El gobierno mexicano mantiene la esperanza. Aun cuando todos los pronósticos están en su contra, el presidente Andrés Manuel López Obrador asegura que la economía crecerá a un promedio de 4 por ciento anual y al cierre de su sexenio alcanzará una tasa de 6 por ciento.
Si esto se logra, el mandatario realizará una hazaña no vista desde la administración de José López Portillo, quien logró una expansión de 6.5 por ciento en el Producto Interno Bruto (PIB) al dejar el cargo.
Como en cada administración, el actual gobierno también es devoto de San Judas Tadeo, santo patrón de las causas perdidas, pues, pese a que la Cuarta Transformación rechazó la ola de recortes en los pronósticos del PIB por parte de diversos organismos internacionales, al final la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) se alineó a esta realidad.
Para este año, se estimaba que la economía mexicana crecería a 2 por ciento, pero en los Precriterios Generales de Política Económica 2020 la dependencia a cargo de Carlos Urzúa ajustó el pronóstico a un rango de entre 1.1 y 2.1 por ciento.
En 2014, el semanario británico The Economist utilizó la referencia de San Judas Tadeo para referirse al optimismo infundado de un crecimiento mayor a 3 por ciento anual en el gobierno de Enrique Peña Nieto. Algo que nunca llegó, ya que el expresidente alcanzó una expansión anual promedio de 2 por ciento durante su gestión.
Fernando Tapia, director de la Escuela de Negocios del Tec de Monterrey, campus Toluca, mantiene una expectativa no tan favorable, al considerar que la economía mexicana está bajo presión de factores internos y externos, y la situación podría empeorar si el presidente López Obrador no manda un mensaje de certidumbre.
“En este momento los inversionistas y empresarios con operaciones en el país temen sobre lo que ocurrirá en los próximos meses porque las expectativas de crecimiento van a la baja y el gobierno se aferra a cumplir con sus metas a pesar de que está descuidando otros aspectos vitales para el desarrollo económico”, detalla el académico.
Efecto Trump
Desconfianza es una de las palabras más recurrentes en los últimos meses porque las estrategias implementadas por el Gobierno federal a muchos analistas y empresarios les siguen generando incertidumbre por la falta de claridad en la forma en que se obtendrán resultados.
De nueva cuenta los analistas encuestados por el Banco de México (Banxico) recortaron la expectativa de crecimiento económico para 2019 y 2020, debido a las múltiples preocupaciones por la política interna, la inseguridad y la plataforma de producción petrolera.
La esperanza de alcanzar el nivel de 4 por ciento anual se convirtió en una meta muy lejana, de 1.50 por ciento que se tenía para este año, pasó solo a 1.35 por ciento. Las noticias no mejoran para 2020, pues de 1.77 por ciento se ajustó a 1.71, de acuerdo con los 39 grupos de análisis encuestados por Banxico.
Los resultados de las encuestas no consideran la amenaza del presidente de Estados Unidos Donald Trump sobre imponer aranceles de 5 por ciento a los productos de origen mexicano, pero dicha advertencia podría bajar aún más las expectativas económicas que se tienen para el país.
Hasta el momento, la suerte parece no favorecer a México, debido a que en la primera reunión entre funcionarios de ambos países no se llegó a ningún acuerdo; este jueves se retomará la charla para tratar lo que quedó pendiente a detalle y con cuidado.
Michel Chain, exsecretario de trabajo y desarrollo económico de Puebla, asegura que de no llegar a un acuerdo en los próximos días con la Casa Blanca los espacios para los productos que, de manera tradicional, se reservan para México en ese país podrían pasar a manos de Brasil porque las estrategias implementadas por el gobierno mexicano han repercutido en las exportaciones: en abril cayeron 6.1 por ciento respecto al mismo mes del año pasado.
“El aumento de los aranceles sería terrible para México, pues sería el empujón para que caiga en recesión, se detendría la generación de empleos, habría movimientos en el tipo de cambio, depreciación del peso y una crisis de confianza como resultado de los ajustes a la política monetaria”.
