[kaltura-widget uiconfid=”38728022″ entryid=”0_zcgdurld” responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”75%” /] México rema a contracorriente. Mientras en América Latina los países se han alejado de un modelo económico con una clara tendencia hacia la izquierda, los mexicanos experimentarán por primera vez un cambio de régimen político.
Sin embargo, la doctora en relaciones internacionales opina que esto es parte del proceso y no significa que ocurrirá una crisis, aunque reconoce que será difícil que el próximo presidente pueda hacer que ocurra un cambio muy drástico como el que esperan los simpatizantes de la izquierda, ya que México cuenta con importantes tratados y acuerdos internacionales que debe respetar.
Por ahora, existen ciertos temores sobre si un modelo económico de izquierda moderada en México puede llegar a ser exitoso cuando el fantasma del fracaso acecha a América Latina.
Si bien los expresidentes de la región cumplieron con sus promesas, en la mayoría de los casos la izquierda quedó manchada por escándalos de corrupción, situación que llevó al centro derecha y a la derecha a tomar de nueva cuenta el poder.
El virtual presidente electo ha hecho de conocimiento público una serie de propuestas económicas que buscan mejorar la calidad de vida de los mexicanos: reactivar el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) nacional y aplicar una política de cero endeudamiento.
Aunque el plan ha sido recibido de manera positiva por ciertos sectores de la población, hay otros que advierten de los riesgos de girar el timón hacia otra dirección, ya que el cambio del modelo económico es un golpe fuerte para cualquier país.
El efecto inmediato es la incertidumbre en los mercados, la cual provoca inestabilidad financiera, además de que para implementar un nuevo modelo también es necesario hacer una reestructura del sistema fiscal, internacional y político.
Al respecto, Juan Pablo Galicia, analista político, considera que el virtual presidente electo debe mantener una postura moderada, pues es difícil que en un sexenio se cambie por completo un sistema.
“El próximo gobierno no puede ser tan radical en su giro hacia la izquierda porque la economía de México depende de Estados Unidos, aunque sí puede conseguir victorias al contar con el apoyo de algunos sectores clave, como la cúpula empresarial”, comparte el también académico de la Universidad Modelo.
Auge y caída de la izquierda en América Latina
Brasil vivió una época de gloria bajo los dos gobiernos del expresidente Lula da Silva. Las cifras no mienten: cuatro de cada cinco brasileños apoyaban su política y modelo económico de izquierda.
Incluso su popularidad superó a la del Partido de los Trabajadores (PT; en portugués Partido dos Trabalhadores) del cual era miembro y,pese a su condena por corrupción, el ‘Lulismo’ pasará a la historia como uno de los mejores periodos para la mayor economía de América Latina.
Durante sus mandatos (2003- 2010) más de 30 millones de personas salieron de la pobreza y se sumaron a la economía de mercado, de acuerdo con cifras del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).
Los programas sociales que impulsó durante los años de su gobierno hicieron que el nivel de vida de los brasileños mejorara, al grado de que la oposición reconoció los beneficios de estos esfuerzos que llegaron a todos los rincones del país.
Otro de los logros del modelo de Lula da Silva fue el crecimiento económico sin precedentes que se registró durante los años que fue presidente.
En promedio, Brasil creció a una tasa de 4.1 por ciento anual y al cierre de 2010, año en que terminó su mandato, el PIB aumentó 7.6 por ciento.
En el caso de Argentina, el fallecido ex presidente Néstor Kirchner rompió con los esquemas al instaurar un nuevo modelo económico basado en la confrontación con los organismos crediticios mundiales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la reducción de la deuda pública.
De 2003 a 2012, periodo que contempla todo el mandato de Néstor y una parte del primero de su esposa Cristina Kirchner, el PIB de Argentina creció en promedio anual 7.2 por ciento, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC).
Para ello utilizó las reservas del Banco Central de la República Argentina (BCRA) e implementó una política de acumulación de divisas para no recurrir al mercado externo de crédito y, en caso de ser necesario, utilizarlas con el compromiso de que sería a favor de la nación.
En 2003, la deuda pública respecto a la proporción del PIB argentino era de 139 por ciento, una vez que se comenzó el proceso de desendeudamiento, el monto disminuyó a 37 por ciento.
De igual forma, la deuda pública externa pasó de 81.7 por ciento del PIB en 2003, a 15.2 por ciento en 2012.
Colombia es otro claro ejemplo del éxito en la implementación de un modelo de izquierda. Con la llegada al poder de Juan Manuel Santos en 2010 comenzó el rescate de una economía que se enfrentaba a importantes retos como el cierre del comercio con Venezuela, una desaceleración de su PIB y una tasa de informalidad de 58 por ciento.
El presidente, que está por concluir su segundo mandato, puso en marcha un plan basado en el impulso de sectores prioritarios para convertirlos en sus cinco ‘locomotoras’, con el propósito de crear 2.4 millones de empleos durante su primera administración y sacar de la informalidad a 500 mil trabajadores.
Todo esto con el objetivo de reducir el desempleo por debajo del 9 por ciento en 2014 y hasta 6 por ciento para 2020.
