El cambiar la manera como se recuerda la historia abre una puerta al uso y abuso de la memoria y, en lugar de construir un faro de identidad, se vuelve una herramienta y un instrumento de manipulación ideológica para un proyecto nacional y político.
El experto del Tec de Monterrey recuerda que hay una intención de la jefa de Gobierno de modificar los lugares en los que están situados las estatuas o monumentos históricos de la Ciudad de México, lo que provocaría un riesgo cultural muy importante, pues significa un retroceso en términos educativos para los mexicanos.
“Al cambiar el nombre del Puente de Alvarado por la calzada México-Tenochtitlán es importante que estemos conscientes de que hay una justificación histórica, pero no tanto en la retirada de la escultura de Colón.
“Es cierto que fue un conquistador, quien en su labor de lucha masacró a decenas de indígenas pero en términos históricos cumplió con una función de mestizaje y de amalgamar dos crisoles culturales como fue el español y el indígena”, recalca.
Particularmente en estos momentos de cambios sociales y políticos que la sociedad está viviendo, el especialista resalta que existe un auge importante sobre los derechos de la mujer. Desde su perspectiva, la memoria histórica puede ser una vía para que la mujer reafirme y fortalezca sus demandas ciudadanas, políticas, culturales y de derechos frente a los abusos que ha vivido históricamente.
“Poner énfasis en las grandes aportaciones que las mujeres han tenido a la vida política mexicana es importante, el identificarlas en términos históricos, lo que han aportado a la vida nacional. Recuperar personajes como Leona Vicario o Josefa Ortiz de Domínguez, es un ejemplo positivo de que la reestructura de la historia también puede aportar mucho a la identidad futura del mexicano”, enuncia.
Ver hacia el futuro con la historia
De acuerdo con Luis Cabrera, Francia es un gran ejemplo de lo que “se debería hacer” al resignificar la historia. Por ejemplo, qué significa el Ángel de la Independencia, Benito Juárez, Emiliano Zapata para los mexicanos en estos momentos.
“¿Qué clave nos pueden dar para el futuro? Esa es la gran premisa, no cambiar el nombre a las calles, ni de lugar a los monumentos, sino que estos nos hablen desde la necesidad del presente”, dice Cabrera.
Aunado a esto, el experto en análisis crítico y político del discurso, manifiesta que es peligroso que esta tendencia se mantenga como una política nacional.
“Esto provocaría que los libros de historia tengan una orientación hacia lo que el Estado quiera o el régimen actual desee, lo que implica un riesgo importante en términos de identidad, de cultura y sobre todo de formación”, afirma.