Se necesita tener el corazón y la cabeza de piedra para destrozar las botellas con agua y el alimento que podrían salvar la vida de un menor que intenta cruzar ilegalmente la frontera México/Estados Unidos; sin embargo, la Patrulla Fronteriza no tiene reparo en hacerlo.
La organización civil No Más Muertes publicó el mes pasado una serie de grabaciones en las que se observa a agentes fronterizos con una sonrisa en el rostro tirar varios galones de agua, aunque éstos puedan representar la clave entre la vida y la muerte para un migrante.
De acuerdo con cifras oficiales de la propia Patrulla Fronteriza, entre 1998 y 2016 fallecieron 6 mil 915 personas en su intento por alcanzar el famoso ‘sueño americano’, y cuyos restos fueron recuperados como muestra de la fatalidad de esta travesía.
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Como era de esperarse, la Patrulla Fronteriza no tomó muy bien la difusión de los vídeos y el informe de No Más Muertes, por lo que horas después detuvieron al activista Scott Warren mientras ayudaba a un par de personas migrantes.
Warren fue detenido, básicamente, por impedir que dos personas murieran por falta de alimento. El hombre de 35 años fue acusado por ayudar a inmigrantes indocumentados a llegar a los Estados Unidos, un delito considerado grave en Arizona.
El activista fue detenido en un edificio conocido como “El Granero”, un refugio temporal que ofrece a los migrantes recién llegados, ropa limpia, agua, alimento y una habitación hasta por tres días; una acción que atenta contras las prácticas de la Patrulla Fronteriza.
El reporte ‘Muerte y Desaparición en la Frontera de los Estados Unidos con México’ documenta que la destrucción de la ayuda humanitaria es sistemática y rutinaria; parte de una estrategia sin escrúpulos que convierte al desierto en una arma mortal contra lo migrantes.
La actuación de la Patrulla Fronteriza ha sido tal que, incluso, los activistas han pedido su extinción, no sin antes reparen el daño que han hecho a cientos de familias a través de las constantes violaciones a los derechos humanos de los migrantes.
No sólo es la zona desértica. A finales de octubre pasado, Rosa María Hernández, una niña indocumentada de 10 años que padece parálisis cerebral, fue detenida por la Patrulla Fronteriza al ser dada de alta de un hospital en Corpus Christi, Texas, donde fue operada de emergencia.
La niña mexicana llegó ilegalmente a los Estados Unidos cuando apenas tenía tres meses de edad, por lo que la Patrulla Fronteriza estaba obligada a detenerla.
Tras semanas de presión por parte de activistas y legisladores, el gobierno dejó que la pequeña regresara con su madre, quien no había podido visitarla por miedo a que la deportaran.
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Según datos de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, el 46.6 de las mujeres migrantes que pasan por México lo hacen por la inseguridad en sus países, mientras que el 32 por ciento lo hace por razones económicas.
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La Patrulla Fronteriza nunca ha sido estandarte de los derechos humanos, pero ahora está respaldada por el discurso antinmigrante de Donald Trump, quien considera como “países de mierda” a aquellas naciones de donde provienen los migrantes.
A fin de cuentas, Trump ganó las elecciones porque ha y mucha gente que piensa como él y que ve en los migrantes hombres y mujeres que le hacen daño al país.
Esta semana, un grupo de 30 turistas estadounidenses provenientes del estado de California acudieron a observar desde el lado mexicano los ocho prototipos del muro fronterizo que prometió construir el presidente Trump a lo largo de los tres mil kilómetros de frontera con México.
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Para acceder al lugar ubicado en la colonia Las Torres, los visitantes adquirieron por internet un tour que tuvo un costo de 53 dólares el cual incluía otros puntos de la valla divisoria. Esto debido a que del lado americano está restringida la entrada a la zona.
