La apuesta verde

El Gobierno capitalino anunció el rescate de cuatro Áreas Naturales Protegidas aunque tiene cinco zonas ecológicas públicas en el abandono; especialistas recomiendan que la recuperación debe ir de menor a mayor escala

En la Ciudad de México se prevé iniciar la recuperación gradual de al menos cuatro Áreas Naturales Protegidas (ANP), pero existen otros pulmones verdes que han sido dejados a su suerte.

Las zonas que se buscan rehabilitar en calidad de parques públicos con una inversión de 125 millones de pesos son la Sierra de Santa Catarina y el Cerro de la Estrella, en Iztapalapa; la Sierra de Guadalupe, en Gustavo A. Madero; y El Parque Ecológico de la CDMX, en Tlalpan

Durante una serie de recorridos, Reporte Índigo constató que otras áreas ecológicas y abiertas al público llegan a prestar servicio bajo condiciones deplorables e incluso de alto riesgo.

Al sur de la ciudad, en Xochimilco, el Bosque de Nativitas opera en un entorno de peligro debido a que su barda perimetral cuenta con dos accesos que permanecen abiertos las 24 horas, lo que permite la entrada de cualquier persona a dicho lugar.

Junto a la entrada principal, una caseta de vigilancia destruida es la encargada de dar la bienvenida al recinto, mientras que en su interior pueden localizarse espacios vandalizados como bodegas, palapas y una represa.

Los contenedores de basura suelen presentarse desbordados y entre los senderos y las áreas comunes se encuentran cascos de cerveza, ropa y hasta preservativos usados.

En el suroriente, el Bosque de Tláhuac, emplazado en la demarcación del mismo nombre, es otro espacio que opera desde un estado de olvido, sobre todo entre semana, acusan visitantes.

El lugar donde se ubica la alberca y el Faro de Tláhuac tiene elementos de seguridad, pero el resto del bosque queda a merced de quienes llegan a visitarlo

Señalética destruida, deshechos y puestos semifijos abandonados pueden localizarse en algunas áreas, sobre todo en la cercanías de los andadores centrales.

“Antes se llegaba a ver más vigilancia entre semana, pero ahora ya casi no se ven las motos que anteriormente entraban”, dicen Luis y Ana Sánchez, quienes van al sitio con la intención de pasear a su perro Lucky dos veces por semana

En el poniente de la capital, dos secciones del Bosque de Chapultepec se encuentran totalmente abiertas al público, sin embargo, la tercera sección está cerrada y en abandono desde que fueron clausuradas las atracciones que operaban en el sitio, el delfinario Atlantis y el balneario El Rollo.

Escombros y desperdicios se observan en el lugar, a pesar de que grupos de vecinos en distintas ocasiones han demandando la rehabilitación de la zona y se han pronunciado en contra de cualquier tipo de construcción.

En el norte, la alcaldía Gustavo A. Madero, el Bosque de San Juan de Aragón, da servicio con distintas obras inconclusas, que a consideración de los visitantes pueden prestarse para situaciones de riesgo.

Con restos de juegos mecánicos y puestos semifijos abandonados, un área yace abandonada con múltiples palapas de concreto descuidadas ante la falta de pintura y mantenimiento.

A las orillas del lago artificial, diferentes construcciones vandalizadas se mantienen en obra negra, además de que éstas son usadas como baño público por algunas personas.

Ricardo Yáñez, quien acude a ese espacio para andar en bicicleta, dice que en años pasados el Bosque fue sometido a varias remodelaciones, no obstante, quedaron algunos pendientes.

“Estos kioscos a medio construir están para llorar y no dudo que se presten para inseguridad o demás cosas extrañas. Aquí también se ha llegado a decir que luego se roban los rieles del tren para venderlas por kilo”, acusa el vecino de la colonia Providencia

Otro de los pulmones capitalinos que opera en condiciones de riesgo es el Bosque de Tlalpan, ubicado en la alcaldía del mismo nombre, en la zona sur de la capital.

Aunque las áreas verdes se encuentran con mantenimiento regular, usuarios coinciden en que las partes altas del bosque son peligrosas para las mujeres.

“Hace unos años se suscitaron agresiones y pusieron vigilancia, pero poco a poco ha ido disminuyendo… creo que esos senderos siguen siendo peligrosos para nosotras y en general para quien llega a correr por ahí”, sostiene Ilse Rodríguez, usuaria del recinto.

Un posible modelo

La recuperación de las áreas verdes en la Ciudad de México debería de ser en un plan integral que vaya de menor a mayor escala, que comprenda inicialmente la rehabilitación de zonas deterioradas y que posteriormente llegue a nuevos espacios donde las afectaciones por actividad humana sean menores, como son las áreas protegidas, sostiene el doctor Daniel Piñero, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM.

“Hay que recuperar todos los espacios posibles que ayuden a mantener la biodiversidad de la capital, no obstante, es necesario anteponer y equilibrar ventajas y desventajas para tratar de conservar la mayor parte de estos ecosistemas con las menores afectaciones posibles”
Daniel PiñeroInvestigador del Instituto de Ecología de la UNAM

Para garantizar la recuperación de una zona se debe hacer evaluaciones y estudios de impacto particulares, aclara el experto, ya que luego las propuestas suelen ser positivas, pero las inversiones pueden resultar mínimas o perderse si no se da un seguimiento apropiado.

“La implementación de proyectos piloto ayudarían a definir la viabilidad o no de cualquier intervención en áreas naturales e independientemente de su realización, también es necesario un monitoreo puntual para valorar la capacidad de mantenimiento y el grado de afectación o beneficio”, asegura.

Además, para revertir las secuelas de la actividad humana en la ciudad es necesario fomentar la habilitación de espacios a modo de islas de recuperación, porque a través de ellas pueden rescatarse una cultura ambiental, sobre todo en su relación entre ecosistema y ciudad, explica Ramón Ojeda, fundador de la Academia Mexicana de Derecho Ambiental (AMDA).

“El rescate de este tipo de áreas no sólo ayuda a mejorar la calidad del aire y del suelo, sino también a mejorar la cultura ambiental y la educación ecológica para todos los ciudadanos que pudieran convivir con estos espacios”, asegura.

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