¿Quién es Lydia Rendón? ¡La cantante! ¡La actriz! ¡La bailarina! ¡La musicoterapeuta! ¡La conductora de Uber!
“En la actualidad muchas personas somos multifacéticas. Por un lado porque quizás a mí mis padres me dieron mucha energía”, dice en entrevista con Reporte Índigo.
No importa el tráfico en Viaducto. La ópera que escucha en el estéreo del Chevrolet Beat que maneja le hace mantener la sonrisa. Con los tacones de plataforma pisa el acelerador rumbo a Pieza Estudios, en la alcaldía Coyoacán.
Considera que las artes están interrelacionadas, lo que le ha permitido incursionar en varias especialidades desde la infancia.
“Siempre quise ser cantante de ópera. Cuando yo era niña jugaba con un micrófono. Cuando salía del kínder le decía a mi abuela que si le cantaba las que ya me había aprendido”, recuerda.
La mezzosoprano estudió en la entonces Escuela Nacional de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y posteriormente en la Emporia State University, en Kansas, Estados Unidos.
Su carrera empezó en 1998 pero desde los 8 años de edad comenzó a estudiar violín y conoció a Consuelo Deschamps y Guillermo Villegas, quienes trajeron la musicoterapia a México a través de la fundación Terapia y Educación I.A.P.
“Me dieron un campo de acción muy hermoso que tienen las artes: uno como intérprete tiene la magia del escenario pero te hace falta el trabajo real de las emociones que puedes tener con la gente y de lo importante que es trabajar en equipo”, afirma.
Con el psiquiatra Armando Almazán también trabaja la música con fines terapéuticos. Además, fundó el Sistema de Voz Consciente para los oradores que necesiten asesoría profesional.
“La voz es algo maravilloso, con ella puedes transformar el mundo para bien o para mal. Lo importante es que no sólo sean palabras al aire, sino que sean hechos”, comenta sobre la herramienta principal de todas las actividades que realiza.
Es su voz la que le permite decirle “Adelante” a los peatones a los que les cede el paso o “Gracias” a los conductores que le permiten tomar ventaja. Incluso tiene reconocimientos por “Buena conversación” en el servicio de automóviles.
“Yo creo que todos los trabajos son importantes y estamos en un momento cumbre en donde las mujeres hemos buscado un mejor desarrollo humano. Todo trabajo es valioso y así lo debemos tanto representar como hacer”, argumenta.
Las calles como escenario para Lydia Rendón
“Uno no siempre está cantando ópera”, expresa la mezzosoprano Lydia Rendón. Las clases y terapias que imparte no están en un horario escolarizado, pues son personalizadas.
Alude al hashtag #NoVivimosDeAplausos para reclamar por los recortes presupuestales a las secretarías de Cultura federal y local y por la situación laboral y económica de los artistas en México.
Tiene que reparar su departamento, que resultó dañado por el sismo del 19 de septiembre de 2017, y apenas pagó para reponer las calaveras que le robaron a su coche. Por razones como estas, desde hace un mes se registró como socia en la aplicación de transporte.
“Yo en mis ratos libres me subo al auto y me vuelvo Uber, pero de lujo”, bromea pero es cierto. Tiene 4.96 de calificación y registra más de 100 viajes con cinco estrellas.
La excelencia que le atribuyen los usuarios es la misma que le reconoce el compositor José Miguel “Jomi” Delgado cuando dirige su actuación. Mientras mueve la batuta, sonríe por la interpretación que escucha en el ensayo.
“Confórmate y resígnate. Respeta el orden natural”, canta.
La puesta en escena se llama Las luciérnagas no vuelan, breve ópera luminosa y está dirigida al público infantil. Por naturaleza, sólo los insectos machos pueden volar; las hembras, sin alas y de menor tamaño, no tienen esta capacidad.
“No existen trabajos sólo para hombres o para mujeres. Creo que hemos demostrado que podemos estar en cualquier lugar, el hecho de ser mujer no te limita y el de ser hombre tampoco”, sentencia.
Para la cantante de ópera las luciérnagas no vuelan, manejan. Las calles son un escenario y las señales de tránsito una partitura.
A Lydia Rendón la enseñó a manejar su papá. Considera que le aprendió bien y por eso se asume como una buena conductora de la plataforma tecnológica.
“Muchas veces a las mujeres se nos ha dicho que somos malas, por estas etiquetas que se nos cargan (…) Y pues yo decido meterme en mis ratos libres al Uber y me parece sensacional porque mucha gente cuando voy al volante, en primera, se asombra”, relata.
Está convencida de que las mujeres tienen que ayudarse en el contexto de violencia e inseguridad, presente incluso en la movilidad digital.
“Las mujeres nos tenemos que unir, tenemos que trabajar juntas y solucionar dolores ancestrales”, dice a bordo de su coche rojo.
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