Ser profesor se ha convertido en un trabajo de alto riesgo. El respeto que en el pasado se tenía por las y los maestros se ha ido perdiendo como consecuencia de la descomposición social.
Ahora quienes ejercen esta profesión, son víctimas de agresiones verbales, físicas y hasta de amenazas no solo de los alumnos, también en algunos casos, de los propios padres de familia.
No importa el nivel escolar ni tampoco si la escuela es de gobierno o particular. Igual puede ser un agresor un niño o niña de primero que de sexto de primaria o de secundaria.
En entrevistas por separado, maestras de distintas escuelas, a las que se les tuvo que cambiar sus nombres por cuestiones de seguridad, describen las situaciones a las que se exponen diariamente y las amargas experiencias que han vivido junto a los riesgos a los que se enfrentan.
“A pesar de que a inicio de cada ciclo escolar los padres de familia firman el reglamento de la institución y el de cada uno de los maestros, muchos padres ni siquiera leen lo que firman”, señala Claudia, quien trabaja en la escuela primaria Vicente Riva Palacio donde da clases a niños de segundo grado.
Recuerda que el año pasado tenía a una niña de siete años muy violenta, sobre todo con los demás alumnos.
“Rayaba los cuadernos a sus compañeros o se los rompía y por esa situación los niños no querían juntarse con ella. Un día les dice que los va a matar y al día siguiente los amenaza con unas tijeras que llevó de su casa porque no le quisieron prestar un lápiz y una goma”.
La niña fue retirada del salón y solamente hubo un diálogo con los papás que acusaron a los otros alumnos porque eran los que rechazaban a su hija, por lo que la situación no se resolvió de fondo.
Claudia también narra el caso de otra niña que llevaba a la escuela un cutter con el que se hacía cortes en los brazos.
“Lo hacía delante de sus compañeritos y ya le tenían miedo y fueron ellos los que me dijeron, por lo que para salvaguardar a los demás niños la tuve que retirar del salón.
Cuando la revise me di cuenta de que la niña tenía muchas cortadas en los brazos, algunas de ellas ya cicatrizadas”.
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Exigencia a cambio de amenazas
La maestra Paola hasta hace poco trabajaba en dos primarias. Por la mañana en la escuela de gobierno Rey Tizoc y por la tarde en la escuela particular Liceo Ibero Mexicano.
“Uno de los casos que más me acuerdo es el de una compañera maestra que les exigía a los alumnos que cumplieran con sus tareas y trabajos, lo que causó molestia entre algunos papás.
“Entonces uno de los padres que estaba en el reclusorio, al salir el niño le platica que tiene que hacer tareas, el señor se molesta y espera a la maestra afuera de la escuela para amenazarla”.
Otro de los casos que le tocó enfrentar fue el de un niño de tercer grado que tenía problemas de aprendizaje y que no cumplía con sus tareas.
“En una ocasión la maestra lo pone a leer y a hacer ejercicios individuales. Cuando ya se iban el niño se acerca a las escaleras con la maestra y la empuja.
“La docente rodó y se fracturó una pierna y ahí no hay nada que hacer porque una maestra no puede acusar a un niño de una agresión así porque son menores”.
Al niño no se le sancionó. Lo único que se hizo fue una constancia de hechos para proteger a la maestra, porque pudieron haberla acusado de agresión psicológica en contra del alumno.
“Nosotros estamos muy expuestos como maestros. Los lineamientos de la SEP son muy claros. La escuela tiene que mantener al niño pase lo que pase y no se le puede expulsar porque entonces viene derechos humanos y eso ya es una agresión psicológica al menor”, cuenta la maestra.
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Diferente contexto, misma situación para los maestros y maestras
Paola relata que los problemas a los cuales actualmente se enfrentan los maestros con los alumnos poco cambian entre las escuelas de gobierno y las particulares.
“La única diferencia es que como los padres de familia son personas con recursos o políticos u empresarios dejan a los niños a cargo del chofer o de la nana y no ven la figura de autoridad de los padres y los niños se vuelven muy agresivos contra los maestros y sus compañeros”.
“Tuve el caso de una niña de cuarto grado de primaria que su mamá se fue a Inglaterra debido a sus problemas de estrés y la niña para llamar la atención se volvió muy agresiva, golpeaba a todo mundo”.
Por su parte, la maestra Alicia recuerda el caso de un niño de primer grado de primaria de la escuela Juan Badiano que le mentaba la madre y escupía a los profesores.
“El menor no tenía límites porque sus familiares le daban la razón.
“En una ocasión a mí me jaló el cabello y a otra maestra le dio un empujón tan fuerte que se fue a estrellar contra el estante”.
