Pese a la emergencia sanitaria por el COVID-19, alumnas de la UNAM mantienen la toma de las instalaciones

Lucha feminista de la UNAM en la pandemia

Pese a la emergencia sanitaria por el COVID-19, alumnas de la Facultad de Economía mantienen la toma de las instalaciones hasta que se les garantice tener una vida escolar libre de violencia de género

Las Mujeres Organizadas de la Facultad de Economía (MOFE) exigen acciones y no discursos. A pesar de la pandemia, las alumnas siguen en protesta y no renuncian a su petición de poder tener una vida libre de violencia de género dentro de las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Para ponerle un alto al acoso sexual que viven las estudiantes, las integrantes de MOFE mantienen un paro de actividades desde hace cuatro meses.

En entrevista, alumnas, a quienes se les cita con su nombre de paristas, detallan la revictimización y desacreditación que viven en su escuela cuando se intenta hacer una denuncia por violencia sexual.

“La organización feminista empezó desde hace dos años pero fue apenas cuando compañeras alzaron la voz contra el acoso que vivían por parte de profesores, compañeros y trabajadores.

Encontramos que cuando una mujer quería denunciar la abogada te decía que mejor lo reconsideraras, que llegaras a un acuerdo con tu agresor; mientras que la psicóloga te decía que estabas exagerando o que incluso estabas enferma y eso no había pasado
AzulEstudiante de la Facultad de Economía

Sentadas alrededor de unos sillones y con el rostro cubierto con playeras o pasamontañas, las estudiantes señalan que las autoridades de la Facultad siempre optan por criminalizar las denuncias en cuanto a temas de violencia de género.

“Aquí las denuncias autónomas, las que no llegan a jurídico se desestiman. Hemos intentado hacer tendederos de denuncia o hasta stickers con la cara de los agresores en los baños y los quitan. Nos dimos cuenta que en la UNAM impera el orgullo universitario y las ganas de fingir que no pasa nada en lugar de aceptar que ni en los salones estamos seguras”, detalla Andrea.

De acuerdo con las alumnas, solamente el 30 por ciento de la comunidad estudiantil son mujeres por lo cual, cuando se intentan hacer actividades feministas o hablar de cómo se vive el acoso en la escuela, es común que los hombres se opongan a dicha organización o tomen partido por el lado de los agresores.

“No queremos ser violentadas en nuestra propia escuela, por ello incluimos en nuestro pliego petitorio una unidad de género con abogadas, psicólogas, ginecólogas y una trabajadora social, una comisión que se encargue de prevenir la violencia contra las mujeres, que en los planes de estudio se incluya la perspectiva de género y sobre todo que se supervise que las denuncias lleguen a la UNAD (Unidad para la Atención de Denuncias) y se hagan bien”, puntualiza Andrea.

Con base en el conteo que llevan las MOFE, a la fecha hay una lista de 83 denuncias autónomas de las cuales 45 son por violencia sexual, 10 por violación y el resto por otro tipo de agravios. De los expedientes, en 24 los profesores son señalados como agresores, en otros 24 alumnos y el resto son trabajadores.

A tres meses de que inició la pandemia por COVID-19 en el país, las alumnas exigen que las autoridades escolares les den solución a sus peticiones de manera inmediata, ya que desde hace tres semanas se detuvieron las mesas de trabajo

“Un punto en el que nos han puesto trabas es la rescisión de contrato de profesores y trabajadores denunciados, parece que en la UNAM los derechos laborales están por encima de los de las víctimas. Un ejemplo es Edgar S., profesor adjunto de Economía Política e historia y quien a pesar de tener 10 denuncias, cuatro formales por violación, seguía impartiendo clases”, asegura Kollontai.

Resistir por las otras generaciones de la UNAM

El compromiso por el bienestar de las generaciones que vienen detrás es lo que motiva a las integrantes de MOFE a no rendirse en su lucha y a tener claro que no entregarán las instalaciones hasta que las mujeres sean libres y estén seguras en los salones de clases.

Pese a las lluvias e incluso el sismo del pasado 23 de junio, Maíz relata que la resistencia es una responsabilidad incluso con las mujeres que no conocen.

“Decidimos estar aquí, dormir en el piso, cuidarnos de cada ruido, ver qué vamos a comer cada día para ser capaces de crear nuevas realidades, una realidad en la que no tengamos otra Lesvy Berlín ni otra Mariela Vanesa, en donde la UNAM no permita feminicidios ni desapariciones”, afirma.

Mientras Andrea sostiene la mano de una de sus amigas, dice que una de las lecciones que ha tenido al pertenecer a las Mujeres Organizadas es tener la certeza que serán ellas quienes hagan justicia a las que no están, porque para ella ya no la cuida la UNAM sino sus compañeras.

“Las Facultades no deben de ser las mismas después de las entregas de instalaciones, no solo queremos sacar a los acosadores sino prevenir que las agresiones en nuestra contra vuelvan a pasar, que podamos tener espacios seguros”, manifesta Kollontai.

Con su pasamontañas negro y flores bordadas, Mala no duda en asegurar que a pesar de que la UNAM simule ser una universidad aliada de todas las causas justas del mundo, lamentablemente cuando tiene un movimiento legítimo se le persigue y no se le da respuesta.

Por ello, opina que es esta generación la que pone el cuerpo y todo lo que tiene a su alcance para que el respeto a los derechos humanos de las mujeres se haga realidad, para Mala, ese es el valor del movimiento: la dignidad.

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