Infancia entre migraciones
Más de 400 integrantes de la Caravana llegaron el fin de semana a la Ciudad de México, entre ellos 17 niños que viajaron con sus padres desde Honduras
Mariana Recamier[kaltura-widget uiconfid=”39952882″ entryid=”0_p8rxnm78″ responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”75%” /]
Britanny es una niña de seis años que intenta llegar a Estados Unidos por segunda vez. Sin ese antecedente, la hondureña que viaja en la Caravana Migrante es similar a cualquier otro niño. Todo le provoca curiosidad y hace muecas cuando come algo desconocido.
La pequeña hondureña forma parte de los 17 niños y más de 400 adultos que se encuentran en el estadio Jesús Martínez ‘Palillo’ de Ciudad de México desde el domingo. Los infantes viajan con el grupo de migrantes que salió el 12 de octubre de San Pedro Sula y que pretende llegar a Estados Unidos.
Enfrente del estadio-albergue, Britanny estira la pierna mientras su mamá Karen Yulissa Ramos le coloca una calceta blanca. Para la niña no es extraño que la cambien de ropa a la mitad de un complejo deportivo.
La mamá de las dos pequeñas tiene 22 años y trabaja desde hace doce. En su último empleo vendía teléfonos. Ganaba mil lempiras hondureños a la semana, es decir, 41 dólares.
Su sueldo no era suficiente para rentar una casa o departamento. Las dos niñas, una tía y ella vivían en una habitación alquilada. También por la falta de dinero la pequeña que ahora se encuentra en México tuvo que dejar la escuela.
La desesperación hizo que la joven hondureña tomará a su hija mayor de la mano para intentar por segunda ocasión llegar a Estados Unidos.
“Salí por la pobreza e inseguridad y porque te dan trabajo por dos meses, luego te despiden y después no tienes derecho a nada”, explica Karen.
Es así como la niña de seis años tuvo que cruzar fronteras otra vez. Al lado de su mamá llegó a la estación de autobuses de San Pedro Sula y caminó hasta la frontera de Guatemala acompañada de tres mil centroamericanos.
Britanny y Karen cruzaron en una lancha el río Suchiate para no enfrentar a la policía en la frontera sur de México. Ya en territorio mexicano continuaron con las caminatas largas. Hija y mamá atravesaron estados completos con el impulso de sus pies y un par de rides.
Las dos siempre avanzaban con la caravana porque sabían que en grupo todo era más seguro. También eran acompañadas por amigos y familiares que querían alcanzar el sueño americano como ellas.
Sólo se separaron en Veracruz. Las dos tomaron un ride un poco más atrás del municipio de Isla hasta Lechería y se quedaron en un parque a dormir. En la mañana del domingo buscaron a la caravana y encontraron una parte del grupo hasta Ciudad de México.
Otros niños
La pequeña hondureña camina con confianza en el complejo deportivo. Aprovecha cualquier distracción de su mamá para acercarse al área de juegos que está frente al estadio y perseguir a otros niños.
Britanny comparte crayolas con menores que pasan la noche del domingo en el albergue. Descansa en el mismo lugar que Roger, un niño hondureño de cuatro años que tiene gripa porque le robaron su ropa en Puebla y se expuso al frío.
La niña también ve con curiosidad al hijo de Mauricio, un menor que corre por todo el estadio Jesús Martínez ‘Palillo’ con una bandera de Honduras. Ya no queda huella en el pequeño migrante de su deshidratación por caminar con su padre en un trayecto largo y deshabitado.
Los tres niños y sus familias tienen en común que quieren mejorar sus vidas en Estados Unidos. Lejos del desempleo y la violencia de su país natal, los centroamericanos creen que les espera un futuro mejor en el país gobernado por Donald Trump.
“Ese es el sueño, llegar a Estados Unidos. Quiero trabajar para sacar adelante a mi familia, echarle ganas y trabajar duro. También quiero traer a mi otra hija para que ellas estudien, darles un futuro mejor”, concluye Karen.
La Caravana Migrante continúa su viaje el martes. Britanny y su mamá dejan la ciudad ese día para dirigirse a Tijuana y luego cruzar juntas otra frontera.