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La muñeca de la discordia

En el filme ‘La muñeca tetona’ Carlos Salinas de Gortari, Elena Poniatowska, Pedro Valtierra e Iván Restrepo hablan sobre las relaciones entre el Estado y la clase intelectual mexicana

[kaltura-widget uiconfid=”38728022″ entryid=”0_3lnxky1a” responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”75%” /] Todavía no tocaba la silla presidencial pero su rumbo estaba perfilado.

Al centro de la fotografía capturada por Pedro Valtierra junto a algunos de los intelectuales más prominentes del siglo XX, con un bigote poblado y todavía con un atisbo de cabello, Carlos Salinas de Gortari está codo a codo con “El Gabo” y con Granados Chapa mientras todos sonríen a su manera –a excepción de García Soler– para el momento imborrable.

Una testigo silenciosa también se encuentra en la escena y surge la incógnita de su origen, la cual es motivo de discusión desde 1987.

“Eso es la razón de todo, yo vi la foto, me llamó la atención, pero no se me hubiera ocurrido hacer una película si no hubiera tenido yo la curiosidad de entender qué hacía esa muñeca o ese fetiche ahí (…) parece anecdótico, pero sin la muñeca no habría documental”, explica Diego Enrique Osorno, codirector del documental ‘La muñeca tetona’, en entrevista para Reporte Indigo.

El testimonial se hizo acreedor al Ariel por Mejor Corto Documental en la pasada entrega de las preseas y actualmente puede ser visto de manera gratuita en Filminlatino.mx

Las entrevistas a Poniatowska, Valtierra y Restrepo, entre otros, sostienen al cortometraje, pero la médula que cohesiona y mete sustancia al documental es la participación de Carlos Salinas de Gortari.

Sin filtro y hablando de esos años de gloria, el expresidente se regodea con soltura de la fotografía, y aunque no fue fácil acceder hasta él, sus allegados protegieron su figura al momento de la conversación.

“Sí hubo un cuidado de él, una precaución, estaban sus hijos ahí, los tenía yo atrás mientras lo estaba entrevistando, viendo también cada movimiento que hacíamos, pero creo que la entrevista le da mucha fuerza al documental”, comparte Osorno.

Alexandro Aldrete, quien codirigió junto a Osorno, percibe que el político se siente orgulloso de ese momento, que le gusta recordarlo inclusive para sentirse parte de esa élite intelectual de México.

“Por un lado creo que él estaba presumiéndonos que tenía estas relaciones, no sé si nada más a nosotros o si en general al mundo como de ‘yo soy culto, yo tengo este nivel cultural, yo tengo esta biblioteca’, porque llegó con la carta de Octavio Paz pero también con su copia de  100 años de soledad  autografiada por García Márquez y tenía historias para contar. Yo lo sentía también como un fan, como alguien contento de haber conocido a gente que admiraba”, agrega Aldrete.

Para los realizadores es importante remarcar una postura neutra en su testimonial, que el público arme sus propias conjeturas entre si el nexo del poder del Estado y la corriente artística del país es correcto o desaprobatorio, pero Aldrete afirma que aún así, este tipo de encuentros tienen efectos a futuro.

“La situación en sí no puedes decir ni que fue buena ni que fue mala, ni puedes juzgar como buena o mala la acción de uno ni de otro, lo que sí queda es que hay una consecuencia, que cuando existe una relación entre intelectuales y un gobierno pueden haber repercuciones”, se sincera el director.

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