La lucha de Eufrosina, y de muchas mujeres indigenas

La diputada federal Eufrosina Cruz confía que su lucha, la cual plasmó en su libro Los sueños de la niña de la montaña, servirá para que más mujeres indígenas se inspiren, terminen con los estereotipos raciales y accedan a puestos de poder
Rubén Zermeño Rubén Zermeño Publicado el
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En 2014, Eufrosina Cruz, una mujer indígena zapoteca de Santa María Quiegonali, Oaxaca, hizo historia al lograr cambiar la Constitución desde el Congreso de la Unión. Su lucha se tradujo en una reforma al artículo 2 de la Carta Magna para garantizar que todas las mujeres indígenas puedan votar y ser votadas en igualdad de condiciones que los hombres.

A ocho años de distancia, Eufrosina regresó a la Cámara de Diputados federal, se convirtió en madre y publicó su primer libro “Los sueños de la niña de la montaña” (Grijalbo 2022) en el que narra su historia y su lucha por combatir los estereotipos raciales que hay contra las mujeres indígenas y demostrar que es una “chingona” y puede estar en el lugar donde se toman las decisiones.

La clave de su éxito, confiesa, es trabajar todos los días para construir sus sueños y alzar la voz, gritar y arrebatar lo que le corresponde.

“Podemos soñar, pero esos sueños no se construyen por arte de magia, se tiene que trabajar todos los días. El camino va a estar lleno de frustración, dolor y soledad, pero al final se puede realizar”
Eufrosina CruzDiputada federal

“También aprendí que si queremos algo debemos de arrebatarlo, gritarlo y nombrarlo, porque lo que no se nombra correctamente no se puede defender ni amar. Por eso no quiero que me digan ‘grupo vulnerable’, ‘la india’, ‘la chacha’, porque la concepción de la indígena es la muchacha que debe de servir. Pero no, somos capaces de ser astronautas, ingenieras, periodistas, chingonas, pero para comenzar debemos de creérnoslo”, comparte.

En 2007 Eufrosina Cruz ganó la elección a presidenta municipal de su natal Santa María Quiegolani, pero le fue anulado su triunfo bajo el argumento de que en los usos y costumbres (leyes tradicionales) de la localidad las mujeres no podían ser elegidas al cargo.

Tres años después, la vida le dio una revancha y se convirtió en la primera mujer indígena presidenta del Congreso del Estado de Oaxaca. Dos años después, Eufrosina llegó al Congreso federal para el periodo 2012-2015 con el Partido Acción Nacional.

En 2021, la mujer zapoteca regresó a San Lázaro pero ahora en la bancada del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

En más de quince años de trayectoria, Eufrosina ha sido discriminada, segregada y juzgada por ser mujer, indígena y política, lo que incluso le ha valido el apodo de “indígena light”.

Al respecto, Eufrosina confiesa que el problema es que la política en el país sigue siendo controlada por los hombres, quienes muchas veces anteponen los intereses de su género y su visión.

“Mientras que los partidos sigan en manos de los hombres, muchas decisiones se tomarán con una visión de hombres. Independientemente del partido que gustes, hoy en día todos están encabezados por hombres, y por eso las iniciativas no se hacen con una visión a favor de las mujeres”, dice.

 ¿Cómo romper el techo de cristal y poder incidir en el lugar donde se toman las decisiones?, se le pregunta

Las comisiones técnicas como Hacienda, Comunicaciones, Recursos Hidráulicos, están en manos de hombres.

Las comisiones para mujeres son Desarrollo Social, Niñez y Derechos Humanos. Por eso yo dije que no quería estar en Desarrollo Social, ni en Derechos Humanos, quería estar en comisiones técnicas porque tengo la capacidad, pero para lograrlo entendí que tenía que gritarlo, decir que era capaz de estar en una comisión técnica, en la de Hacienda.

> ¿Por qué es importante incidir en dichas comisiones técnicas?

Porque desde ahí se hacen las políticas públicas para los pueblos indígenas. Por eso hay que decir en estas comisiones que no somos vulnerables y por lo tanto no se deben etiquetar recursos hacia dicho sector como grupos vulnerables. Porque desde ahí les estás diciendo que son niños chiquitos y que son ciudadanos de segunda, por lo tanto la sociedad los ve así. Ahí es donde se deben de romper estos paradigmas.

En 2007 Eufrosina Cruz ganó la elección a presidenta municipal de su natal Santa María Quiegolani, pero le fue anulado su triunfo bajo el argumento de que en las leyes tradicionales de la localidad las mujeres no podían ser elegidas al cargo

Cúpula política, el obstáculo para mujeres como Eufrosina

Eufrosina también comenta que le fue complicado acceder a un puesto de representación porque ciertas familias de políticos son quienes toman las decisiones.

“Cuando no perteneces a esa familia de abolengo eres más cuestionada porque te atreviste a arrebatar ese espacio que se supone que no te tocaba, y lo digo con testimonio propio.

“Me han dicho ‘la indígena light’ y no sé cuántas cosas más. Pero ha valido la pena, actualmente en mi pueblo la mitad del cabildo son mujeres, ya hay dos prepas comunitarias, las niñas ya no se casan a los 12-13 años, al contrario, hay niñas que están por convertirse en doctoras. Cuando ves esto es cuando te das cuenta que vale la pena arrebatar y romper paradigmas”, agrega.

La diputada recuerda que cuando era niña y vivía en la montaña de la Sierra Sur de Oaxaca le causaba fascinación la bandera de su escuela pese a que estuviera agujereada y soñaba con algún día representar a su pueblo y a su México.

También recuerda su lucha, el pleito con su padre al decirle que no se casaría a los 12-13 años como lo hacían las demás niñas de su localidad y cuando los líderes de su pueblo le dieron la espalda para evitar que fuera la primera presidenta municipal por el simple hecho de ser mujer.

Ahora, con 43 años y con una gran trayectoria de lucha, Eufrosina confía que su libro sean las alas y la inspiración para muchas personas más.

“Ahora mi sueño es que mi libro llegue a manos de cualquier lector y que sepan que a pesar de la adversidad se pueden cambiar las historias y quienes ya nacieron con estas posibilidades volteen a ver este otro rostro que busca posibilidades, los abracen y que nunca más en este México una niña se deba casar a los 12 años porque así lo dicta la costumbre. (…) Aprendí que nosotras debemos de arrebatarlo, gritarlo y nombrarlo, porque lo que no se nombra correctamente, no se puede defender ni amar”, concluye.

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