Las ‘locomotoras’ que le permitieron al PIB crecer a una tasa anual de 10 por ciento, entre 2010 y 2014, fueron: infraestructura, vivienda, agricultura, innovación y minería. La selección de estos sectores buscó impulsar a otros ‘vagones’ relacionados con bienes, servicios, salud, educación y turismo, entre otros.
Para su segundo periodo como presidente, Juan Manuel Santos dejó de lado las ‘locomotoras’, para desarrollar una estrategia nacional de competitividad e infraestructura. Además, se enfocó en lograr el Acuerdo de Paz con las FARC y el acceso de Colombia a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) después de siete años de negociaciones.
Por otro lado, Chile también fue parte de los países de la región que apostaron por un gobierno de izquierda al llevar a la presidencia a Ricardo Lagos de 2000 a 2006.
El mandatario culminó su gestión con un nivel de aprobación de 60 por ciento, una cifra sin precedentes en el país.
Con la caída del precio del cobre, en 2000, el país sudamericano se contrajo hasta un 2 por ciento, luego de décadas de experimentar un crecimiento por encima del 5 por ciento.
El plan económico de Lagos permitió la reactivación del PIB nacional a una tasa promedio de 3.8 por ciento anual, gracias al aumento de la inversión en infraestructura.
Con la victoria de Michelle Bachelet en 2006 y posterior reelección en 2014, se dio continuidad al modelo económico de izquierda en Chile.
Su primer periodo lo culminó con una aprobación de 80 por ciento, sin embargo, para el segundo cayó entre 20 y 25 por ciento, a causa de los escándalos por corrupción.
Si algo caracterizó el segundo gobierno de la presidenta fue su paquete de reformas económicas, sociales y políticas cuyo objetivo era acortar la brecha de desigualdad entre ricos y pobres.
En el caso de Paraguay, el expresidente Fernando Lugo llevó a la economía a crecer a una tasa promedio anual de 3.85 por ciento y en 2010 se convirtió en el país con el mayor crecimiento en la región al registrar una aceleración sin precedentes de 14.5 por ciento, apoyado por los niveles récord de exportación de carne y cereales.
Durante 2011, los ingresos tributarios se incrementaron 15.8 por ciento en contraste con un año previo, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), gracias a una mayor recaudación del Impuesto Sobre la Renta (ISR).
Asimismo, el Índice General de Sueldos y Salarios registró un alza de 8.7 por ciento al cierre de 2011, en tanto que el mayor crecimiento correspondió al sector de comercio, con 11.5 por ciento, y de intermediación financiera, con 10.3 por ciento.
El mandatario estuvo al frente del gobierno paraguayo de 2008 a 2012, luego de derrocar al Partido Colorado, que gobernó durante 61 años.
En su momento, esta clase de modelos económicos llevaron a los países latinoamericanos a probar las mieles del crecimiento y del auge, sin embargo, tras más de una década de gobiernos con una ideología más inclinada hacia la izquierda, América Latina cambió de rumbo cuando los electores decidieron que la centro-derecha y la derecha regresaran al poder.
Mientras que en la izquierda se posicionó una sombra luego de que varios de los expresidentes fueron destituidos por mal desempeño de sus funciones o acusados por escándalos de corrupción.
Roberto Zepeda Martínez,especialista en relaciones internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), plantea que las izquierdas, no sólo de Latinoamérica, sino de todo el mundo tienen un reto en común.
“El problema es que cuando se quieren implementar, los presidentes olvidan que las naciones ya están circunscritas en un modelo de libre comercio y en una economía global”.
¿AMLO, el Lula mexicano?
La región de América Latina comparte más que un idioma, una historia y raíces comunes. No por nada, Simón Bolívar soñaba con formar un sólo bloque de México a la Patagonia: el Panamericanismo.
En la ideología también se ve reflejada esta hermandad con el modelo económico de izquierda, el cual se aplicó en diferentes naciones de Latinoamérica.
Sin embargo, la izquierda no siempre ha sido bien recibida Desde 1988, los gobiernos de México han impulsado programas que prometen combatir la pobreza pero que han mostrado pocos resultados por todos. Durante las campañas electorales que se vivieron este año en México, se trató de implementar la fórmula del miedo en la que se comparaba a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) con el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, cuyo gobierno ha sido responsabilizado por la actual situación económica por la que pasa el país sudamericano.
No obstante, el perfil de López Obrador coincide más con el del expresidente brasileño Lula da Silva, asegura Roberto Zepeda, especialista en relaciones internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El también investigador del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) expone que, además de las coincidencias en la magnitud de sus territorios y economías, otro rasgo que también comparten México y Brasil es la visión hacia programas sociales y que están inmersos en una economía global.
“México está inmerso desde la década de los ochenta en una economía que agrupa a diversas naciones, situación que no cambiará por la llegada de un presidente u otro. Lo que si se planea cambiar son las políticas sociales enfocadas en los adultos mayores, personas con discapacidad, pero sobre todo en los jóvenes, programas ya existentes en el país pero mal aplicados y que, sin duda, serán parecidos a los aplicados en Brasil”, manifiesta Roberto Zepeda.
