La historia del poeta caníbal que estremeció a la CDMX

José Luis Calva Zepeda no pasaba desapercibido: recitaba y vendía poemas, algo poco visto en la gran urbe. De ahí que cuando comenzó a matar y comer carne humana fuera conocido como El Poeta Caníbal
Fernando Franco Fernando Franco Publicado el
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Si alguien se hubiera cruzado en la calle con José Luis Calva Zepeda en la primera década del nuevo siglo se hubiera quedado putrefacto, quizá un poco anonadado o perplejo al verlo recitar sus poesías, mismas que, aunque carecían de valor literario, proclamaba a los cuatro vientos y luego vendía impresas en hojas maltratadas para sostenerse. Aunque la escena era, francamente un poco surrealista, nadie se imaginaba que, por un momento, habían convivido con un caníbal.

Calva Zepeda cobró notoriedad como el primer caníbal del México contemporáneo después de que, tras una minuciosa investigación comandada en 2007 por la entonces Procuraduría de Justicia del Distrito Federal, en cuyo mando estaba Rodolfo Félix Cárdenas, quien formaba parte del gabinete del jefe de Gobierno Marcelo Ebrard, se descubriera que, en su departamento, ubicado en la popular colonia Guerrero, almacenaba restos humanos en su alacena y refrigerador.

La misteriosa desaparición

La investigación que llevó a dar con Calva Zepeda devino después de que la familia de Alejandra Galeana Garavito, una mujer de 32 años y madre de dos hijos, reportara su desaparición ante las autoridades. En realidad, para los agentes judiciales que tomaron el caso en sus manos no fue tan difícil asociar a Zepeda con la desaparición pues, además de que fueron informados de que la desaparecida era su pareja sentimental, los rumores del barrio apuntaban a que la última vez que había sido vista se encontraba en los alrededores de su vivienda.

Tras encontrar al José Luis en uno de los llamados picaderos de la colonia Guerrero, ‘hogar de toda su vida’, casi en la inconciencia total, tras un breve interrogatorio en el que los “carajo”, el “cabrón” y “contesta” se hicieron presentes, el joven, quien entonces tenía 38 años, no tuvo más remedio que conducir a los agentes a su vivienda en cuyo interior encontraron “el terror hecho realidad”.

La realidad siempre supera a la ficción

Era una fría tarde de octubre de 2007, cercana ya a un invierno más en el entonces Distrito Federal, cuando agentes de la Procuraduría capitalina encontraron en el pequeño departamento de José Luis, ubicado en la colonia Guerrero, en el número marcado con el 198 de la calle de Mosqueta, restos humanos en el comedor, estufa, sartenes, el refrigerador y hasta su ropero… La cloaca se había abierto.

Tras análisis científicos, se determinó que los restos correspondían a quien en vida fuera su pareja. En el departamento, además, se encontraron varias hojas arrugadas con poemas escritos a mano, películas “piratas” de El Silencio de Los Inocentes y droga, por lo que los agentes procedieron a su detención… en la calle, pues aunque acompañó a los agentes en sus diligencias en todo momento, José Luis intentó escapar, o quizá suicidarse, de último momento, lanzándose de la ventana hacia el exterior.

El sujeto, quien ya comenzaba a ser conocido como El Poeta Caníbal o El Caníbal de la Guerrero tuvo que rendir su declaración en el Hospital de Xoco, debido a que la caída, en su intento de huida, le había costado un fuerte golpe. Sus palabras dejaron congelados a sus entrevistadores: “Sí maté a la mujer, pero no la comí; encontraron mis poesías, ¿qué les parecieron?”. 

A El Poeta Caníbal se le vinculó inmediatamente con otros dos casos de mujeres asesinadas. El primero, el de una expareja suya, a la cual había conocido en 2004 y cuyos restos, mutilados, fueron hallados en un basurero del Estado de México y el de una prostituta quien jamás fue identificada pero cuyos restos fueron hallados, también, cercenados. José Luis sólo confesó por uno de estos crímenes, por el que fue recluido en el Reclusorio Oriente en donde en diciembre de 2007 fue hallado muerto, colgado del cuello con un cinturón.

