Conforme pasa el tiempo la esperanza se desvanece y se convierte en desesperación, dolor y sufrimiento ante la incertidumbre de no saber qué va a pasar.
El sismo del pasado martes no sólo destruyó construcciones, derrumbó vidas que no volverán a ser las mismas pese a la solidaridad de todos los mexicanos.
A seis días del desastre, las víctimas del 19 de septiembre siguen de pie, pero la ayuda que necesitan va más allá de los víveres, necesitan recuperar la esperanza de que sus familiares atrapados entre los escombros siguen con vida y serán sacados pronto.
Los que perdieron su hogar necesitan aferrarse a una identidad de la que no ha quedado ni pasado, patrimonio o posesión.
“Estamos sin personalidad, ¿cómo acreditamos que existimos o que estamos aquí?, no tenemos nada. Viví ahí por 35 años y todo mi trabajo, inversión, dinero, fotos, todo, toda una vida, me siento como si no existiera, siento que perdí mi personalidad”, dijo con ojos llorosos Rita Eugenia León Matz, mientras veía cómo se desdibujaba lo que ella conocía como su vida.
Junto a otras 48 familias, Rita vivía en el número 29 de la calle Escocia, en la Colonia Parque San Andrés en Coyoacán, la parte baja de la torre 2 de departamentos se vino abajo con el sismo, tuvo que salir con lo que llevaba puesto para nunca volver a entrar.
Desde el martes pasado, el éxodo de su vida ha tenido varios escenarios, un albergue, la casa de un familiar y la esquina de lo que fuera su hogar, donde comparte el cielo con sus vecinos como único techo.
Rita y demás afectados han sido ayudados por otros vecinos, por psicólogos, por religiosos, por héroes anónimos y aunque no le ha faltado comida, bebida o muda de ropa, el desgaste emocional de haber perdido todo la termina por derrumbar.
La historia se repite a la vuelta, en la calle California, en la Colonia Del Valle y en la Narvarte sobre la Avenida La Morena, en cada rincón del centro y el sur de la Ciudad de México.
Monserrat Espinoza es pintora, pronto se iba a ir a continuar sus estudios al extranjero, el sismo del martes pasado terminó con su hogar y con su sueño.
Cuando sintió el temblor, parte del suelo de su departamento se vino abajo, los vidrios se quebraron y no bajó con nada más que con el camisón que tenía puesto, ni papeles, ni identificaciones, mucho menos posesiones.
Monse, habitante de un departamento del 501 de La Morena, ahora duerme en la casa de la novia de su hermano y aunque está agradecida, sabe que la solidaridad tendrá un límite.
“Es un cambio tan fuerte porque no tienes nada, muchas personas nos han ofrecido su casa, pero sabemos que todo esto va a acabar, porque ellos también tienen sus gastos”, dijo la joven mientras pregunta a sus vecinos qué día es hoy y una mujer llega a hablarle de la Kabbalah.
Desesperanza en Álvaro Obregón
En Álvaro Obregón 286, en la Colonia Roma, no se habla de pérdidas materiales; como un secreto a voces, voluntarios, familiares, rescatistas y curiosos comentan que cada hora que pasa, la esperanza de sacar con vida a las más de 40 personas atrapadas entre los escombros se va diluyendo.
En los campamentos de los familiares se ven más abrazos, más lagrimas, mayor cansancio y más desesperanza.
Las brigadas de voluntarios con víveres van mutando, ahora se ven cada vez más psicólogos, más tanatólogos, un ejército de monjas y predicadores de religiones y terapias orientales.
“Las personas tienen mucha esperanza en que sus hijos tienen vida, nosotros las hemos ayudado para que vean que es la voluntad de Dios, si ellos no tienen vida y ya están en la presencia de Dios, todo va a estar bien”, dijo Lucía Carranza, miembro de la congregación de las Hermanas Dominicas.
La esperanza va muriendo, las piedras y escombros se van retirando lentamente, la vida en Álvaro Obregón se está perdiendo.
Cambian cocteles por palas y cinceles
En la Colonia Roma, este fin de semana se cambiaron los cocteles, la música y los bares por palas, cinceles y ayuda.
Por todo Álvaro Obregón eran pocos los bares y restaurantes que habían abierto, los lo hicieron se encontraban casi solos. Cada esquina, pegado en un poste o en una caseta telefónica se encontraba una foto de Carolina Solorio Romero, una joven atrapada entre los escombros.
En la zona cero, a unos metros del 286, tres amigos de Carolina lloraban y se abrazaban con la mirada fija en los escombros.
Atrás quedaron las fiestas, los bailes, las borracheras, como los amigos de Carolina, cientos de jóvenes preferían ayudar con víveres y escombros en vez de levantar una cerveza.
Los pleitos de borrachos y de cantina ahora se convirtieron en impotencia, enojo de los familiares de los atrapados por la falta de información de las autoridades. Exigieron que se les informara sobre lo que estaban haciendo y el por qué paraban el rescate y no sacaban a nadie.
A pocos minutos de distancia cientos de jóvenes llegaban durante la madrugada a la Colonia del Valle, mediante redes sociales habían leído que ahí los necesitaban para remover escombros, la esperanza de vida en las calles de Escocia y Edimburgo aún era latente.
Cerca de las 3:00 de la madrugada se escucharon gritos, aplausos y vivas, después se pidió silencio por más de una hora.
Todos los jóvenes sentados en el suelo esperaban noticias y poder entrar a ayudar. A lo lejos un grupo de médicos corría hacia la zona cero, con oxígeno y material de curación. Después de unos minutos tres ambulancias encendieron casi al unísono y se fueron presurosas por la Avenida División del Norte, tres personas habían sido rescatadas más de 100 horas después de que quedaron atrapadas.