‘Los policías seguían ahí’
“Chalma” es de Tijuana, pero es uno de los protagonistas centrales, testigo y sobreviviente de la masacre de normalistas de Iguala.
El joven de 22 años proporcionó a las autoridades un relato estrujante de la muerte de uno de sus compañeros asesinado por la Policía Ministerial:
“Vi que por el orificio le brota un chorro de sangre en la cabeza. Lo que hice fue acercarme y tratar de taparle el orificio. Los policías seguían ahí accionando sus armas para que nos quitáramos”.
Icela Lagunas
“Chalma” es de Tijuana, pero es uno de los protagonistas centrales, testigo y sobreviviente de la masacre de normalistas de Iguala.
El joven de 22 años proporcionó a las autoridades un relato estrujante de la muerte de uno de sus compañeros asesinado por la Policía Ministerial:
“Vi que por el orificio le brota un chorro de sangre en la cabeza. Lo que hice fue acercarme y tratar de taparle el orificio. Los policías seguían ahí accionando sus armas para que nos quitáramos”.
Pasaron al menos dos horas, cuenta “Chalma”. Cada vez que se asomaban detrás del autobús para intentar ayudar, los uniformados volvían a disparar.
“Me acerqué al compañero para ver si todavía tenía señas vitales o ya había fallecido, y el compañero todavía mostraba reacción en su cuerpo, porque medio temblaba. Y ahí volví a acércame al compañero, le puse mi playera en el cráneo donde estaba sangrándose”, recuerda.
La noche que llegaron a Iguala en los autobuses, “Chalma” fue uno de los más aguerridos. En el Zócalo de Iguala, minutos después de que terminara el informe de María de los Ángeles Pineda, la esposa del alcalde de la ciudad, los policías los rodearon.
“Para detener la acción de los policías tuve un pequeño jaloneo con el uniformado, agarre lo que fue la culata del rifle y me amenazó que si no lo soltaba iba a dispara contra nosotros y siguió el jaloneo. Lo tomé por la espalda y empecé a jalar el rifle, solo veía que era gordo y moreno.
“Disparó su arma en ráfaga, primero hacia el suelo y luego la levantó y disparó contra mis compañeros como a una distancia de un metro”, relata el estudiante.
Luego de ese jaloneo, los jóvenes subieron nuevamente a los autobuses y avanzaron. En el trayecto, los municipales siguieron disparando, eran como diez patrullas. “Chalma” asegura que alcanzó a distinguir que todas decían Policía Municipal.
“Seguimos avanzando con las llantas ponchadas y casi al llegar a la carretera atravesaron una patrulla y se bajaron, se pusieron del otro lado a unos veinte metros y empezaron a apuntar sus armas”.
Al ver a los uniformados listos para disparar, muchos de los normalistas se bajaron para empujar y retirar la patrulla que habían atravesado para impedir el paso.
“Nos bajamos y rodeamos a los policías, porque del tercer autobús tenían rodeados a los compañeros. Me puse atrás de un policía municipal, el cual ya había cortado cartucho y estaba apuntando sus armas, disparaban y en eso observamos que a los del tercer autobús los estaban bajando los municipales, los tenían sometidos, eran como diecisiete o dieciocho, y policías eran alrededor de sesenta o más”, detalla.
A muchos los tuvieron un rato en el suelo y ya había más normalistas heridos. A “Chalma” y otro grupo de 25 normalistas los quisieron convencer para que se entregaran, a los otros que bajaron del autobús se los llevaron con rumbo desconocido.
Al poco rato llegaron más policías, al menos seis patrullas, de las cuales bajaron seis uniformados bien equipados. Traían perchera, rodilleras, cascos, coderas y pasamontañas, describe.
La patrulla que distinguió “Chalma” traía un aditamento para ametralladora, desde donde un policía se mantuvo encañonándolos.
Pasó una hora más para que los elementos de seguridad se retiraran del lugar. Hasta ese punto, empezaron a llegar en carros particulares otros alumnos del Centro Regional de Educación Normal (CREN) de Iguala, así como otros de Ayotzinapa.
