Mucho se habla de la violencia que azota a México. De cómo los tentáculos de la delincuencia organizada han cambiado la geografía física y anímica de sus territorios y habitantes.
Recientemente el periódico francés Le Monde refirió en un editorial de portada que México es el país más mortífero del mundo. Su afirmación la sustentó en las últimas cifras difundidas por el INEGI en torno a las víctimas de la guerra contra el crimen organizado.
En cinco años la tasa de homicidios se incrementó en 306 por ciento: “una explosión macabra de cifras”, definió el diario galo.
Calificó de un “fracaso terrible” la estrategia militar emprendida por Felipe Calderón. Incluso fue más lejos. Expresó su pesimismo sobre el futuro gobierno: “el mal es hoy tan profundo (que) no es seguro que la elección del señor Peña Nieto cambie algo”.
Más allá de este atroz balance, desde hace unos años, sectores de la sociedad civil han evitado paralizarse ante la lacerante realidad mexicana.
Diversos movimientos y organizaciones sociales buscan crear propuestas y consolidar acciones para las víctimas directas e indirectas de esta “espiral de barbarie”.
Algunos activistas y analistas de las iniciativas generadas desde el ámbito de la ciudadanía se dieron cita en el coloquio “Inseguridad y violencia: mediciones, acciones y representaciones”, organizado por el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
Durante miércoles y jueves, académicos, investigadores, consultores, activistas y analistas sociales abordaron en cuatro mesas de reflexión diversas temáticas relacionadas con la violencia y la falta de seguridad en México.
En la Mesa 3, relativa a los alcances que han tenido ciertos movimientos y organizaciones sociales, se refirió el caso de Ciudad Juárez.
Como ponente de esa mesa, el doctor Arturo Valenzuela, integrante de la Mesa de Seguridad Ciudad Juárez, relató la experiencia de cómo los juarenses poco a poco han ido aportando elementos para tratar de revertir la pesadilla que constituía su vida cotidiana.
De cómo pasaron del “¿nos ponemos a rezar?” a tratar de conformar un grupo de actores y organizaciones que unidos lucharían para fortalecer sus instituciones estatales.
En principio, el cirujano formó parte del Comité Médico Ciudadano a partir del cual se delineó el propósito de construir una red social en torno a la “patología del secuestro”.
Destacó que tras sostener un encuentro con Juarenses por la Paz, en diciembre de 2009 tuvo lugar la histórica marcha de protesta en la que 2 mil habitantes de Ciudad Juárez tomaron las calles solicitando un cese a la inseguridad. Una tregua por la paz.
En la mayor crisis de seguridad del Estado fronterizo, en un pánico generalizado, dijo Valenzuela, la movilización fue descalificada. Se le adjudicaron autores intelectuales y colgaron medallas partidistas.
De esta manifestación se desprendió el pliego petitorio al que los gobiernos de los tres niveles anunciaron responderían con prontitud. La respuesta contundente tardó dos años en llegar.
Tras la masacre de Salvácar –donde 15 jóvenes fueron ejecutados “por confusión”– la furia de la sociedad juarense tocó fondo. No fue sino hasta febrero de este año que el presidente Calderón llegó con su comitiva de seguridad a la ciudad considerada la más peligrosa del mundo.
No ha sido nada sencillo pero, contó Valenzuela, estructurando el trabajo de la autoridad con el de la ciudadanía, en los últimos tiempos las cosas marchan un poco mejor.
Por ejemplo, se ha instrumentado un programa contra el cobro de piso del Circuito Turístico; se ha puesto tras las rejas a policías y se ha logrado mapear la red de “parqueros” que están al servicio de los delincuentes. Los índices de homicidios han bajado de 300 a 37, aproximadamente.
Por su parte, la doctora Diana Silva Londoño refirió cómo algunos grupos de jóvenes, a través del arte y la cultura, han buscado sobrevivir y enfrentar la violencia de su entorno. Se vuelcan para tratar de generar una cultura de paz.
La propuesta del “Artivismo” en Ciudad Juárez se nutre de distintas expresiones artísticas. Como intervenciones de casas abandonadas donde las personas se han visto sometidas a realizar desplazamientos forzados o han dejado rastros de la violencia a la que fueron sometidos.
“A través de las prácticas artísticas se amplia lo posible”, afirmó Lodoño en el coloquio que acabó ayer en la Casa de las Humanidades de la delegación Coyoacán del DF.
Lo posible hoy en día para Ciudad Juárez supone edificar multiples acciones decisivas contra el miedo de la violencia sin límite.