“Suéltenos, somos inocentes. Somos estudiantes de la Escuela de Ayotzinapa”, se escucharon unas voces de hombres que viajaban amontonados en la parte trasera de una camioneta de redilas.
“Jálense para el basurero”, ordenó un hombre que iba al mando conocido como “El cepillo y/o El terco”, refiriéndose al que se encuentra hacia el pueblo de la colonia Vicente Guerrero de Cocula, Guerrero.
Así inició el episodio que refiere la presunta muerte de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa.
El relato macabro está contenido en la averiguación previa PGR/SEIDO/UEIDMS/871/2014 en la que Agustín García Reyes, alias “El chereje” uno de los tres sicarios que presentó en conferencia el Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, da los pormenores de lo que ocurrió un día a finales de septiembre (no se precisa la fecha).
El funcionario federal declaró en aquella conferencia que no se encontraron indicios de que en algún momento los normalistas desaparecidos hayan pertenecido o colaborado con la agrupación Guerreros Unidos.
Sin embargo, a partir de dicha averiguación previa del cual se posee una copia, se desprende que “halcones” y sicarios de Guerreros Unidos se organizaron aquel día para matar y prender fuego a todos los hombres detenidos en Iguala, pues estaban relacionados con Los Rojos, el grupo rival de la zona.
Además de relatar la forma en que los mataron y les prendieron fuego en el basurero de Cocula, García Reyes, acusado de servir como sicario a los Guerreros Unidos refiere que antes de matar a los normalistas “El pato” y “El terco” cuestionan acerca de su presencia en Iguala.
“Les empiezan a preguntar a los estudiantes que a qué venían a Iguala y los estudiantes al inicio no responden nada, pero los mismos estudiantes nombraron a una persona apodada ‘El cochiloco’ y que estaba ahí con ello, señalándolo, dijeron que él los había mandado y que los obligaba a hacer cosas que no querían”
Así es como “El pato” y “El terco” encausan sus preguntas al hombre señalado como “cochiloco” que acompañaba a los estudiantes.
“Le empiezan a preguntar al ‘cochiloco’ que a qué habían venido y él respondió ‘que por la esposa de Abarca’ y es como siguen interrogando al ‘cochiloco’ y que para qué organización trabajaba”.
A quien hace referencia es a María de los Ángeles Pineda, esposa del alcalde de Iguala, quien ese día encabezaba el segundo informe como presidenta del DIF y destapaba sus aspiraciones políticas para suceder en el cargo a su esposo.
Pineda fue arraiga luego de ser detenida con José Luis Abarca en un operativo en Iztapalapa.
Cuando el interrogatorio de los sicarios terminó en aquel basurero dispararon hacia donde estaban amontonados todos los estudiantes, incluyendo al ‘cochiloco.
“Les disparan en la cabeza a todos y detonando varias veces las armas y matan a los estaban en la parte de arriba siendo como unos veinte a veinticinco persona ya que refiero estaban amontonados, es como ‘El terco’ nos da la indicación a mí y al ‘Bimbo” de que empecemos a jalar los cuerpos que ya estaban muertos y los poníamos a las orillas del basurero”.
A los que aún estaban vivos, los bajaron caminando hacia el fondo del basurero “siendo que hablamos de otras veinte personas que restaban aproximadamente”.
Esa noche operaron como sicarios: “El pato”, “El jona”, “El querreque” y el “Jimy, “El terco”, “chequel”, “primo”, el “Bimbo” y “El pajarraco”.
De todo el grupo quien daba las órdenes era “El terco”, fue quien mando a que buscaran piedras y leña.
“Nos pusimos arrancar las ramas de los árboles y a juntar leña y amontonar piedra que llevamos abajo el basurero y cuando llegamos con la leña ya estaban los demás estudiantes restantes sin vida”, detalló.
Con las piedras que se reunieron los sicarios formaron una gran círculo en dónde colocaron todos los cuerpos, amontonados, para después rociarlos con diesel y gasolina y poder prenderles fuego.
“El mismo ‘terco’ prende fuego con un encendedor y empieza a arder, primeramente la leña y unas botellas de plástico que habían echado y luego los cuerpos y empiezan a arder y yo sigo juntando botellas, llantas y cualquier plástico para que no se apagara y se siguen ardiendo los cuerpos (…) ahí permanecimos cerca de quince horas ya que nos dieron las cinco de la tarde de este mismo día en que nos llevamos a los estudiantes, siendo que los cuerpos tardaron en quedar como cenizas”
Al cabo de ese tiempo, los sicarios esperaron para que se enfriaran las cenizas, las que recogieron en ocho bolsas de plástico para la basura, de color negro, que llenaron hasta la mitad.
El grupo se dirigió hasta el Río de San Juan, ubicado ahí mismo en Cocula, que se localiza, según la versión que rindieron ante la Seido los propios sicarios, como a una hora del basurero en donde ocurrieron los hechos.
Ya que llegaron al Río San Juan, como a las seis de la tarde, amarraron las bolsas y las arrojaron a la corriente. A partir de esa fecha los sicarios y “halcones” se dispersaron previa amenaza de “El terco” de que sí decían algo de lo ocurrido los iban a matar.
En sus datos generales, el presunto sicario reconoció ser adicto al thiner y al PVC, tener antecedentes penales y ocupar el puesto de “halcón” dentro de la organización Guerreros Unidos.