PRD a la deriva
El Partido de la Revolución Democrática ya fue rebasado por la izquierda, por Morena, el partido creado por quien fuera el líder del perredismo, Andrés Manuel López Obrador.
La cercanía de la elección presidencial del 2018 está provocando nuevamente que liderazgos perredistas se sumen a la causa de López Obrador como ocurre con el senador Miguel Barbosa, coordinador de la bancada del PRD en el Senado.
Carlos Salazar
El Partido de la Revolución Democrática ya fue rebasado por la izquierda, por Morena, el partido creado por quien fuera el líder del perredismo, Andrés Manuel López Obrador.
La cercanía de la elección presidencial del 2018 está provocando nuevamente que liderazgos perredistas se sumen a la causa de López Obrador como ocurre con el senador Miguel Barbosa, coordinador de la bancada del PRD en el Senado.
Desde que el dos veces candidato presidencial abandonara las filas perredistas tras los comicios de 2012, el emblemático partido de izquierda ha entrado en una lenta pero constante debacle.
López Obrador dejó al perredismo no solo sin su rostro más visible, sino que se llevó consigo gran parte de su arrastre electoral, hoy capitalizado por Morena, que se erige ahora como el partido dominante de la izquierda en México.
Fue de la mano de López Obrador que el PRD estuvo cerca de llegar a la presidencia en el año de 2006, quedando a solo .56 por ciento del entonces candidato panista Felipe Calderón.
En 2012 le volvieron a entregar las llaves del partido al tabasqueño, aunque éste ya había comenzado su distanciamiento, y tras una nueva derrota en las urnas, se consumó el rompimiento.
El PRD y López Obrador tomaron caminos diferentes: la cúpula perredista apoyó a Peña Nieto con el Pacto por México y Andrés Manuel fundó un nuevo partido político.
AMLO fue solo el primero en renunciar al Sol Azteca.
En los últimos años grandes figuras y liderazgos como Cuauhtémoc Cárdenas o Alejandro Encinas, entre otros, han abandonado el partido por diferencias con la dirigencia, ahondando más su profunda crisis.
Si la salida de Andrés Manuel significó la pérdida de una gran baza electoral, la de Cuauhtémoc Cárdenas fue un golpe de igual magnitud para lo que el líder moral representa para la izquierda mexicana.
Fundador del PRD y quien fuera el máximo referente histórico de este partido, Cárdenas renunció a su militancia en noviembre de 2014 por profundas diferencias con la dirigencia, sobre todo un desacuerdo por las medidas para recuperar la credibilidad.
La partida del máximo referente histórico del perredismo no hizo sino acentuar la crisis que ya vivía en ese momento el Sol Azteca, cuestionado por la postulación de José Luis Abarca, y por el respaldo a Ángel Aguirre tras la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Sin embargo, la debacle perredista aún estaba comenzando. La crisis de finales de 2014 no fue sino la antesala del derrumbe electoral que enfrentaría en la elección intermedia de 2015.
En la elección de junio de 2015, el PRD obtendría su porcentaje más bajo de votación desde 1991 (su primer experiencia electoral).
Además de perder un importante número de escaños en la Cámara de Diputados, perdió el control político de la capital del país.
Menos de 10 años después de estar en la antesala de la presidencia, y habiendo logrado su mayor representatividad legislativa en sus 24 años de vida, el PRD perdía su lugar como el partido referente de la izquierda a manos de Morena y López Obrador.
A pesar del fracaso, acentuado sobre todo en la Ciudad de México, otrora bastión perredista, más allá de la renuncia de Carlos Navarrete a la presidencia, no hubo grandes cambios en el partido, consumido por las luchas internas de las corrientes.
Desde entonces, el PRD parece condenado por una enfermedad terminal. Superado en las urnas por Morena en muchos estados, y con presencia apenas marginal en gran parte del territorio, en una pugna constante por su supervivencia.
Salvavidas electoral
Para el proceso electoral de 2016, el PRD se jugaba mucho más que la posibilidad de acceder a una de las 12 gubernaturas en disputa, sino incluso estaba en duda su propia supervivencia como instituto político.
A inicios de 2016, el PRD era un enfermo que requería cuidados intensivos, sumido en una crisis extraordinaria que necesitaba medidas extraordinarias. El elegido para tratar de sacar del coma al perredismo fue Agustín Basave.
Reflejo de las luchas internas por el control del partido y los movimientos arteros para ganar posiciones fue el breve mandato del académico, enfrentado desde un inicio con las tribus, las mismas que lo llevaron a la presidencia y que después hicieron todo por obstaculizarlo.
Basave llegó a la dirigencia perredista en noviembre de 2015 tras la salida de Carlos Navarrete, con la misión de revitalizar al partido tras los adversos resultados electorales.
La estrategia que Basave propuso fue la alianza en 8 entidades con el Partido Acción Nacional para tener posibilidades de formar gobierno de coalición. Una alianza contranatura, que sin embargo era la última tabla de salvación.
Agustín Basave y Ricardo Anaya repitieron la estrategia aliancista que tan buenos resultados les había entregado en 2010.
La defensa de las alianzas le trajo a Basave enfrentamientos con diversas corrientes al interior del partido, que incluso lo llevaron a presentar su renuncia en un par de ocasiones mientras negociaba con los líderes de las tribus.
