La migración de retorno
Por años, la búsqueda del ‘sueño americano’ se ha concebido como el deseo de todos aquellos que buscan llegar a EU para jamás volver a sus países de origen. Sin embargo, existen historias como la de la familia Juárez, quienes sueñan con reunirse de nuevo pero en suelo mexicano
Imelda García[kaltura-widget uiconfid=”39952882″ entryid=”0_5fux2093″ responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”75%” /]
Este martes el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, dará un diagnóstico sobre el estado de su nación pero, al referirse a los migrantes, omitirá una cifra importante: la de todos aquellos que han decidido volver a su tierra de origen.
Y es que, durante los primeros dos años de su gobierno, cientos de familias que ya estaban establecidas en Estados Unidos regresaron a sus países, incluyendo México, para abrirse nuevas oportunidades.
Una de estas historias de retorno es la de José Juárez, un joven de 21 años cuyos padres volvieron a México para montar un negocio y tratar de comenzar un nuevo capítulo en sus vidas en la localidad de Tlaxcala. Con una historia de migraciones continuas, los Juárez han estado juntos por periodos de tiempo muy cortos, algunos sólo de meses, pero no por eso con menos ganas de volverse a reunir en un futuro próximo.
Para José, el sueño americano es una mezcla entre ideales y pesadillas; al joven migrante le gustaría regresar a México y tener un futuro aquí, pero asegura –con la voz quebrada cuando habla de su tierra– que justo ahora lo ve como algo imposible.
“Espero no me tarde mucho en volver, algún día, a caminar por todos esos lugares en los que yo caminé y hablarle a todos mis amigos. Espero que me recuerden aún. Pero sí, sería bonito regresar al lugar donde nací, donde me crié.
“Mi meta es que mis papás ya no vuelvan a pasar por lo mismo que hemos pasado este tiempo. Mi meta es apoyarlos en lo que pueda y hacer de un pequeño negocio algo grande. Hasta multiplicarlos tal vez, si es posible. Esa es mi misión, ese es mi reto: el querer ayudarles, porque ahora ya me toca a mí ayudarles a ellos”, dice José.
Y es que el migrante se quedó atrás de la frontera, en Texas, mientras sus padres decidieron repatriarse voluntariamente hace unos meses para volver a Tlaxcala, de donde son originarios.
La familia Juárez es una de muchas que comprenden el fenómeno migratorio. Su primera experiencia tuvo lugar cuando José tenía poco de haber nacido. Su padres, G y S, se fueron a los Estados Unidos para buscar un mejor futuro.
Al poco tiempo, cuando el pequeño tenía dos años, decidieron enviar por sus hijos. De esta forma José, su hermana y un tío cruzaron la frontera con papeles falsos hasta llegar a la ciudad de Minesota, en donde permanecieron hasta la edad de 6 años. Justo cuando su padre fue deportado y su madre decidió tomar a sus dos hijos y regresar a México para comenzar una nueva vida.
“México fue un gran reto porque eres un niño que llegas sabiendo inglés, pero hablas un español medio mocho. Al principio enfrentas el bullying de los niños, pero luego al paso del tiempo es más fácil todo”, comenta José, quien recuerda que en México descubrió el futbol, deporte que hoy forma parte importante de su vida.
Al volver a México, G y S entraron a trabajar como policías estatales en Tlaxcala. Pero los pocos ingresos y la creciente inseguridad hicieron que quisieran volver a Estados Unidos por segunda ocasión, ahora con el sueño de juntar dinero para construir una casa propia.
Su padre volvió a Estados Unidos y un par de años después logró juntar el dinero para llevar a su familia. De esta forma, cuando José cumplió 12 años, emprendió su segundo viaje hacia los Estados Unidos acompañado sólo por su madre y un tío; su hermana decidió quedarse en nuestro país.
De ida y vuelta
A diferencia de la primera vez que pasó la frontera, la segunda lo hizo por el desierto. Con la inocencia de su adolescencia, José se enfrentó la amargura de cruzar por uno de los caminos más peligrosos para ingresar al país del norte; una travesía por la que su padre pagó miles dólares por persona.
