Desde principios de enero habitantes en los poblados cercanos al Municipio de Ayutla de Los Libres, en Guerrero, tomaron las armas para hacerse justicia por su propia mano.
Ayer, mientras recorría comunidades, el gobernador Ángel Aguirre se topó con un retén de ciudadanos que , ante el amago de la delincuencia, formaron su propia policía y limitaron la entrada a quienes ellos consideren “no peligroso”.
Sin embargo, cuando vieron la comitiva del primer mandatario, le dieron paso y empezaron un diálogo.
“Pásele gobernador”, le dijo al perredista que iba acompañado por Jesús Zambrano, el dirigente del PRD nacional.
Esto viene como una consecuencia, dicen, de los tiempos del presidente Felipe Calderón, quien llamó a las víctimas de la guerra contra el narcotráfico “daños colaterales”.
Por eso ahora, los afectados “colateralmente” en la Costa Chica ya empiezan a sublevarse, debido a la falta de atención al denunciar los abusos a los ciudadanos, por lo que tomaron las armas.
¿Cómo le llamarán las autoridades ahora a esto? ¿Víctimas o daños colaterales?
Por lo pronto Aguirre les ofreció ayudarlos, darles un vehículo para mejorar su vigilancia y otorgarles uniformes.
“Que bueno que me ayudan a otorgar seguridad”, les dijo ante lo inminente.
Con esto reconoció la autoridad paralela a la formal, estatal, y sin más que ofrecer materialmente, se unió a su reclamo ante el peligro inminente de l delicuencia.
También les temen
Haciendo un recuento habría que recordar que ni las autoridades estatales ni federales pudieron atender el asunto al ver que el movimiento era serio y tenía cientos de seguidores.
Hoy esos policías comunitarios, que se hacen llamar la Unión de Pueblos Organizados del Estado de Guerrero (UPOEG), empiezan a generar animadversión entre los pobladores, pues están actuando justo como las bandas de delincuentes de las que están hartos.
Algunos ciudadanos de Ayutla dicen que han sido víctimas de golpes, amenazas y han sido obligados a realizar labores de vigilancia.
Sin embargo, la policía alternativa no ha resultado del agrado de todos.
César y Martín se consideran dos víctimas de quienes tomaron la autoridad por su cuenta.
Piden que sus apellidos no sean mencionados. Tienen miedo a represalias. Dan con exactitud datos de su trabajo y las direcciones de sus casas. Ellos trabajan en la repartición de agua.
El pasado martes al salir de su trabajo y dirigirse a su casa ambos fueron interceptados por una camioneta llena de miembros de la UPOEG.
Con empujones y amenazas fueron subidos a la camioneta y se les indicó que durante toda la noche vigilarían uno de los retenes que tienen en la salida del municipio.
“Nos llevaron como detenidos, ellos no dan explicaciones, nomás llegaron y vámonos”, relata César, de 40 años.
Asegura que desde hace dos semanas pasan a las colonias reclutando casa por casa a jóvenes y adultos para apoyar el movimiento.
No es voluntaria la ayuda, es forzosa. “Si no hace caso lo golpean a uno, entonces hay que ir tranquilitos”.
> ¿Te explicaron por qué te llevaban?
“Vigilancia”
> ¿Te explican algo?
“No, nada, nomás dijeron que iban buscando voluntarios casa por casa. Quién sabe si pasen diario o cada cuánto. Pero es a fuerzas”.
El problema para César es que a pesar de que considera que han hecho buenas cosas, es riesgoso que la UPOEG obligue a gente a trabajar con ellos.
“A mi me da miedo, porque para ir al baño lo llevan amenazado a uno, vigilado”.
Teme que la noche que estuvo haciendo guardia, sin capucha y sin armas, los delincuentes lo hayan visto y desde ahora sea fácilmente identificado y puedan hacerle daño.
“Es que aquí lo conocen a uno pues, y los malos nunca se van a acabar y después van a ser las consecuencias, por eso tengo miedo. Ellos se van, pero uno se queda aquí, cuando regresen los malos, pues se acabó para mí”.
Martín tiene 24 años y fue obligado a hacer guardia. Para él no fue algo nuevo, en la Colonia Vicente Guerrero, donde tiene su casa, es común en los últimos días ver a las camionetas levantando gente para el mismo propósito.
A su hermano ya le tocó tener que vigilar los retenes. Martín asegura que no les importa si vas al trabajo o tienes obligaciones en tu casa. Si ellos dicen que vas es que vas.
“Le tocó a mi hermano, yo pensé que al otro día iban a ir, pero me tocó. Van por colonias y la verdad a mí no me han hecho nada malo. Te preguntan y te llevan.”