Al final, tras un estira y afloja y después de tensas negociaciones, Basave logró que se aprobaran las alianzas en 5 estados: Oaxaca, Veracruz, Quintana Roo, Durango y Zacatecas; ninguna de esas coaliciones fue encabezada por algún perredista.
Las alianzas entre PAN y PRD se alzaron victoriosas en Veracruz, con Miguel Ángel Yunes; en Quintana Roo, con Carlos Joaquín, y en Durango, con José Rosas Aispuro. A diferencia del PAN que ganó otras cuatro gubernaturas en solitario, el PRD solo pudo cantar victoria en los estados donde se sumó al PAN.
Estos triunfos compartidos con Acción Nacional, le dieron cierto impulso a un perredismo en horas bajas, aunque en términos globales, se confirmó lo que ya era una tendencia: el PRD pasaba a ser la cuarta fuerza política, detrás de Morena.
Esta situación fue especialmente visible en la capital del país, donde se celebraron los comicios para la integración de la Asamblea Constituyente, y donde el PRD pasó a ser segunda fuerza política, cediendo el primer lugar al partido de López Obrador.
La alianza con el PAN fue lo único que le permitió sobrevivir a un PRD que de otro modo estaba condenado. Pues fuera de los estados donde se sumó al PAN y los resultados en Tlaxcala, en el resto del país su presencia fue meramente testimonial.
Tras la conclusión del proceso electoral, en parte por los resultados, pero sobre todo cansado de lidiar con las tribus perredistas, Agustín Basave dejó la dirigencia del partido, sumiendo nuevamente al Sol Azteca en un periodo de incertidumbre.
Aunque se barajó la posibilidad de repetir la alianza en el Estado de México para dar un golpe en el bastión priista, finalmente no hubo acuerdo entre las dirigencias.
Al día de hoy, el PRD no tiene ninguna posibilidad en el Estado de México, el PRD ni siquiera ha formalizado a su candidato, un mensaje, quizá, de que el perredismo ha tirado la toalla.
Desbandada en el Senado
Aunque algunos de los personajes que abandonaron el barco perredista se declararon independientes o como legisladores ciudadanos, la realidad es que un gran número de desertores se han sumado a las filas de Morena o han expresado su respaldo a López Obrador.
El caso del senador Alejandro Encinas fue el primero, quien no se afilió a Morena, pero renunció al PRD tras la salida de Andrés Manuel, y ya ha expresado públicamente su afinidad con el tabasqueño.
Los senadores Mario Delgado, Rabrindanath Salazar y Zoé Robledo dejaron las filas perredistas para sumarse a las filas de Morena, incluso Mario Delgado, cercano a Marcelo Ebrard, se ha erigido en uno de sus principales defensores.
Morena no ha sido el único destino de los senadores perredistas renegados. Los legisladores Manuel Merino y Benjamín Robles han pasado a engrosar las filas del Partido del Trabajo y Sofío Ramírez se sumó al PRI.
Por otro lado, la senadora Martha Tagle se separó de la bancada perredista y se declaró senadora ciudadana, lo mismo que Armando Ríos Piter, quien sigue formando parte del grupo parlamentario, pero que se ha desligado del partido para construir una plataforma política independiente.
A esta ola se suma ahora nada menos que el aún coordinador de la fracción parlamentaria del PRD en el Senado, Miguel Ángel Barbosa, quien apenas el día de ayer expresó su apoyo a la candidatura de Andrés Manuel López Obrador rumbo al 2018.
El legislador aseguró que sigue siendo perredista, pero ha tomado la determinación de impulsar que el PRD apoye al tabasqueño en sus aspiraciones presidenciales.
“No me voy a Morena, pero apoyo a AMLO. Tomé la decisión de apoyar a López Obrador rumbo al 2018 y hago un llamado al PRD para apoyarlo rumbo al 2018”.
Barbosa, quien no hace mucho había expresado su apoyo a Miguel Ángel Mancera e incluso le pidió que se definiera, aseguró que el jefe de gobierno ahora quedó atrapado entre las redes de las corrientes del PRD.
La dirigencia del PRD se reunirá en breve para decidir si cita al coordinador perredista en el Senado y si toma alguna otra medida.
La presidenta del instituto político, Alejandra Barrales, afirmó que el legislador ya no representa la posición del PRD en el Senado, aunque Barbosa descartó que vaya a dejar la coordinación.
Los presidenciables
Al interior del PRD, los potenciales aspirantes a la candidatura del partido de izquierda ya toman posiciones para el proceso interno.
Entre los que se han ‘apuntado’ a la contienda están el gobernador de Morelos, Graco Ramírez; el de Michoacán, Silvano Aureoles y el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera.
Según Alejandra Barrales, presidenta del partido, estos personajes son los que han mostrado el perfil para poder ser el candidato del PRD a la Presidencia en 2018.
Los gobernadores Graco Ramírez y Silvano Aureoles en principio parten en desventaja ante un Miguel Ángel Mancera, que si bien no se ha afiliado al PRD, parece el único con posibilidades reales de competir.
La situación, sobre todo en materia de seguridad en los estados que gobiernan Ramírez y Aureoles podría ser un factor que juegue en su contra, además de no tener la exposición mediática con que cuenta Mancera.
Por su parte, el jefe de gobierno capitalino parece haber recuperado parte de su popularidad con la promulgación de la primer constitución de la ciudad, aunque hay voces al interior del PRD que siguen sin ver favorable su postulación.
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