En medio de la tragedia, como hace exactamente 32 años, los habitantes de la Ciudad de México volvieron a dar muestras de solidaridad ante la adversidad.
Vecinos de las zonas más afectadas por el sismo de 7.1 grados que azotó la tarde de ayer la capital del país se movilizaron a todos los lugares en donde la ayuda era requerida, llevando palas y herramientas para ayudar al rescate, agua y alimentos para los rescatistas, o simplemente poniéndose a disposición para realizar cualquier tarea.
La respuesta fue tan grande que en algunos lugares, como en los alrededores del edificio derrumbado en las calles de Medellín y San Luis Potosí, en la colonia Roma, se les tuvo que pedir a muchos voluntarios que querían participar en la búsqueda de personas, que se retiraran a hacer otras tareas, pues ya había suficientes rescatistas.
En esa esquina, miembros del Ejército mexicano y de Protección Civil de la ciudad recibieron el refuerzo de decenas de vecinos, que salían de sus casas con palas, picos, tablones y portando cascos de bicicleta para ayudar en las labores.
Otros tantos se acercaban con garrafones o paquetes de botella de agua para los rescatistas, algunos más, como la señora Irma y su hija, llegaron con contenedores de comida y tortillas para todos aquellos voluntarios que quisieran comer.
Aunque en muchas de las calles de la Zona Rosa y las colonias Roma y Condesa se podía transitar a pie con relativa normalidad, muchas de las tiendas de conveniencia, puestos ambulantes de comida, etcétera, permanecían cerrados, por lo que los líquidos y alimentos eran absolutamente necesarios.
Fue tanta la ayuda que llegó a esta zona de la ciudad, que los improvisados líderes organizaron todos los víveres excedentes -sobre todo el agua potable- y pidieron voluntarios para enviarlos a otras zonas de emergencia. La respuesta nuevamente fue inmediata.
Medicamentos y férulas para curación
En medio de la confusión, muchas personas pedían información sobre familiares o amigos que pudieron haberse encontrado en alguno de los edificios derrumbados, y hubo personas que sufrieron crisis nerviosas.
Ante los cierres a la circulación, cientos de personas tuvieron que caminar por toda la avenida Insurgentes, principalmente en dirección de sur a norte, pues el paso solo estaba habilitado para los vehículos de emergencia y de los cuerpos policiacos, Protección Civil y el Ejército mexicano.
Un grupo de estudiantes se colocó afuera de una farmacia y con un cartel improvisado en pedazos de cartón invitaba a la gente a comprar medicinas, férulas y material de curación, y ellos se comprometían a llevarlos a donde fuera necesario.
Y en verdad la respuesta fue positiva, pues muchas personas se encontraban haciendo fila en la farmacia ubicada en Insurgentes Sur para comprar lo que estuviera en sus posibilidades, otras más dejaron monedas y billetes a los voluntarios. Incluso un ama de casa dejó alimentos y jugos para los tres estudiantes.
Por las calles también había imágenes de vecinos cargando garrafones o paquetes de botellas de agua potable para acercarlos a las zonas afectadas, y algunas personas se ofrecieron a llevar toda la ayuda en sus motos o motonetas.
Muchas camionetas o autos particulares también circularon con voluntarios a bordo, enfundados en chalecos fluorescentes y cascos protectores y cargados de herramientas, medicamentos y agua potable.
Dirigen franeleros el tránsito
Ante el colapso del tráfico vehicular, muchos franeleros en las inmediaciones de la Glorieta de Insurgentes, apoyados por vecinos y comerciantes, se ofrecieron para dirigir el tránsito.
Por la noche, muchos voluntarios se organizaban en persona o a través de redes sociales para llevar agua y alimentos a primera hora del día de hoy a los hospitales y a los rescatistas.
A pesar de la tristeza y la conmoción, las muestras de solidaridad no cejaron y la consigna entre los capitalinos es alentadora: “en 1985 nos levantamos, y esta vez nos volveremos a levantar”.