Con la entrada de los nuevos gobernadores elegidos el pasado 6 de junio, la Alianza Federalista surgida para hacer frente al centralismo quedó mermada y en proceso de desaparición, siendo que lo mismo perdió a varios de sus principales promotores y ha recibido críticas de gobernadores sucesores. Esto mientras el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) se afianza como la principal fuerza política del país, controlando ya la mitad de las gubernaturas.
El pasado proceso electoral dejó como saldo el dominio de Morena en el territorio nacional, ya que ahora tiene bajo su control 16 de 32 Ejecutivos estatales, que suben a 18 si se toma en cuenta que sus aliados, los partidos Encuentro Social (PES) y Verde Ecologista de México (PVEM), gobiernan Morelos y San Luis Potosí, respectivamente. En este escenario, el clamor federalista debería recobrar fuerza.
Sin embargo, la Alianza Federalista perdió a cuatro de sus 10 integrantes. Siendo, además, algunas de sus figuras de mayor alcance nacional. Como era el caso del gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez “El Bronco”; de Chihuahua, Javier Corral; de Michoacán, Silvano Aureoles; y de Colima, Ignacio Peralta. Estos dos últimos dejaron el Palacio de Gobierno de sus estados a nuevos inquilinos emanados de Morena.
Aunque Nuevo León y Chihuahua quedan en manos de partidos opositores, los nuevos mandatarios se han desmarcado del bloque. El neoleonés Samuel García adelantó que trabajará con el Gobierno federal y consideró que la “Alianza Federalista no funcionó porque iban al pleito”. En tanto que la chihuahuense Maru Campos señaló que “no creo en la Alianza Federalista porque, realmente, el tema está en el Congreso de la Unión”, refiriéndose a la Ley de Coordinación Fiscal.
Tres de los cabecillas restantes tienen posturas encontradas sobre la Alianza Federalista. Promoviendo su consulta popular sobre el Pacto Fiscal, el jalisciense Enrique Alfaro adelantó que revisará el modelo de coordinación. Tras las elecciones, el guanajuatense Diego Sinhue Rodríguez solo dijo que el bloque tenía un “futuro incierto”. Mientras que, a mediados de septiembre, el coahuilense Miguel Riquelme proclamó que la alianza estaba “más viva que nunca”.
En tanto, inician su último año de gobierno Martín Orozco, gobernador de Aguascalientes; Francisco García Cabeza de Vaca, de Tamaulipas; y José Rosas Aispuro, de Durango, todos emanados de Acción Nacional. Habiendo iniciado el proceso electoral que culminará con la elección de sus sucesores en junio de 2022, Morena parte con ventaja en las encuestas tamaulipecas y duranguenses.
Del la Alianza Federalista al realismo
Respecto al futuro de la Alianza Federalista, Reporte Índigo entrevistó al doctor Nicolás Loza, profesor-investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, quien señala que el Presidente de la República ha demostrado que quiere utilizar instrumentos para negociar al ofrecer puestos en la administración a Quirino Ordaz y Antonio Chavarría, mandatarios salientes de partidos opositores.
“El futuro político de un gobernador que sale, siendo de otro partido, en buena medida se lo puede suavizar el Presidente de la República. El futuro político de un aspirante a gobernador, en buena medida, depende del Presidente de la República. Estamos en una situación muy parecida a la del viejo PRI de los 70 y antes, en donde la carrera de los políticos profesionales depende, esencialmente, del Presidente de la República.”
Siendo que el Presidente Andrés Manuel López Obrador tiene niveles de aprobación que no fueron revertidos ni con un suceso inesperado como la pandemia, además de mantener el control del Poder Legislativo, Loza ve un debilitamiento de la oposición que, a su vez, se traduce en un debilitamiento del federalismo. Pues hay pocos o nulos incentivos para que los mandatarios estatales asuman posturas como la de controlar recursos públicos desde los estados.
“Es más sensato para un gobernador ir a la negociación uno a uno y entregar cosas a cambio de recibir otras que hacer un frente que normalmente implica mayor radicalidad.
Como ejemplo, el doctor Loza señala el caso del gobernador Enrique Alfaro, quien ha sido un constante crítico de López Obrador, pero a mitad de su sexenio se encuentra “en el limbo” al no tener resultados negativos ni excepcionales, dejándolo frágil. En contraste, su compañero de partido, Samuel García, parece apostar a una relación más cordial con la Federación para, una vez que logre resultados en su administración, “alzar la cabeza” rumbo a las próximas elecciones.
Esta situación es contraria a la vivida durante los dos sexenios panistas —2000 a 2012—, apunta Loza, pues en aquella época el opositor Partido Revolucionario Institucional mantuvo su fuerza territorial y eso le permitió seguir gobernando un gran número de estados, incluso más que el PAN. Lo que dio origen a la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) para hacer frente a la Federación desde las entidades.
“Esa tendencia era el principal incentivo a que se agruparan los gobernadores, que enfrentaran al Presidente y le sacaran beneficios, y lo lograron. En cambio, ahora, la tendencia es al revés. Es a que pierdan más posiciones los partidos de oposición. Es una suerte de realismo no hacer un frente para enfrentar al Presidente como autoridades. Pierden sus entidades y pierden ellos. Por eso están reculando y bajándole.”
Por esta misma tendencia, los morenistas “van a tratar de dar una suerte de efecto-demostración, enseñarle a la gente de sus estados y de los vecinos para que se quede con la impresión de ‘qué bueno que el gobernador sea del mismo partido que el Presidente porque nos caen más beneficios’. Tampoco es una práctica exclusiva de Morena, es una realidad que hicieron los priistas y los panistas. Pero aquí lo están haciendo de una forma más extrema. Bastante cínico, digamos”.