“Fue una pasada como quien dice, algo cabrona. Porque te metes en muchos lugares que ni conoces, no sabes qué tipo de animales hay ahí o qué te puede pasar. Vas con miedo, pero vas con la mente en llegar a los Estados Unidos sin importar pasar por lugares súper feos, atravesando el monte.
“Fue un día y medio caminando, un garrafón de agua para los tres. Es agotador también porque me acuerdo que íbamos con 10 personas más, pero iba una señora con dos niños. Eran centroamericanas estas personas. Lo que hace el guía es mandarnos primero por un caminito para ganar tiempo. Pero como hay mucha seguridad ahí, nos agarraron en el río (Bravo) y estuvimos 18 horas en migración”, narra José.
En ese momento, las leyes de migración de los Estados Unidos no permitían que un menor de edad fuera separado de sus padres ni que pasara más de 20 horas detenido, así que fueron deportados casi de inmediato.
En un segundo intento, José y su familia lograron pasar. Pero no sin antes sufrir algunas heridas, como la que el joven tiene todavía cerca de uno de sus ojos por una cortada que se hizo con un alambre de púas.
Los primeros meses de vuelta en suelo estadounidense fueron los más difíciles. José había dejado a su familia, sus amigos, su equipo de futbol y sus sueños en Tlaxcala, todo para volver a enfrentarse a una vida de migrante en la ciudad de Texas.
En este periodo, el joven logró incorporarse a la escuela hasta graduarse de la preparatoria. Un punto determinante de su vida fue cuando perdió a su abuelo, persona con la cual había crecido; un recuerdo que hasta la fecha le llena los ojos de lágrimas:
“Es un dolor súper grande y no te lo puedo ni explicar. El haber perdido a mi abuelito y no poder haber estado con él; el que no me haya escuchado… el que, cuando él no tenía por qué cuidarme lo hizo y la persona que fue como un padre para mí. Créeme que es un dolor muy grande perder a alguien y no poder estar ahí”
Siete años después, ya con su casa en Tlaxcala y con algo de capital para montar un pequeño negocio, G y S decidieron volver a México. Esta vez fue José quien decidió quedarse en Texas para poder apoyarlos hasta que el negocio se mantenga firme y él también pueda volver.
“Yo lo sigo viendo (a México) súper hermoso, ¿sabes? México es un lugar hermoso pero desgraciadamente está lleno de muchas ratas y de muchas personas que no les importa su país. No porque yo esté aquí no significa que no me importe mi país (…) y siento que México puede cambiar algún día”, dice.
La esperanza de José no la borran ni los casi 2 mil kilómetros que lo separan de su familia. Desde Estados Unidos, este joven también lucha porque el país del cual salió hace casi 10 años sea un lugar mejor, para así poder reencontrarse con los suyos y sus raíces algún día.
Miles de repatriados
En los dos primeros años del gobierno del presidente estadounidense Donald Trump –quien tomó el cargo el 20 de enero del 2017–, más de 370 mil personas han regresado de vuelta a México.
Según estadísticas de la Secretaría de Gobernación, en el 2017 se repatriaron 167 mil 64 personas y en el 2018 volvieron 203 mil 711 mexicanos.
Sin embargo, no todos los retornos fueron por deportaciones hechas por las autoridades de los Estados Unidos.
Cifras del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) revelan que durante el 2018 fueron deportados 141 mil 45 mexicanos; en el 2017 la cifra fue de 128 mil 765 personas.
La cifra de repatriados reportada por la Secretaría de Gobernación es mayor, lo que significa que volvieron a México, por su propia voluntad, alrededor de 101 mil mexicanos entre los años 2017 y 2018
Sin embargo, esta no es la cifra más alta de los últimos años. Entre 2015 y 2016 –el último periodo de la administración de Barack Obama– fueron deportados a México 295 mil 953 personas. En dicho lapso la Secretaría de Gobernación reportó la repatriación de 427 mil 303 mexicanos.
La de los Juárez es una de esas miles de historias detrás de las estadísticas de migración; la historia de una familia que sueña con estar juntos de nuevo en la tierra que los vio nacer.