La tragedia no conoce género… la solidaridad tampoco

Hay voluntarios de toda clase, incluido un gran número de mujeres, lo que subraya el cambio social de los últimos años que han permitido a las mujeres mexicanas asumir papeles tradicionalmente restringidos a los hombres.
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Cuando un sismo de magnitud 7,1 remeció el centro de México, derribando edificios y dejando a cientos de personas atrapadas, los mexicanos organizaron con rapidez una enorme operación de rescate con policías, bomberos, soldados y otros profesionales asistidos por un ejército de civiles.

Hay voluntarios de toda clase, incluido un gran número de mujeres, lo que subraya unos cambios sociales de los últimos años que han permitido a las mujeres mexicanas asumir papeles tradicionalmente restringidos a los hombres.

Ya hubo mujeres en las labores de rescate tras el devastador sismo de 1985 que dejó miles de muertos en Ciudad de México, pero eran relativamente pocas. Juana Huitrón, una de las mujeres más famosas entre los “topos”, como se apodó a los voluntarios mexicanos, ha dicho que entonces sufrió muestras de machismo.

Desde entonces, y a pesar de que las mujeres siguen suponiendo un porcentaje menor de la fuerza laboral que los hombres, se han convertido en líderes en educación, negocios y artes.

Y desde el mortal temblor del 19 de septiembre, las mujeres trabajan junto a los hombres excavando entre los escombros para buscar a posibles sobrevivientes, liderando campañas para reunir comida y medicinas para los que se quedaron sin hogar y consolando a los familiares de los fallecidos.

A continuación, algunas de sus historias:

KAREN PIÑA: doctora de la Cruz Roja

Desde la base de un edificio derruido de apartamentos, Piña se coordinó con rescatistas, médicos y equipos de ambulancias para organizar atención médica para los rescatados de entre los escombros.

“No saber qué decirle a los familiares de la gente atrapada me daba impotencia”, señaló. “Saqué tres personas con vida, que valió todo el esfuerzo de esos días. Lloraba cada vez que encontraba a alguien”.

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LIZABETH JAZMÍN LÓPEZ: voluntaria

Equipada con un casco y un chaleco reflectante, López se sumó a la laboriosa búsqueda de sobrevivientes, removiendo montañas de restos el primer día después del sismo.

“En el terremoto del 85 tenía 14 años, era Girl Scout, trabajaba en el centro de acopio ayudando, pero con miedo. En el 2017 tengo mucha fuerza y esperanza”, dijo López. “Una tragedia te hace valorar la vida y que como sociedad juntos podemos transformar un país de abajo hacia arriba con amor.

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FRIDA ISLAS: estudiante

Islas, de 22 años, estaba estudiando cuando se produjo el sismo, que cortó la luz en el edificio de su facultad. Caminó seis horas para llegar a su casa y empezó a ayudar en los rescates de inmediato.

“Ayudo porque es gente que necesita apoyo, no los conozco”, dijo. “Saco escombros, traigo víveres, alimento cachorros asustados. Me siento triste por ver así la ciudad, pero me reconforta la unión entre los mexicanos. Nunca había vivido un terremoto”.

“No podía estar en un casa sabiendo que la ciudad está así”, añadió.

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VERÓNICA AGUILAR: vendedora de computadoras

Aguilar estaba en un supermercado en el momento del terremoto, y corrió a su casa para buscar a su hija de 11 años. Al principio se quedó en casa, pero concluyó que tenía que hacer algo. Llevó a su hija a un edificio derruido para ayudar y mostrar a la niña la importancia de ayudar siempre que sea posible ante una tragedia.

“Los primeros días no había salido de mi casa por pánico. Pero decidí salir, sensibilizar a mi hija, que vea lo que está pasando para que cuando pueda ayudar, lo haga”, explicó.

“Entre los mexicanos hay mucho amor, cuando pasa una desgracia sabemos que todos debemos salir a ayudar”, dijo.

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MYRNA MOGUL: actriz

Tras el sismo fue a trabajar en un escenario diferente: un edificio de apartamentos en ruinas. Se puso un casco y empezó a cavar entre los escombros para ayudar a buscar a personas atrapadas.

“Más allá de si eres hombre o mujer, uno tiene que ayudar como ser humano”, afirmó. “Encontrar gente viva o muerta, pero encontrarla para que (la gente) pueda seguir con sus vidas. No tiene que ver con el género, la edad, clase social, profesión, sino con cuáles son tus capacidades como ser humano para ayudar al otro”.

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