El origen del mal

Cuando se ventiló la historia del “primer caníbal del México contemporáneo”, aquel que era poeta, admirador de Hannibal Lecter y, por sí fuera poco, vivía a una colonia de distancia de la capital del país, los medios se volcaron a investigar los detalles de la vida del tan tristemente célebre personaje, dejando entrever que durante su infancia sufrió maltratos y hasta abuso sexual.

José Luis Calva Zepeda nació un lejano 20 de junio de 1969 en la Ciudad de México. Cuando tenía dos años su padre murió por lo que quedó bajo custodia de su madre, quien, atormentada por la pérdida de su marido, enfermó de alcoholismo, dejando de lado el cuidado de su pequeño, el cual, además, tenía cinco hermanos y hermanas.

El grado de alcoholismo de su madre propiciaba que fuera severa con sus seis hijos. Cuentan las anécdotas periodísticas de inicios del Siglo XXI que, a José Luis, por ejemplo, lo dejaba durmiendo en la intemperie, sin cenar, cuando cometía alguna travesura, como romper alguna figurilla de porcelana.

A los seis años, el pequeño Calva ya no soportó más la situación y decidió escapar de su casa, hundiéndose en las drogas, esas que nunca dejó, y la vida de la calle, una que no aguantó por demasiado tiempo y que lo obligó a regresar a su casa en donde, además de la golpiza que su madre le propinó, fue víctima de abuso sexual por el amigo de uno de sus hermanos, lo que lo cambió de por vida.

¿Ni poeta, ni caníbal?

Aunque en la estufa del departamento de El Caníbal de la Guerrero se hallaron restos humanos en una sartén, al igual que en la mesa, con algunos limones a su alrededor y en el refrigerador, él mismo negó, siempre, que comiera carne humana y alegó que destazó a su última víctima para desaparecer el cuerpo “por partes”. Su muerte dejó más dudas que certezas, sin embargo, hay quien sostiene, hasta la fecha, la versión del canibalismo, como el Fiscal del caso Gustavo Salas.

En cuanto a sus poemas -de los cuales se cree eran su herramienta para seducir a las mujeres que después asesinó – se puede decir poco, pues en realidad se tratan de narraciones que exaltaban su propia personalidad y en las cuales creaba y recreaba la figura de un caníbal como fachada propia. En la dedicatoria de uno de ellos aún se lee: “a la máxima creación del Universo que soy YO”.

Sobre el caso se han realizado estudios serios, como el de la criminóloga Lucía Bort Lorenzo, quien publicó el libro titulado José Luis Calva Zepeda, ¿el poeta caníbal? Análisis criminológico de un homicida serial, en el cual se puede entrever que en realidad no hay certeza científica de que José Luis se dedicara a practicar la antropofagia.

En ese sentido, cobra mayor relevancia la versión de que El Poeta Caníbal era un feminicida que mataba para acabar, simbólicamente, con su lado femenino, tomar venganza de los tratos que recibía de su madre y recibir la atención, hasta mediática, que jamás consiguió de su madre.

El Caníbal de la Guerrero en cine serie B

Con bajo presupuesto y con una difusión que se centró en los tianguis del país, iniciada en el más grande, el de Tepito, en 2008 vio la luz la película “El Caníbal de la Guerrero”, dirigida por Enrique Murillo (La casa de enfrente) y cuya historia “gore” se inspiró en Calva Zepeda y sus asesinatos.

En ella actúan Guillermo Quintanilla y John Solís como el caníbal. El guion es obra de Carlos Valdemar (Vacaciones del Terror), quien centró su atención en los esfuerzos de dos agentes por resolver los asesinatos de mujeres en la colonia Guerrero.

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