Los autobuses estaban llenos de sangre. Los cristales rotos. En su interior había balas percutidas.
“Los policías desde donde nos estaban disparando recogían los casquillos”.
Al cabo de una hora, nuevas ráfagas se escucharon.
Unos se tiraron al piso. Otros comenzaron a correr y colocaron detrás de los autobuses para cubrirse, dice “Chalma”.
Ahí, otro estudiante recibió un balazo en la boca. Sus amigos lo llevaron a un laboratorio cercano. Hasta allá llegaron los militares.
‘Nos dijo que tuviéramos huevos’
Dos unidades del Ejército llegaron al laboratorio donde estaba uno de los estudiantes heridos. Los elementos pidieron que abrieran la puerta. El que iba a cargo de esas unidades preguntó si eran los ayotzinapos.
Los estudiantes pidieron ayuda para su compañero que se estaba desangrando.
“Nos dijo que tuviéramos huevos para enfrentarlo como así hacíamos nuestro desmadre”, relata “Chalma”.
Los militares catearon toda la clínica y obligaron a los estudiantes a que se sentaran en la sala de espera.
Les ordenaron que se levantaran las playeras y vaciaran sus pertenencias. Buscaban armas.
El Ejército solo los revisó. No los detuvo ni los resguardó.
Dijeron que mandarían a la Policía Municipal a que los recogiera, pues les habían reportado dos cuerpos en la carretera.
Ante el riesgo de que los municipales fueran por ellos, los estudiantes dejaron a su amigo herido en la clínica para que lo atendieran, el resto, un grupo de aproximadamente 25 estudiantes, caminó con rumbo desconocido
“Llegamos a una casa y nos dieron asilo a todos para pasar la noche, eran aproximadamente las dos de la mañana del 27 de septiembre. Al despertar, como a las cinco, nos dijeron que nos saliéramos, ya que estaban afuera unidades de policía de la Procuraduría”, dice.
Él y otros dos compañeros que no querían estar en las oficinas de la Policía decidieron salir con personal de la Ministerial a buscar al resto de los estudiantes de la Normal que seguían desaparecidos.
“Nos dijeron que ahí no habían llevado a nadie y nosotros les dijimos que nos entregaran a nuestros compañeros desaparecidos que se llevaron en sus patrullas.
“Esto fue como seis de la mañana, habían pasado cinco horas a partir de que se los habían llevado y los trabajadores de la Procuraduría les pedían a los municipales que les entregaran las listas de los elementos que estaban en labores, les pidieron los informes de las patrullas que participaron”, recuerda.
En ese momento “Chalma” reclamó que la patrulla 302 se había llevado al compañero enfermo de los pulmones. Le dijeron que esa unidad no pertenece a la corporación.
“Chalma” es uno de los normalistas que fue encapuchado para reconocer a los elementos municipales que participaron en la agresión.
¿Por qué estaban en Iguala?
Han pasado 13 días desde aquella noche en Iguala cuando los normalistas fueron atacados por elementos de la Policía Municipal. Hasta el momento no hay culpables y ni siquiera está claro cómo fue qué todo sucedió.
Aquí algunas versiones:
> Un informe del Cisen detalla que Guadalupe Pineda Villa, esposa del alcalde de Iguala y presidenta del DIF, ordenó al director de Seguridad Pública Municipal detener la movilización de los estudiantes porque pretendían trasladarse al zócalo y “reventar” su informe de labores.
> Declaraciones de estudiantes y medios locales señalaron que los jóvenes había ido a ese municipio a recabar fondos para financiar una marcha del 2 de octubre, en el 46 aniversario de la masacre de estudiantes de Tlatelolco, México.
> En entrevista con Adela Micha, Marcos estudiante de la Normal de Ayotzinapa, señaló que se dirigían a hacer actividades de boteo por que iba a llegar un contingente grande a su escuela y necesitaban recibir a la gente.