El infierno de los migrantes

Francisco Cantú vio el sufrimiento que deben pasar los migrantes para llegar a Estados Unidos en su cruce por el desierto de Arizona. Este exagente fronterizo asegura que ningún muro, política migratoria o intimidación, frenará las aspiraciones de estas personas
Imelda García Imelda García Publicado el
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Cuando era agente de “la migra”, Francisco Cantú estuvo en riesgo de perder no solo su vida, sino su alma. Entró a trabajar a la Patrulla Fronteriza —Border Patrol, en inglés— a los 22 años, cuando cargando todos sus sueños como recién graduado en relaciones internacionales, quiso conocer más de cerca la frontera entre Estados Unidos y México para ver cómo podía crear soluciones a la herida abierta entre ambos países.

El problema fue que día con día, Francisco “se institucionalizaba” cada vez más sin poder evitarlo; fue entonces que entendió que era su alma la que estaba en riesgo.

Cuatro años le bastaron para ver la magnitud de la tragedia humanitaria que se vive en el cruce del desierto de Arizona; después de ese tiempo decidió que debía salir antes de perderse a sí mismo y volvió a la vida académica.

Francisco escribió entonces La Línea se convierte en Río. Una crónica de la frontera (Debate, 2018) como un intento de exorcizar los demonios que arrastró consigo durante años y en donde narra sus vivencias como agente de la Patrulla Fronteriza, a la que perteneció entre 2008 y 2012.

Años después, Francisco ve la frontera como una gran herida entre Estados Unidos y México, donde cada día ocurre una tragedia humanitaria en la que mucha gente que busca un futuro mejor arriesga y pierde su vida.

En entrevista con Reporte Índigo, Francisco Cantú reflexiona sobre los dichos y las políticas del presidente Donald Trump sobre la frontera; la visión que tienen los agentes de la Patrulla Fronteriza sobre la migración; la cultura binacional; y lo que vio en los migrantes que arriesgan todo por ellos y sus familias.

Más obstáculos en la frontera

Como agente fronterizo, Francisco Cantú vio en las personas que cruzan la frontera la determinación que les hará pasar cualquier obstáculo para conquistar su sue- ño de una mejor vida.

El autor de La Línea se convierte en Río asegura que en la frontera México-EU no se vive un problema de seguridad, sino una crisis humanitaria

Es por ello que ni las amenazas de Trump, ni la construcción de un nuevo muro fronterizo, ni la presencia de la Guardia Nacional harán que la gente se detenga en su intento de llegar a Estados Unidos.

“Esa política de obligar a los migrantes a cruzar en las partes más peligrosas del desierto, de intentar crear una visión del infierno en la frontera, eso es lo que verdaderamente están haciendo los políticos”.

El presidente Donald Trump, apunta, ha intentado crear un escenario de que en la frontera entre Estados Unidos y México existe una profunda crisis de seguridad por la que vale la pena levantar el muro y aumentar considerablemente las medidas de seguridad en toda la frontera. Pero Cantú asegura que no se trata de un problema de seguridad, sino de una crisis humanitaria.

“Hay una crisis humanitaria y las prácticas de la Patrulla Fronteriza y la política migratoria de Estados Unidos, ha creado una situación en que mucha gente pierde su vida. Más de 400 personas murieron al cruzar la frontera el año pasado; y yo creo que hay como 7 mil u 8 mil muertos desde el año 2000. Entonces tenemos una política de hacer al inmigrante cruzar por las partes más peligrosas de la frontera, porque se han construido muchos muros ya en las ciudades, y eso los obliga a pasar por las tierras más peligrosas”, dice Cantú.

Exorcizar fantasmas

Mientras era agente de la Patrulla Fronteriza y muchos años después Francisco Cantú tuvo que lidiar con los demonios que lo perseguían, y que se hacían presentes sobre todo por las noches, cuando tenía pesadillas que le consumían el sueño.

Lo mismo soñaba que corría tras un grupo de inmigrantes o que se enfrentaba a narcotraficantes que intentaban pasar droga a Estados Unidos. Y durante años vivió intranquilo días y noches.

“Me alejé mucho de mi sentido de quién era yo; iba perdiendo poco a poco mi sentido de humanidad. En ese trabajo después de tantos encuentros con los migrantes, empiezas a no ser tan afectado, a no impresionarte tanto por esas historias.

Y en ese tiempo yo estaba escribiendo un diario y eso fue una manera de conservar la memoria de los encuentros y las conversaciones que tuve, porque si no, jamás me hubiera acordado porque al día siguiente ya tenía que hacer otras cosas, ya iba a encontrar a otra gente y la de un día antes se hubiera borrado”, narra Francisco.

Fue así que, años después, ya con los demonios más domesticados y fuera de la Patrulla Fronteriza, Cantú decidió volver a leer las notas y redescubrió todas sus experiencias y, ahora sí, pudo reflexionar sobre ellas.

“Lo que sí llevo mucho conmigo es la impresión de haber conversado con los migrantes, de haber encontrado un hombre muerto, de haber encontrado una mujer embarazada, a dos niñas muy menores, eso es lo que traigo conmigo siempre”, relata Cantú.

La experiencia que más lo marcó, relata, y en la que piensa muchos días, es en la de un hombre mayor que acababa de morir en el desierto y que cruzaba acompañado de su nieto y un amigo de éste. Habían salido de un pueblo en Veracruz para encontrar trabajo en Estados Unidos

Lo más difícil, dice, fue explicarle al nieto de aquel hombre que él se iría detenido y el cuerpo sería puesto a disposición de las autoridades. Recuerda como si fuera ayer la desesperación del joven al tener que dejar ahí tirado a su abuelo.

“Les tuve que explicar que ellos serían deportados, que la policía tomaría el cuerpo del señor, que lo iban a pasar al Consulado Mexicano y quizá esa oficina pudiera mandar una carta a la familia explicando qué le pasó. Todo eso me hizo pensar en qué inhumano es el sistema, en lo burocrático de un sistema que tiene el fin de separar a las personas”, reflexionó.

Y aunque sabe que muchos de sus compañeros fueron y son afectados igual que él, Francisco dice que al interior de la Patrulla Fronteriza no hay una cultura de hablar sobre lo que les ocurre, por lo que muchos terminan cambiando su manera de ser y de pensar.

Francisco Cantú tuvo una salvadora: su madre. La mujer, de origen mexicano y de oficio guardabosques, siempre le advirtió que podía terminar institucionalizándose si permanecía en un trabajo como ese, y que estaría en juego más que su vida.

Fue por ello que poco a poco, Francisco comenzó a buscar una salida de ese cuerpo de agentes fronterizos. Logró conseguir una beca para hacer una investigación en Europa y después una maestría en Estados Unidos. Ahora, dedica sus días a dar clases a jóvenes escritores en la Universidad de Arizona que estén interesados en los temas de la frontera.

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