Futuro incierto
A pesar de la emergencia, las personas que sufrieron afectación en sus hogares debido al sismo se niegan a abandonarlos por temor a perder sus pertenencias
Carlos SalazarCarlos y Alma Isabel no saben si podrán regresar a su hogar. La tarde de ayer fueron desalojados de su departamento ubicado en el tercer piso del edificio en Avenida del Taller número 13 en la Colonia Paulino Navarro y por el miedo a que se desplome no quieren regresar.
Junto con su hija de 5 años permanecen en el albergue Hogar CDMX junto con otros 17 damnificados, uno de los refugios que ha habilitado el gobierno capitalino tras el sismo del pasado martes, en espera de noticias por parte de las autoridades de Protección Civil sobre las condiciones de su vivienda.
Al padre de familia una serie de padecimientos le impiden trabajar, por lo que su único ingreso proviene de dos departamentos que renta. Originarios de Veracruz están valorando la posibilidad de emigrar a la ciudad de Tuxpan, en donde tienen una pequeña propiedad, pues no hay nada que los ate a la Ciudad de México.
Hace 13 años que Carlos compró ese departamento, uno de los 12 de ese edificio construido en la década de 1960. Un grupo de peritos de la UNAM realizó un estudio estructural y les informó que la construcción necesitaba refuerzos pues no aguantaría un temblor de más de 6 grados. Contra todo pronóstico, aguantó.
Tras ocho años de ser ignorados por Protección Civil y el Instituto de Vivienda, esta familia espera saber si se les brindará el apoyo para una reconstrucción de su vivienda o de una reubicación.
“Nos toca esperar, porque ahorita regresar ahí, sí nos da miedo. Las cosas materiales se reponen, pero y ¿si se cae el edificio con nosotros dentro?”, se pregunta Alma.
A pesar de la emergencia se puede constatar que las personas se niegan a abandonar sus casas, aún con el riesgo que ello implica.
En albergues como el Deportivo La Joya o Villa Olímpica tenían espacio habilitado y víveres para más de 200 personas, pero hasta la tarde de ayer nadie había acudido a solicitar refugio.
En la Plaza del Estudiante sí acudieron algunas familias, pero en las primeras horas de la mañana del día de ayer lo abandonaron para ir a obtener noticias sobre sus viviendas o sus familiares.
Dalia López llegó a la Ciudad de México hace apenas un mes junto con sus hijas de 4 y dos años, su hermana Liliana y la hija de ésta de 3 años.
Las dos hermanas y sus hijas compartían un cuarto en la calle de Madero en el Centro Histórico ubicado en el tercer piso. Tras el temblor las desalojaron pues las escaleras presentan grietas que podrían causar un derrumbe.
En el momento del terremoto, Dalia se encontraba al cuidado de las tres niñas y después de que la más pequeña quedara boca abajo atrapada en su andadera entró en pánico, afortunadamente uno de sus vecinos la ayudó a salir.
Temporalmente viven en el albergue ubicado en el Deportivo Cuauhtémoc, donde además de alimento, las niñas han recibido suficiente leche, pañales e incluso juguetes.
Y es que las muestras de solidaridad y de apoyo no cesan. La gente continúa llegando con víveres, ropa, cobertores y se suman como voluntarios a cualquier tarea que los responsables del albergue les encomienden.
Incluso las personas que llegan en calidad de damnificados, aún devastados por su pérdida, pronto entran en el ánimo de ayudar a otras personas en su misma situación, ya sea atendiéndolas, sirviéndoles una taza de café o ayudándolas con el cuidado de sus hijos.