Concluido el proceso electoral de 2012 las izquierdas electorales se ubican en su conjunto como la segunda fuerza política a nivel nacional.
Si bien sus niveles de votación no llegan a su máximo histórico (el 35.33% de la elección 2006), el empuje final de la campaña de Andrés Manuel López Obrador, junto al proverbial “carro completo” en el Distrito Federal, les alcanza para erigirse como primera fuerza de oposición.
El escenario, sin embargo, no es promisorio. De acuerdo con un análisis preliminar del sistema Pulso Legislativo, la primera fuerza de la próxima Cámara de Diputados, conformada por la dupla PRI-PVEM, ostentaría en su conjunto un total de 236 diputaciones; estos aliados estarían a 15 legisladores de la mayoría absoluta.
Si a ellos se suman 10 potenciales curules del Partido Nueva Alianza, el PRI requeriría sumar sólo cinco diputados para dar al próximo Presidente un poder que no se había visto en el país desde 1994.
Las izquierdas representarían la segunda minoría con apenas 137 legisladores, porque para avanzar su agenda de gobierno requerirán pactar con el PAN y sus 117 curules o con el oficialismo y su aplastante primera minoría.
Con respecto a las elecciones intermedias de 2009, las izquierdas prácticamente duplican su fuerza legislativa y no quedan más de una cuarta parte por debajo de su máximo histórico de 2006. Esto podría constituir una buena noticia de no ser por la desproporción de la fuerza del PRI en el Congreso.
El reto para las izquierdas no es sólo de cantidad sino de calidad. El proceso de selección de candidatos del Movimiento Progresista sacrificó perfiles representativos o conocedores del programa de reformas de la izquierda. Muchos candidatos ganadores ocuparán la curul más por su cercanía con los líderes de sus respectivas corrientes que con sus electores. Esto podría propiciar que se vean tentados a pactar con la agenda del tricolor.
En 2006, las izquierdas, como primera minoría en la Cámara de Diputados asumieron un papel intransigente que, a la luz de los comicios 2009, resultó estratégicamente equivocado (perdieron casi dos tercios de sus fuerzas de una elección a otra).
Esta vez, sin la fuerza de 2006, tendrán que jugar sus cartas de forma muy distinta si no desean desaparecer en la ignominia ante la fuerza del régimen en puerta.
Si bien las postulaciones de María Elena Orantes, en Chiapas, y la de Enrique Alfaro, en Jalisco, no resultaron triunfadoras dan a la izquierda oxígeno.
Miguel Ángel Mancera en el DF, Graco Ramírez, en Morelos, y Arturo Núñez, en Tabasco, más Ángel Aguirre, deberán jugar un papel de cohesión programática para que las izquierdas presenten al electorado una propuesta definida con una agenda y un rumbo específico.
Al interior del conjunto “izquierdas”, independientemente de la derrota presidencial, hay grandes ganadores. Los propietarios de los partidos satélite, PT y Movimiento Ciudadano, logran mantener sus feudos.
Por otra parte, los dirigentes de las principales corrientes del PRD se erigen como los grandes tomadores de decisiones no sólo del partido, sino del perfil de política pública de las izquierdas. Personajes como René Bejarano, Jesús Ortega y Héctor Bautista llevarán la voz cantante de las izquierdas de cara al próximo gobierno.
Pero quienes pierden en este proceso son los electores de AMLO. En aras de la unidad, el tabasqueño permitió a los líderes de corrientes poner a sus incondicionales en prácticamente todos los espacios de elección popular. Por ello, hoy, ante la confirmación de su derrota, no habrá quien represente su agenda ni la de sus más de 15 millones votantes en los espacios de poder institucional.
Las izquierdas constituirán la primera fuerza opositora tras el proceso electoral 2012, pero enfrentarán un bloque oficialista que sólo requiere cinco legisladores para garantizar mayoría absoluta. ¿Podrá el bloque de la izquierda evitar la cooptación?