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Errores que se repiten
Los ciclos mal aprendidos siempre se repiten. La promesa de un México mejor está presente en los discursos políticos de cada uno de los candidatos que aspiran a ser el presidente de la República, pero, hasta el momento, ese juramento no se ha cumplido.
Como era de esperarse, este patrón lo repitió el expresidente Enrique Peña Nieto, quien tras la promulgación del paquete de reformas estructurales generó un panorama alentador para el país. Tanta fue la expectativa que el inicio de su gobierno estuvo marcado por una promesa: lograr el Mexican Moment.
Durante la administración de Peña Nieto, la economía nacional solo arrojó una expansión económica que osciló en 2.40 por ciento, logrando su mayor dinamismo en 2015, con 3.3 por ciento, y su más bajo desempeño en 2013, con 1.4 por ciento, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Mientras que durante el mandato de Vicente Fox, la economía del país aumentó 2 por ciento y con Felipe Calderón 1.8 por ciento.
Especialistas coinciden en que esta promesa fallida también la puede repetir el presidente Andrés Manuel López Obrador porque, hasta el momento, sus objetivos de campaña (más allá de los enfocados al desarrollo social) no se han hecho realidad y los pronósticos para lograr el crecimiento económico deseado ya se encuentran rebasadas.
Alejandro Vera, profesor de finanzas en la Universidad Nacional Autónoma de Mexico (UNAM), explica que en este momento el país no se encuentra en las mejores condiciones para que suceda un verdadero Mexican Moment, pues el gobierno carece de credibilidad y no hay certidumbre.
“Una regla es que tras la entrada de un nuevo gobierno por cuestiones de inestabilidad, el PIB tiende a bajar de manera generalizada, pero hoy estamos hablando de una situación inédita para el país porque este es un gobierno de izquierda, algo que no había tenido México”, comenta el académico de la Máxima Casa de Estudios del país.
Esperanza a la mexicana
La Cuarta Transformación tiró todo a su paso para acomodarlo a su forma. La ventaja es que aún hay tiempo, hasta cierto punto la incertidumbre parece normal, y podría desaparecer más temprano que tarde.
Los inversionistas miran temerosos y desde lejos reconocen que cada una de las decisiones que ha tomado el presidente López Obrador no representan una buena tirada para el juego que quieren ganar, además tienen muy presente que de ellos depende que México recobre el ritmo.
Para que la economía recobre su flujo natural es necesario que el gobierno se enfrente al gran reto de recuperar la confianza de los inversionistas tanto nacionales como extranjeros.
Michel Chain, exsecretario de trabajo y desarrollo económico de Puebla, argumenta que sin inversión se generan muchas desventajas porque no se incrementa la capacidad productiva del país, además de que no se generan nuevos empleos en el mediano plazo y por lo tanto se detiene el consumo.
Aún hay esperanza para que México pueda recuperarse económicamente en el mediano plazo, pero para ello será necesario implementar algunas medidas, como la mejora en la producción petrolera, la reactivación de la economía interna, e incluso sacar ventaja de las soluciones a las que llegue Estados Unidos con China.
Alejandro Vera asegura que la estabilidad del país depende de factores externos que no están en manos del presidente, pero el solo hecho de no tener control de la propia economía complica por mucho la situación
“Para que se reactive el consumo necesitamos más recursos, que tengamos más producción petrolera y que termine la guerra entre Estados Unidos y China para que todo esto no nos impacte. A la fecha, no existen condiciones para que la economía pueda posicionarse de mejor manera, quizá en el mediano plazo esto se pueda dar”.
El verdadero termómetro
Cualquier decisión que se despacha desde Palacio Nacional tiene una repercusión en los ciudadanos de a pie. Ellos son el verdadero termómetro de la economía de México y de cualquier país.
Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador asumió el poder, la confianza de los consumidores se disparó alcanzando un nivel no visto en los últimos dos sexenios, de acuerdo con cifras del Inegi.
