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Exhuman restos para verificar ADN de víctima

Para llegar al panteón del Santo Cristo, en García, hay que cruzar todo el pueblo. El lugar está ubicado a la mitad del desierto de Icamole.

Ahí, de un pequeño pedazo de tierra seca, ayer peritos de Antropología Forense y de la Procuraduría General de Justicia del Estado, desenterraron los 116 fragmentos de restos que hace casi dos años la PGR le entregó a Juana Solís Barrios, argumentando que era su hija.

Se los dieron en una bolsa negra de plástico y le prohibieron abrirla.

Brenda Damaris tenía 26 años cuando desapareció. Era el último día de junio del 2011.

Para llegar al panteón del Santo Cristo, en García, hay que cruzar todo el pueblo. El lugar está ubicado a la mitad del desierto de Icamole.

Ahí, de un pequeño pedazo de tierra seca, ayer peritos de Antropología Forense y de la Procuraduría General de Justicia del Estado, desenterraron los 116 fragmentos de restos que hace casi dos años la PGR le entregó a Juana Solís Barrios, argumentando que era su hija.

Se los dieron en una bolsa negra de plástico y le prohibieron abrirla.

Brenda Damaris tenía 26 años cuando desapareció. Era el último día de junio del 2011.

“Ya eran puros restos, ya ni olor tenían. Fue la funeraria quien recibió la bolsa negra con los huesos. Y se le dio la orden de que no se iban a velar”, contó Juana a Reporte Indigo el 12 de agosto del 2013. “El día que sepultamos la cajita, mi hijo se tiró a la fosa y quería sacar la caja. Y él decía que no era su hermana”.

Ese argumento lo sostuvieron desde el primer día.

Esos restos que enterraron en el pequeño pedazo de tierra que aún ni terminan de pagar, no eran los de Damaris.

“La voy a enterrar aunque no sea mi hija”, dijo Juana y no ha dejado de buscarla.

La familia exigió al gobernador Rodrigo Medina la autorización para realizar una segunda prueba de ADN, con personal externo a la Procuraduría, para tener certeza de los resultados entregados por la autoridad.

Estaban llenos de dudas.

Las autoridades les habían entregado unos restos de 10 a 12 meses más antiguos de lo que Damaris tenía de desaparecida.

Les dijeron que desde hacía un año habían dado con ellos, pero que no habían detectado a quién pertenecían porque no habían hecho los cruces de ADN.

Pero a Juana esa explicación nunca la convenció.

“No sé por qué tardaron tanto, pero todos los días nosotros estábamos ahí, todos los días. Me decían: ‘otra vez señora’ y que qué quería. Y yo: ‘sí, otra vez, porque no se me perdió un perro, se me perdió mi hija’”.

Durante casi un año, la mujer buscó el permiso para exhumar esos restos y hacerles nuevas pruebas.

Finalmente las autoridades le dijeron que sí, siempre y cuando lo hicieran por su cuenta. Pasó otro año más para que Juana consiguiera los recursos para realizar el procedimiento.

Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos de Nuevo León la ayudó a conseguir el apoyo.

Ayer, a las 7:30 horas de la mañana, el Equipo Peruano Forense realizó la exhumación.

Juana ahora tendrá que esperar entre 11 y 14 semanas para que el laboratorio, con sede en Nueva York, realice la identificación de los restos.

“Estoy destrozada, pero esto solo acaba de empezar”

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