La caída del penal zeta

En el Penal del Topo Chico, Los Zetas encontraron un “hotel” con unos 3 mil 800 habitantes para instalarse y consolidar ahí uno de sus imperios más poderosos por medio de la extorsión, la prostitución, la corrupción y la venta de droga, sin que ningún tipo de autoridad se los impidiera.

Hace más de 10 años que el Centro de Readaptación Social - Cereso- enclavado en una de las zonas más marginadas de la capital de Nuevo León, alberga a reos de los fueros comunes y federales ligados a dicho cártel delictivo, fortaleciendo año con año la estructura del señorío Zeta.

Félix Córdova Félix Córdova Publicado el
Comparte esta nota

https://youtu.be/UrigwRn6Zr8

En el Penal del Topo Chico, Los Zetas encontraron un “hotel” con unos 3 mil 800 habitantes para instalarse y consolidar ahí uno de sus imperios más poderosos por medio de la extorsión, la prostitución, la corrupción y la venta de droga, sin que ningún tipo de autoridad se los impidiera.

Hace más de 10 años que el Centro de Readaptación Social – Cereso- enclavado en una de las zonas más marginadas de la capital de Nuevo León, alberga a reos de los fueros comunes y federales ligados a dicho cártel delictivo, fortaleciendo año con año la estructura del señorío Zeta.

El autogobierno permitido a lo largo de los años dejaba como ganancia principal unos 5 millones de pesos semanales. 

Todo destinado para la estructura del cártel en el estado, y producto del cobro de cuota a internos y a sus familiares para garantizarles la vida, además de la venta de drogas y la prostitución al interior del penal.

Ayer, el Gobierno del estado permitió el ingreso de la prensa para mostrar el trabajo social con el que pretenden recuperar la tranquilidad al interior del penal, terminando con el cáncer que por mucho tiempo dañó a la población penitenciaria y que el pasado jueves dejó un saldo de 49 muertos y 12 heridos de gravedad tras una riña.

La versión oficial de las autoridades es que la matanza fue el saldo de una riña entre reos, pero Reporte Indigo publicó desde la semana pasada la versión de que el conflicto surgió tras conocerse el operativo para trasladar prisioneros a otros penales.

El libre mercado

Algunos detenidos revelan que capos como Jorge Iván Hernández Cantú, el “Comandante Credo”, cobraba una cuota de mil 500 pesos por cada habitación durante la visita conyugal. Las unidades de cigarros estaban “por las nubes”, debido a que tenían un costo de hasta 30 “lucas”. 

Ayer, en el campo de futbol que se ubica cerca de los edificios C2 y C3 se reunía un grupo de internos para correr detrás de una pelota, y cada tanto uno que otro se acerca para conversar. Pasadas las 11 de la mañana el sol se siente cada vez más caliente y el viento coquetea con la tierra del campo de juego. 

Un hombre que camina un poco encorvado y que viste una camisa a cuadros vigila a los internos. Es el encargado de devolverle la paz al Penal del Topo Chico. El resto de su información se omitirá para proteger su seguridad.

Se trata de un funcionario que tomó el control de los internos hace cuatro días, y que encontró en la confianza y el trabajo social la fórmula para regresar el orden al Cereso.

“Les quiero demostrar que se puede estar preso, aun siendo libre”, platica nuestro guía, después de revelar que en el penal los recursos más importantes son la visita conyugal y los cigarros.

Es por eso que desde su llegada las unidades de tabaco bajaron hasta tres pesos, y las habitaciones para el romance ya no tienen ningún tipo de costo para los reos.

“El Penal del Topo Chico también es Nuevo León. Necesitamos de las universidades y de todos los que quieran ayudar”, demanda.

“Ahorita mi solución es cuidarlos. Cuando llegué al penal era como si el Huracán Catrina hubiera pasado por aquí, pero se aplicó una fase de auxilio de forma inmediata. Ahora empezamos con la etapa de reconstrucción, y en 15 días tengo que tenerles esto con todos los servicios, que estaban colapsados (…) Con esto reducimos el índice delictivo en el estado”.

Después de la riña que se convirtió en el episodio más violento en la historia del sistema penitenciario, se inició una etapa de limpieza y pintura en los edificios del lugar. Se han recolectado hasta 91 toneladas de basura.

“Este era un cáncer que nos afectaba a todos en la sociedad. Este no es un tema político. El tema de seguridad no es político. Es un tema en el que todos somos corresponsables. Ellos como población penitenciaria, y nosotros como gobierno (…) La sociedad, las universidades y la IP (iniciativa Privada)”, comenta el hombre que no necesita de guaruras para caminar entre los prisioneros. 

“No puede uno prometer lo que uno no puede cumplir. Aquí, no”, dice nuestro guía.

Cambio les agrada

“Qué chulada, jefe. Ojalá que no se vayan los de Fuerza Civil”, dice uno de los reos que se dedica al corte de pelo.

“Hay mucha diferencia. Estamos bien comidos, bien descansaditos y ya nadie nos pone ‘gorro’ porque ya no nos maltratan.

“La gente del señor ‘Credo’ era la que nos maltrataba. Él era de Los Zetas. A veces me tenía aquí cortando el pelo todo el día y no me pagaba ni un peso”.

Al interior del Penal del Topo Chico es común encontrar diferentes “estéticas”. Durante el recorrido se pudo apreciar al menos a cinco personas trabajando en ellas, algunos jóvenes y otros no tanto.

“De lo poquito que gano yo se lo doy a mi esposa, para que mantenga a mis dos hijos, Ya mero salgo yo (de la prisión). Ya en tres años me voy con ellos”, asegura otro de los reos que gusta de leer la Biblia.

Dice que su versículo favorito es el Salmo 23. Ese que dice: “El Señor es mi pastor, nada me faltará (…) Aunque ande en sombra de valle de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo”.

Tras las paredes del Cereso también hay artistas. Tal es el caso de Jorge Eduardo González Gómez, identificado con el número de reo 31919, y quien asegura estudió Arte y Cultura en la Universidad de Wisconsin. 

A Jorge le gusta dibujar. Incluso trabajaba en una galería de arte muy prestigiosa ubicada en San Pedro, o al menos eso es lo que él asegura.

Lleva internado 5 años, y desde entonces se instala debajo de una de las canastas en la cancha de basquetbol para vender sus dibujos. Cada uno cuesta entre 100 y 150 pesos. Sus obras las presume en la cuenta de Facebook/sanpedroart, a donde las suben los familiares de los presos después de adquirirlas.

Karla Barrera es una de las prisioneras conforme con el cambio de autoridad y con la llegada de Fuerza Civil. 

Pide mayor asesoría jurídica para cada uno de los reos y acelerar cada una de las audiencias. 

Show Player
Síguenos en Google News para estar al día
Salir de la versión móvil