Algunos migrantes varados al sur del Río Bravo mantienen sus esperanzas en la expansión de la política migratoria impulsada por el expresidente Donald Trump y retomada por la administración de Joe Biden: “Quédate en México”, que permite pedir asilo en Estados Unidos, mientras esperan el proceso en el país.
Las posibilidades de conseguir el asilo por esta vía parecen mínimas, aunque hay quienes lo ven como una especie de premio de consolación.
Piensan que es mejor estar en la zona fronteriza, controlada en su mayoría por el crimen organizado, con un trámite de asilo en marcha que ser devueltos a su país de origen o esperar con el mismo miedo, pero sin un papel en las manos.
“No hay otra manera de cruzar legalmente, por eso creo que va a ser bueno”, afirmó Alexander Sánchez, un venezolano que lleva nueve meses en un albergue de Reynosa, con su esposa y su hija de cinco años a The Associated Press.
La versión renovada del programa comenzó a reinstalarse a principios de diciembre y su expansión en la frontera entre Tamaulipas y Texas ha pasado casi desapercibida pese a sus connotaciones, ya que dicha entidad es el mayor corredor de tráfico de migrantes.
Hasta el 26 de enero, 381 solicitantes de asilo fueron devueltos a México por este plan, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
En comparación, decenas de miles que cruzan ilegalmente siguen siendo expulsados a México de forma automática cada mes sin poder pedir asilo debido a una medida de salud pública (el llamado Título 42) que Trump puso en marcha al inicio de la pandemia con el argumento de reducir los contagios y que Joe Biden mantuvo sin cambios. Solo en diciembre hubo casi 80 mil expulsiones de este tipo.