La docente relata que llamaron a los familiares del alumno para darles la queja. Sin embargo acudió un tío pero éste acusó a los profesores de ser los responsables de que el niño se comportara de esa forma.
“La verdad es que como los papás no tienen tiempo de educar a sus hijos creen que nosotros tenemos que hacerlo todo. Ahora los niños crecen sin límites, sin valores y terminamos pagándola nosotros”.
Para Alicia lo peor del caso es que están completamente desprotegidos porque es la palabra del niño contra la del maestro.
“Aunque nosotros tengamos la razón, en la Secretaría de Educación Pública siempre le dan la razón al alumno y a los padres del alumno”.
La maestra explica que cuando se tiene en las escuelas a este tipo de niños se hace un reporte a la SEP, sin embargo no hacen nada.
“Ahora como maestros mejor optamos por no meternos con esos niños porque si les llamamos la atención los padres de familia nos culpan y lo único que hace la SEP es revictimizarnos porque lo que le importa es no tener problemas”, concluye.
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Niñez a la deriva
El contexto violento en el que viven millones de niños en el país y la falta de convivencia con sus familiares son factores que tienen a la infancia a la deriva, dificultando sus posibilidades de recibir una adecuada educación y de tener referentes personales positivos para su desarrollo.
“La situación económica del país no ha mejorado. Tenemos ya 30 años de estrategia de lucha contra la pobreza y el 47 por ciento de las familias siguen siendo pobres; esto se traduce en que más integrantes deban trabajar. No solamente trabaja el papá, sino que desde hace mucho tiempo labora la mamá; y en los últimos años también lo hacen los niños y los abuelos para sobrevivir económicamente”, explica Pérez García.
El director de REDIM afirma que la transición en las tareas al interior de un núcleo parental interviene en que se destine cada vez menos tiempo a la convivencia, situación que no permite el intercambio de normas o conductas educativas para los niños y con ello se da una menor transmisión y enseñanza de valores.
Otro factor que influye en la falta de interacción entre los niños y sus padres o tutores es el uso de dispositivos móviles.
El especialista asegura que a pesar de que los gadgets permiten a los infantes acceder a mucha información, también generan aislamiento y son un foco de riesgo para consumir contenidos violentos o no aptos para su edad.
“Estamos viendo cambios en las familias como núcleo social organizativo, pues están enfrentando muchas dificultades de tiempo, de convivencia, de diálogo sobre la información y particularmente de cómo se están modificando los roles a su interior”, agrega.
Pérez García comenta que es crucial que los adultos dejen de considerar a los niños como personas inferiores y que se le dote valor a su conocimiento y saber, integrándolos en los diálogos y escuchando sus opiniones.
Acerca de la exposición a la violencia generada por grupos del crimen organizado en los últimos años, el director de REDIM concluye que el sector más vulnerable es el de la niñez debido a que son las principales víctimas de muchos delitos como la trata de personas, la desaparición o incluso los homicidios que van en aumento para este sector.
“Tenemos 11 mil niños, niñas y adolescentes desaparecidos a diciembre de 2019. No hay una evidencia ni una respuesta oficial, en realidad hay una omisión por parte de las autoridades para investigar”.
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Maestros sin garantías
Tras las tragedias ocurridas en escuelas del país como las de Monterrey el año pasado y recientemente en Torreón, Coahuila, en donde una profesora fue asesinada por su alumno que luego se quitó la vida, la diputada Isabel Margarita Guerra Villarreal, integrante de la Comisión de Educación, considera que las autoridades educativas deben tomar medidas al respecto cuanto antes.
La funcionaria pública argumenta que los profesores deben estar más capacitados para poder detectar a los niños que tienen este tipo de problemas en su comportamiento.
Agrega que los maestros en ocasiones hacen doble función, porque tienen que asumir los roles que les corresponden a los padres.
“Es necesario que la autoridad educativa le dé a los maestros las facultades para decir qué niño necesita mayor atención y que al papá se le den opciones de qué es lo que se puede hacer para atender a su hijo y que el niño no regrese a la escuela hasta que no reciba la atención adecuada. La autoridad educativa no puede darle la vuelta al problema”.
Además, Guerra Villarreal dice que se requiere de un acuerdo administrativo, una especie de procedimiento o de un protocolo sobre qué hacer con estos pequeños y que la SEP asuma su responsabilidad de decir: este niño presenta una gran problemática y enviarlo a una escuela donde tengan especialistas y empiece a recibir atención.
Es una cuestión administrativa que la SEP debería de resolver, señala en entrevista la diputada del PAN, quien también adelanta que ve de manera muy positiva la campaña “Por la Paz” que la Secretaría de Educación Pública ha anunciado que se pondrá en marcha para terminar con este tipo de situaciones en las escuelas.