Cabe señalar que durante los gobiernos de Hugo Chávez y lo que va del de Nicolás Maduro la economía venezolana se contrajo de forma considerable.
Se estima que durante este año el PIB del país se contraiga 15 por ciento. El año pasado el indicador se redujo 14 por ciento, luego de que en 2016 se desaceleró 16.5 por ciento, según datos del Fondo Monetario International (FMI).
Esto significa que en cinco años, el PIB de la nación se contrajo 50 por ciento, con una inflación que superó 2 mil 400 por ciento durante 2017 y se espera que ronde 13 mil por ciento este año.
Programas sociales sin efecto
Desde 1988, los gobiernos de México han impulsado programas que prometen combatir la pobreza, pero han mostrado pocos resultados.
El primero fue Solidaridad, de la mano de Carlos Salinas de Gortari, el cual tenía como objetivo combatir los niveles de pobreza en pueblos indígenas, campesinos y en zonas marginales de las regiones urbanas.
Pero al final de su sexenio, en 1994, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) registró un porcentaje de pobreza patrimonial (insuficiencia del ingreso disponible para adquirir la canasta alimentaria, así como realizar los gastos necesarios en salud, vestido, vivienda, entre otros) del 52.4 por ciento.
Con Ernesto Zedillo, el nombre del programa cambió a Progresa, el cual terminó con un ligero incremento de pobreza en contraste con el sexenio pasado, al alcanzar a 53.6 por ciento de la población.
Con el nuevo milenio llegó la alternancia política con Vicente Fox y también el cambio en el nombre de plan de desarrollo: Oportunidades, el cual logró reducir 10 puntos porcentuales la pobreza en seis años al ubicarla en 42.9 por ciento.
Con Felipe Calderón al programa Oportunidades se le dio continuidad, aunque el porcentaje de personas de escasos recursos creció y llegó a 52.3 al finalizar su gestión en 2012.
En el caso de Enrique Peña Nieto, su gobierno implementó el programa Prospera, en el que se invierten de forma anual 73 millones de pesos y, según los últimos datos del Coneval, el nivel de pobreza se ubica en un rango similar al del sexenio anterior.
México debe actuar solo
En la década de los 90 y en los primeros años de los 2000 se acostumbró que los gobiernos de izquierda en América Latina se refugiaban con sus pares para poder mantener un comercio en la región.
Sin embargo, después de que sacaron a las izquierdas por la vía del voto y otros procedimientos, México será uno de los pocos países con esta clase de modelo económico.
En este sentido, Juan Pablo Galicia, analista político, advierte que si Andrés Manuel López Obrador, en su intento por convertir al país en una democracia de izquierda moderada, intenta ayudar a otros gobiernos en Latinoamérica, como Venezuela, puede salir mal librado, porque en la región esta corriente ha perdido fuerza, sobre todo, el proyecto bolivariano.
No obstante,si la visión del virtual presidente está encaminada a construir una socialdemocracia que se complementa con el libre mercado, programas sociales y va de la mano de una política de no intervención se puede augurar el éxito de su gobierno.
“Su administración será exitosa si no compra problemas ajenos con otros países. Además de que tendría a los grandes capitales contentos, al tiempo de seguir manteniendo la política social que prometió durante su campaña”, añade Galicia.
Es importante destacar que antes de Andrés Manuel López Obrador, en México ya hubo otros gobiernos con una inclinación hacia la izquierda y que fueron encabezados por presidentes miembros del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Uno de ellos, el caso más emblemático, es Lázaro Cárdenas.
Pero los analistas consultados advierten que no existen detalles suficientes sobre cómo actuará el exjefe de gobierno de la Ciudad de México para concretar sus propuestas.
Al menos por ahora no existe un plan que sustente cómo será que por medio del combate a la corrupción se podrá ahorrar lo suficiente para poner en marcha los programas sociales que apoyarán a los jóvenes y a las personas de la tercera edad”, comparte Roberto Zepeda, especialista en relaciones internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Otra de las propuestas que maneja el político tabasqueño es el fortalecimiento del mercado interno, para lograrlo, tendrá que elevar los salarios para que, de esta forma, las personas tengan una mayor capacidad de compra.
Zepeda explica que para lograr este compromiso, la próxima administración tendrá que trabajar muy de cerca con los empresarios y con las cámaras que los representan.
Arlene Ramírez-Uresti, internacionalista del Tec de Monterrey, campus Toluca, plantea que una de las ventajas que tiene México frente a sus pares de América Latina es que el país no ha tenido un conflicto armado desde 1921, esto habla que ha habido un avance progresivo en las instituciones y que este cambio hacia la izquierda no será necesariamente para favorecer a la ideología política, sino que es un fenómeno que se generó como resultado del hartazgo y rebelión contra el actual sistema.
“En las elecciones pasadas no ganó un partido, fue un movimiento social. No hay que tenerle miedo a la izquierda, debemos entender que los gobiernos pueden tener un corte con esa ideología, pero deben ser moderados bajo el esquema que marca la Constitución y las leyes nacionales e internacionales que existen para salvaguardar a las instituciones”.