En diciembre, mes en que ocurrió el cambio de régimen político, el Indicador de Confianza del Consumidor (ICC) mostró un avance de 2.7 puntos, posicionándose en 43.8 puntos, dato no reportado por el instituto de estadísticas desde el mismo mes de 2006.
Sin embargo, conforme pasan los meses desde que el político tabasqueño se sentó en la Silla Presidencial el ánimo entre los mexicanos se ha diluido por diversos factores internos y externos, como la desaceleración económica global y el recorte a las perspectiva de crecimiento de México.
El primer revés a las familias mexicanas en la era de la Cuarta Transformación ocurrió en marzo cuando el indicador de crecimiento retrocedió 1.3 unidades para ubicarse en 47.6 puntos, el menor nivel desde enero de 2017 cuando ocurrió el llamado ‘gasolinazo’.
En la última medición (mayo), el ICC mantuvo la racha a la baja por tercer mes consecutivo al colocarse en 45.1 puntos, dato que representó una disminución de 1.1 por ciento.
El indicador que mide la situación económica esperada entre los miembros de los hogares dentro de los próximos 12 meses, retrocedió 1.3 por ciento en comparación al nivel observado en abril pasado.
Leticia Armenta, investigadora en economía del Tecnológico de Monterrey, opina que este desencanto es consecuencia de un cúmulo de factores, pero no se puede dejar de lado que cierto porcentaje de la población que votó por el mandatario en la actualidad no coincide con algunas de las decisiones que se han tomado en los últimos meses.
“Las expectativas se han moderado, ya no son tan elevadas como en diciembre, y esto tiene que ver con la realidad que están viviendo todos los días los mexicanos. El gobierno ha tomado decisiones que no a todos les han gustado porque cuando se hablaban de las promesas de campaña, muchas personas no se imaginaban a costa de qué se iban a cumplir”, precisa la especialista.
Aunque algunos analistas relacionan el descenso del optimismo entre los consumidores con una posible caída en la popularidad del presidente López Obrador en el futuro, lo cierto es que en los tres primeros meses del año, su aprobación creció de 63 a 67 por ciento, es decir, que hasta finales de marzo, dos de cada tres mexicanos aprobaban su gestión, muestra un análisis elaborado por Consulta Mitofsky.
Programas sociales, ¿solución a largo plazo?
Uno de los pilares de la Cuarta Transformación son los programas sociales.
Prueba de ello es que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) destinó 2.6 billones de pesos del presupuesto de 2019 para la función de desarrollo social, monto que representa un aumento del 5 por ciento en términos reales en contraste con el ejercicio fiscal de 2018.
Aunque millones de mexicanos se benefician con estos apoyos económicos, que van desde los 800 hasta los 3 mil 600 pesos, lo cierto es que en el largo plazo no constituyen una medida que pueda ayudar a sacar de la pobreza a la población más rezagada en el país.
Un diagnóstico realizado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) evidencia que las modificaciones realizadas en 10 programas sociales no dan certeza de que la desigualdad vaya a disminuir, debido a que carecen de reglas claras, así como de mecanismos de focalización.
Por tal motivo, el instituto encabezado por Manuel Molano propone, entre otras medidas, establecer criterios de máxima transparencia con el propósito de conocer cómo operarán los programas en los que existe incertidumbre y que se evalúe su efectividad con base en metodologías bien definidas.
Leticia Armenta considera a los programas sociales como un paliativo, ya que estos apoyos no dan una base de sustento sólida y tampoco les permite a las personas que los reciben proyectar una vida en donde estén resueltas sus necesidades.
“Las transferencias que hace el gobierno a sectores vulnerables no necesariamente compensan el impacto que la inversión pudiera tener para lograr un mayor crecimiento económico. No hay otra forma de erradicar la pobreza más que cuando le damos a las personas la capacidad de valerse por sí mismas, es decir, tener una actividad económica que les permita generar ingresos y alcanzar un nivel de vida adecuado”.