El 14 de septiembre de 2016 un sujeto ingresó a la sede de la Fiscalía General de Jalisco, en la Calle 14 de Guadalajara, y disparó contra las cuatro mujeres que laboraban en su Módulo de Información. Apuntó a sus cabezas, una a una, sin errar. La única que sobrevive aún está delicada.
El asesino fue Luis Homero Águila, el “General Águila”, como se le conocía, un escribiente externo a la institución, con pasado militar y problemas mentales. Fue abatido a tiros ahí mismo, por agentes de la Fiscalía.
Las autoridades difundieron como principal línea de investigación el hecho de que Luis Homero Águila mantenía un problema legal con un dentista y lo dirimía en la Fiscalía, por lo que su inconformidad con la gestión del caso habría sido lo que motivó su actuar.
“Quería que unas muelas que le habían extraído le fueran pagadas, y se estaba en un proceso de conciliación”, dijo el fiscal general Eduardo Almaguer Ramírez.
El día del multihomicidio, Luis Homero Águila buscó primero a un agente ministerial, y tras no hallarlo, regresó al Módulo de Información donde les disparó a las empleadas. La pregunta, sin embargo, persiste: ¿por qué a ellas?
Distintos escritos del “General Águila” dirigidos a múltiples instituciones como el Ayuntamiento de Guadalajara, el Despacho del gobernador, el Congreso y la Fiscalía, evidencian que había desarrollado una animadversión directa contra las trabajadoras de ese Módulo.
Como escribiente, su trabajo consistía en redactar las denuncias de extravíos de documentos y placas de sus “clientes” -así los llamaba-, pero con el nuevo sistema de justicia sus escritos ya no eran válidos, pues se creó para esos casos la figura de la carpeta de investigación no judicializable, que elabora la propia Fiscalía.
El “General Águila” cultivó la idea de que el entonces fiscal central, Rafael Castellanos, estaba “utilizando” a las empleadas del Módulo para dejarlo sin trabajo, pues era en ese espacio donde se le informaba a los usuarios que los reportes de los escribientes ya no eran aceptados en el nuevo sistema.
El rencor
Luis Homero Águila escribió múltiples referencias directas contra las empleadas del Módulo de Información, y en particular contra Araceli Bautista Rocha, una de las cuatro que atacó y, de hecho, la única que sobrevivió.
En su oficio 196 –así lo numeró- del 17 de junio de 2016, dirigido al exfiscal Castellanos narra una de esas ocasiones en que sus escritos fueron rechazados, en esta, sobre placas extraviadas, lo que le causó problemas con su cliente:
“Una vez más cuando mi ayudante llevó al interesado al Módulo (…) se topó con Araceli Bautista Rocha y para no verle la cara y no discutir, le dijo al interesado que se dirigiera con ella. Pues cuando Araceli vio el reporte de la foja 1 (se dio cuenta de que yo se lo hice) de inmediato le dijo que no servía.
“Como a la media hora llegó mi cliente a decirnos que le regresáramos su dinero porque Araceli le recalcó que mis denuncias ya no sirven”. Sigue la diatriba:
“Me llevaría varias hojas recordarle como (sic) a través de Araceli Bautista Rocha me están perjudicando en mi trabajo (…) están cometiendo el delito de abuso de autoridad, violación a mis garantías individuales y a mis derechos humanos, ya que ponen más empeño en estarme bloqueando mi trabajo que en atender bien al público”.
Las amenazas
Otro oficio fundamental es el 035, del 26 de junio de 2015, también para Castellanos con copia a múltiples instituciones, donde le habla de una denuncia de extravío de pasaporte que hizo para una clienta, y que también le rechazaron.
Narra cuando su socia y la clienta intentaron presentarla: “Se dirigieron al Módulo de Información ahí las atendió la servidora pública Araceli Bautista Rocha y empezó a decir que mi escrito no servía, que para que (sic) iban conmigo si ahí era todo gratis.
“Mi ayudante temblando de coraje me dio parte y fuimos a la Fiscalía y ya identifiqué a la servidora Araceli Bautista Rocha y luego buscamos a la Lic. Mónica”.
Y plasma su molestia: “Y como nunca dan respuesta a los ocursos, por otro lado en verdad le digo que ya estoy hasta mi puta madre de harto y asqueado de que solo se dediquen a bloquearme y frustrarme mi trabajo (…) yo no les hago nada y a toda costa tratan de ponerme a mis clientes en mi contra”.
En ese entonces el “General Águila” aseguraba que no tenía pistolas, “vivo solo y no tengo arma de fuego”, pero el día del multihomicidio usó un revolver calibre 38, y portaba otra 22 y 36 tiros útiles en sus bolsas.
Luego hace esta advertencia de gran significado para lo que vendría:
“Ya pártanme la madre, porque si yo tuviera pistola, con tanta chingadera que me han hecho, ya no estuviera vivo o libre, ya me haya visto compelido a hacer una pendejada o locura, ya que no fue poco el daño que me han hecho (…) qué bueno que no tengo arma porque sino (sic) sí haya cometido ya una locura, que al fin y al cabo estoy oficialmente declarado enfermo mental y peligroso”.
Solo un mes antes al ataque, el 15 de agosto, en el oficio 224, le recuerda a Castellanos la amenaza:
“Ya estoy bien harto de todo, ya que cuando no es una cosa, es otra (por favor dígale que ya no me ponga tanta traba, que me reciba mis ocursos, que yo estoy declarado loco peligroso, y si me siguen perjudicando, puedo cometer una locura porque conozco el funcionamiento de todas las armas)”, detalla el escribiente.
Paranoia
El propio “General Águila” difundía que fue diagnosticado con “estado paranoide” en 1991. Creía, por ejemplo, que el exprocurador de Jalisco en 2000-2005, Gerardo Octavio Solís Gómez, había sustituido al personal del Módulo con el fin exclusivo de afectarlo.
Dice su oficio 035: “Toda la frustración de mi trabajo se debió al ex procurador Solís Gómez, en donde siempre me quiso quitar de mi escritorio público.
“Y como no pudo, dio la orden de que me frustraran mi trabajo y para ello cambió a todo el personal del Módulo de información y puso a su gente para que con saña inaudita me estuvieran bloqueando mi trabajo (…) puso en el Módulo a Araceli Bautista Rocha la cual descaradamente nos ponía todo el público en mi contra”.
Aseguraba que una de sus “socias” murió por esos obstáculos. Y le dice a Castellanos: “todo esto se lo expongo para que la servidora Araceli se abstenga de estarnos obstruyendo nuestro trabajo (…) no todos estamos para soportar injusticias y mi ayudante puede morir de otro coraje (…) No quiero solicitarle un juicio político, por lo que espero y (sic) que ya ponga paz en el Módulo de Información”.
En el oficio 187 del 2 de junio de 2016, escribe a Castellanos: “Deduje que lo que trataron de hacer es dejarme sin trabajo (…) aquí tiene que haber un responsable, y ese responsable es usted por ser el fiscal central”, acusa.