalizar la política migratoria y la negativa de los estados o ciudades santuario para adoptar la persecución masiva que pretende o el fin de los programas de protección a dreamers y refugiados centroamericanos también ha polarizado a la sociedad y en este caso a la clase política estadounidense.
Desde su irrupción en la política y su anuncio público de querer llegar a la Casa Blanca, en el ya lejano junio de 2015, tanto Trump como sus principales asesores -entre ellos el ahora caído en desgracia Steve Bannon- advertían que iban a cambiar la forma de hacer política.
Doce meses después de que jurara el cargo lo ha logrado y ha ido mucho más allá, pues en un año ha roto muchos de los esquemas y los pilares sobre los que se sostenía la política norteamericana y también de la diplomacia global. Trump ha cambiado el nombre y las reglas del juego.
Agente del caos
La situación vivida desde la llegada de Trump ha traído como una de sus secuelas que una simple declaración, un simple mensaje de 280 (o menos) caracteres a través de Twiter pueda desencadenar una crisis, generar inestabilidad en los mercados, contaminar una negociación y, por supuesto, irritar a miles de personas.
En los momentos definitorios de la negociación del TLCAN, que podría definir buena parte del futuro económico de Estados Unidos, Canadá y México, Trump utilizó su canal de comunicación favorito (su cuenta de Twitter) para volver a atacar a su vecino del sur.
En el contexto de las pláticas no solo volvió a cargar contra México por lo que considera un acuerdo nada ventajoso para los Estados Unidos sino que deslizó la amenaza de que México pagará por el muro de una forma u otra y que si no hay muro podría no haber acuerdo; y para rematar aseguró que México es el país más peligroso del mundo.
Quizá el ‘conflicto’ más delicado que ha tenido a través de la red social han sido las respuestas que ha enviado por este medio a su homólogo norcoreano Kim Jong-un, el último un verdadero retrato del nivel político de Trump.
En medio de la mayor tensión en el sureste asiático por la escalada armamentista de Corea del Norte, el líder supremo del país comunista Kim Jong-un aseguró que cuenta con un botón nuclear justo en su escritorio.
Irritable e impulsivo como es, Trump respondió en Twitter que él también tiene un botón, pero que éste es más grande y poderoso.
Pero a través de esta herramienta Trump también se ha desahogado para cargar en contra de mucha de la prensa de su país, reiterando señalamientos para medios prestigiosos como CNN, The New York Times o The Washington Post por difundir lo que a su juicio son ‘fake news’.
En más de una ocasión Trump ha calificado a la prensa como la verdadera oposición o el ‘verdadero enemigo’ del pueblo norteamericano. Diversas organizaciones de periodistas y de la sociedad civil advierten sobre la amenaza que se cierne sobre la libertad de expresión.
Gobernadores y legisladores (principalmente demócratas pero también algunos republicanos), líderes mundiales, expresidentes, deportistas, funcionarios, colaboradores también han sido víctimas de la ofensiva tuitera de Trump, abriendo conflictos que casi siempre escalan y trascienden a la red social.
Puño de hierro
En los análisis previos a la toma de posesión el 20 de enero de 2017, gran parte del debate giraba en torno a la posibilidad de que el Trump en la Casa Blanca sería una versión más moderada del Trump en campaña o si mantendría el mismo tono desafiante e incendiario.
El recién nombrado presidente 45 de los Estados Unidos ni siquiera tuvo que pasar por un periodo de ‘tanteo’ o de evaluación para despejar todas las dudas, y con el transcurso de los meses tampoco sería descabellado afirmar que el Trump presidente es aún más peligroso de lo que se pronosticaba.
En su día 4 en el despacho oval Trump firmó una orden ejecutiva que sacaba a los EU del TPP y el 27 de enero firmaría su primer decreto antiinmigrante
En su día cuatro en el despacho oval firmó una orden ejecutiva que sacaba a los Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y el 27 de enero firmaría su primer decreto antiinmigrante que vetaba el ingreso de ciudadanos de 7 países de mayoría musulmanes a los Estados Unidos.
Estas dos medidas en los primeros 10 días de su mandato no fueron tan sorpresivas, pero sí trajeron un amplio rechazo de la comunidad internacional y la condena por parte de decenas de organizaciones de los derechos humanos.
El veto migratorio le trajo un enfrentamiento con el Poder Judicial que en dos ocasiones lo echó abajo, lo que lo obligó a matizar su contenido, aunque en esencia sigue siendo un cierre de fronteras y un ataque en contra de los migrantes.
Para la administración de Trump era solo el calentamiento.
Acechado desde el inicio de su mandato por la sobra de la colusión de su equipo de campaña y algunos de sus cercanos colaboradores con agentes de la inteligencia rusa, a Trump no le tembló la mano para intentar deslindarse de la trama ni para quitar de su camino a elementos incómodos.
Por las circunstancias fue obligado a prescindir de Michael Flynn, quien era su asesor de seguridad, pero en un movimiento arriesgado y cuyas consecuencias aún no son previsibles despidió al exdirector del FBI (una de las más respetadas agencias de los Estados Unidos) James Comey, quien habría pedido de forma velada que desistiera de la investigación.
Hay una investigación en curso por parte del fiscal Robert Mueller sobre el Rusia-gate que incluso podría llegar a indagar sobre una presunta obstrucción de la justicia por parte del mandatario.
Pero quizá en donde más se ha sentido el puño de hierro de Trump ha sido en la cuestión migrante, comenzando por el enfrentamiento encarnizado con algunos gobiernos de los estados o de algunas ciudades que se niegan a seguir los lineamientos en política migratoria de Trump, que pretende una persecución en toda regla con los inmigrantes.
La eliminación del DACA, un programa que protegía de ser deportados a los jóvenes que llegaron en su niñez a los Estados Unidos o el retiro de la protección a refugiados salvadoreños, haitianos o nicaragüenses son otras medidas fuertemente cuestionables y que hablan de la poca consideración del mandatario en temas humanitarios.
En esta deshumanizada cruzada antiinmigrante ni siquiera los republicanos están totalmente convencidos de apoyar a Trump.
México responde
Ante una nueva provocación de Donald Trump a través de su cuenta de Twitter en donde no solo insistía en que México pagará de una forma u otra la construcción del muro fronterizo, sino que afirmó que el país era el más violento del mundo, el gobierno mexicano reiteró su posición sobre la relación bilateral con los Estados Unidos.
A través de un comunicado, la Secretaría de Relaciones Exteriores sostuvo que México no pagará bajo ninguna circunstancia un muro o barrera física que se construya en territorio estadounidense a lo largo de la frontera con México y refutó lo dicho por Trump reconociendo que existe un problema de violencia pero que es ‘abiertamente falso que México sea el país más peligroso del mundo’.
De igual forma, en una clara alusión a la forma en que Trump envía sus mensajes la dependencia advirtió que no se negociará el TLCAN ni ningún otro aspecto de la relación bilateral por medio de las redes sociales o los medios de comunicación, pero reiteró su compromiso de que la posición en la mesa de negociación continuará siendo ‘seria y constructiva’.