Una “guerra de tronos” se ha desatado en las últimas semanas entre la Secretaría de Hacienda y el Banco de México.
La disputa evidente entre Luis Videgaray y Agustín Carstens se centra en quién lleva la voz cantante de las proyecciones económicas.
Lo cierto es que sólo ha venido a incrementar la inestabilidad e incertidumbre de los inversionistas. Hoy, tanto Videgaray como Carstens han tenido que recular y tomar lápiz y goma para cambiar las expectativas de crecimiento, por tercera ocasión en lo que va del año.
De hecho, el 1.8 por ciento de crecimiento económico para este año pende de un hilo y podría quedarse corto si las reformas energética y fiscal no prosperan y la debilidad económica de Estados Unidos persiste.
Este contrapunteo constante es utilizado por los especuladores para generar un mercado errático en México, con un desorden en el tipo de cambio y una intervención sucia.
Pero este enfrentamiento en el seno del staff económico del presidente Enrique Peña Nieto solo evidencia la campaña de Carstens por reelegirse en el Banco de México.
El protagonismo excesivo del gobernador del Banco de México -contraviniendo las leyes del propio instituto- solo busca su reelección al frente del instituto, afirma Gabriel Reyes Orona.
“No es difícil que Luis Videgaray tenga una posición encontrada con Agustín Carstens que generó una imagen de supuesta confiabilidad pero lo reprobaron como candidato del FMI”, dice.
Carstens claramente busca una reelección “que no podría ser más inoportuna para el país” y para ello está utilizando el podium que le da el Instituto Central “para desde ahí hacer política”, destaca el exprocurador fiscal de la Federación.
El cambio del gobernador del Banco de México es por ley, a la mitad del sexenio.
Agustín Carstens “está en campaña, tratando de hacer una promoción de imagen para paliar aquella desastrosa participación que tuvo como candidato a dirigir el FMI”, asegura Reyes Orona.
Ahora también está usando al Banco Internacional de Pagos como trampolín para tratar de mejorar su imagen desde el exterior hacia el interior, remarca.
El exprocurador considera que la guerra de cifras entre ambas entidades no tiene fundamento legal ni constitucional.
Es evidente, dice, que Agustín Carstens quiere ser un “secretario de Hacienda bis”. Se mete en temas que no le corresponden, realiza anuncios que no le tocan y emite declaraciones que contrapuntean con las emitidas por el Gobierno Federal, destaca.
“Le guste o no, el Gobierno Federal es el único que puede y tiene capacidades para hacer las evaluaciones, dictámenes e incluso pronósticos que hoy en día aventuradamente Carstens está haciendo”.
El papel fundamental de Banxico es vigilar la estabilidad y el poder adquisitivo de la moneda. Las cifras de finanzas públicas deben ser aquellas que la Secretaría de Hacienda proporcione y publique.
“Para armonizar a estos dos organismos, habrá que regresar al Banco de México a su orden y dimensión constitucional”, concluye Reyes Orona.
Dictadura financiera
Agustín Carstens ha atropellado la estructura del Banco de México anulando a su Junta de Gobierno que se ha convertido en un mero mecanismo ornamental, pues ha tratado de ejercer una dictadura financiera.
Tan es así, menciona Gabriel Reyes Orona, que es el único que opera, instrumenta y e implementa sus decisiones, violentando tanto la Ley del propio instituto como la Constitución.
Si bien han sido discretos los cambios en el tipo de cambio, hay un evidente desorden e inestabilidad en el peso.
Y esto se debe, denuncia, a una intervención sucia a través de mecanismos que Carstens ha puesto para tratar de dar una apariencia de estabilidad, con una manipulación de inversión en la reserva de activos internacionales.
La Ley del Banco de México en sus artículos 21 y 22 establece cuál es la finalidad de la reserva de activos internacionales, pero hoy el gobernador de Banxico “utiliza esta reserva para hacer política y eso a la larga le va a hacer mucho daño al país”.